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- 02/12/2011 01:00
Diplomacia preventiva, prudencia y firmeza
La Carta de la ONU consigna los derechos y obligaciones de los Estados Miembros, desde la igualdad soberana hasta la prohibición del empleo de la fuerza en sus relaciones internacionales, indicando que los mismos deben abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.
Con el mismo tenor, la Carta de Derechos y Deberes de los Estados establece que los Estados tienen derecho a ejerce libremente soberanía plena y permanente, en la posesión, uso y disposición de su riqueza, recursos naturales y actividades económicas. Además enfatiza que: ‘Ningún Estado podrá emplear medidas económicas, políticas o de ninguna otra índole ni fomentar el empleo de tales medidas, con objeto de coaccionar a otro Estado para obtener de él la subordinación del ejercicio de sus derechos soberanos’.
En el ámbito internacional, Francia reconoce formalmente las normas de Derecho Público Internacional, tal como se infiere del artículo 55 de su Constitución, por lo que no puede esperarse menos de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, las precipitadas advertencias del presidente francés y de su ministra de Presupuesto y Cuentas Públicas cuestionando la transparencia fiscal de Panamá bajo la amenaza aislarle de la Comunidad Internacional, desconocen la efectividad de los Convenios firmados por su Ejecutivo al reservarse medidas represivas inaceptables y que no se compadecen con las relaciones contemporáneas que comparten ambos países.
La diplomacia del Quai d’Orsay tiene sus tradiciones: la disponibilidad permanente y el sentido de continuidad del Estado. Sin embargo, durante el último año la secretaria de Asuntos Exteriores tuvo que renunciar ante la presión de la opinión pública por actividades incompatibles con su cargo; incluso, el propio presidente, con sus declaraciones indiscretas hacia otros gobernantes africanos e israelí, creó situaciones incómodas.
Más allá de este impasse diplomático con Francia, se debe valorar en su verdadera dimensión la importancia de las relaciones en el orden diplomático donde no pueden soslayarse las normas y protocolos vigentes. La diplomacia es un arte de lo posible, donde se expone la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés, las buenas intenciones ante la desconfianza y la amistad con prudencia. Cuando ocurren situaciones como la comentada, que tienen efectos en las relaciones de ambos países, es necesario recomponer el escenario diplomático existente, absteniéndose de dar declaraciones que puedan agravar el desacuerdo, reduciendo la retórica, actuando con prudencia, racionalidad negociadora y firmeza, mientras se da un espacio a la diplomacia preventiva para que haga su trabajo.
Lo ocurrido con Francia no es un hecho insignificante, ambos países están atravesando momentos delicados y trascendentales en sus relaciones, en las que se comparten intereses políticos y económicos, pero la diplomacia con sus reglas de cortesía puede armonizar los principios con los intereses y, en estas circunstancias es natural que ambas cancillerías se esfuercen en delinear estrategias a las exigencias de este desacuerdo, haciendo valer el respeto mutuo para situar en un plano armonioso sus tradicionales relaciones.
La salida diplomática del Gobierno francés, de esperar a la ratificación de su Parlamento del Tratado de Doble Imposición, demuestra la certeza que se tuvo con la aplicación de la Ley de Retorsión. No obstante, la política exterior precisa de mayores consensos internos para enfrentar los retos actuales, potenciando por un lado las relaciones armoniosas a nivel multilateral y bilateral, y por el otro demandando respeto mutuo como miembro de la comunidad internacional.
ABOGADO — ANALISTA INTERNACIONAL.