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- 26/07/2013 02:00
El funcionario responsable
El interior del país tiene una abundante riqueza en dichos, adagios, proverbios o sentencias que llevan un mensaje educativo, de aprendizaje y que elevan el diálogo a un evento social y ameno. ‘El miedo es crianza’, es uno de ellos que escuchábamos de labios de nuestros antepasados y aún hoy día. Por el valor ético, vuelvo a retomar el tema al cual me referí hace unos meses.
Esta reflexión se encamina hacia aquellas personas que hoy tienen la responsabilidad y hermosa oportunidad de guiar, dirigir, de llevar a cabo proyectos y ejecutar obras en general. Es decir, tienen un papel fundamental que cumplir en los diversos temas que gravitan a su alrededor y afrontar críticas y voces que denuncian o son voces opacadas por el desconocimiento o reflejan la debilidad ante los que ostentan la autoridad.
Existen situaciones que en calidad de dirigentes tienen que desafiar, corregir y orientar. De cualquier forma les cabe el deber de tomar decisiones en los casos y problemas del diario acontecer. Sin embargo, la investidura del cargo no camina paralelamente a sus funciones y no se aprecia aquel empuje o vitalidad que sea notoria y el papel relevante que debe asumir en un momento determinado. En algunos casos esconden la cabeza como el avestruz o se hacen los desentendidos.
El funcionario tiene que empinarse con sobriedad, hidalguía, verticalidad y sin titubeos; actuar dentro del marco del respeto y reconocimiento de los derechos y deberes. No se trata de una imposición arbitraria la cual combatimos en el pasado y ya su peramos. Se trata del adecentamiento y el orden que debe practicar.
TOMAR DECISIONES! He aquí una palabra mágica difícil. Se le da vuelta a los problemas y nunca se aterriza. No quiero presentar un caso personal como ejemplo, pero a mí me correspondió tomar una decisión histórica en el Municipio de Santiago por el año 1973 y fue ordenar el cierre de la famosa cantina ‘El Gran Prix’, ubicada en plena avenida Central de esta ciudad. Decisión adoptada contra viento y marea y la Junta Comunal, al extremo de que los intereses llevaron el caso a manos de general Torrijos, para lograr la revocatoria, lo cual consideré un acto ridículo.
Y mi respuesta fue categórica e inflexible, porque actué para salvar a la niñez y a la juventud, ante la proliferación de enfermedades infectocontagiosas. Y mi decisión se impuso ante la presencia del general, quien ‘reconoció los fundamentos’ y sin violencia, a pesar de los tentáculos que se asomaban e iban desenmascarándose en este episodio poco edificante. Aunque al final, se registró un costo político. Pero es cuestión de carácter, rectitud, transparencia y honestidad, porque ‘el miedo es crianza’ y si un administrador de la cosa pública permite el soborno, la transgresión de normas en perjuicio de la sociedad, simplemente debe abandonar la silla y no aspirar a ser líder o dirigente.
Por ello me refiero a la responsabilidad del funcionario, puntal que ha de ser del fiel cumplimiento del Código de Ética y Moral.
EXLEGISLADOR Y EX FUNCIONARIO MUNICIPAL.