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- 31/12/2022 00:00
¿Qué futuro estamos dejando a nuestros nietos?
Este noviembre veía a los chicos desfilando alegremente, homenajeando a nuestra patria en sus festividades por la separación de Colombia y la independencia de España… y me preguntaba: ¿qué haremos con estos jóvenes y los que vienen? ¿Qué futuro les estamos dejando?
Unos momentos de alegría. Pero en mi mente, ante el panorama nacional actual, solo habitaba la tristeza. ¡Recordaba lo feliz que fuimos nosotros!
También recibí en esos días un comentario interrogativo sobre mi poesía ¿A qué sabe Panamá? En el que no concordaban con mi visión de cómo era mi receta del sabor de Panamá.
Pero bueno, la poesía es así. A unos le gusta y a otros no. Pero es lo que siente el poeta y su forma de expresarlo.
En mi poema indicaba que Panamá hoy sabía a políticos corruptos, a hampones y ladrones, a coimas de empresarios, a una economía desvirtuada, a una educación de otro siglo, a una pobreza creciente y a un pueblo esclavizado.
También recordaba la riqueza y variedad de sus comidas que ya el pueblo se le dificultaba saborear debido a la degradación de su poder adquisitivo, como lo son el sancocho, las torrejitas de maíz, las tortillas y empanadas, el arroz con su guandú y gallina guisada. Que ya no sabía a manjar blanco, ni a queso prensado, ni a chicha de nance, ni a jugo de limón con raspadura, ni a cocada, ni a merengue, ni a plátano con miel y ni siquiera a arroz con pollo.
Sinceramente, opino que no estamos bien, aunque hay muchas cosas buenas y bellas… y si, todavía hay personas buenas y nobles, como me indicaron… pero en la configuración de la sociedad actual, están definitivamente en menor porcentaje.
Me preocupa lo que estamos dejando a nuestros nietos: un país en bancarrota, en un ranking mundial en la escala superior de corrupción, una educación paupérrima que lleva a tener a una población mentalmente débil y cautiva para el mal vivir, dependiente de subsidios, etc. Una clase pobre que no tiene cómo mejorar y por ende su alternativa es delinquir. Una clase media estrangulada y mermada. Instituciones de salud de no muy buena calidad, Un alto costo de vida, uno de los más altos de Latinoamérica. Panamá es la cuarta ciudad más cara de la región, siendo solo superada por tres pequeñas islas caribeñas.
Una justicia invertida, al servicio del pudiente, a la sinrazón de la razón o la razón selectiva. Una clase política interesada más en ellos, que en el pueblo que tuertamente los eligió.
Empresas que están a punto de dejarnos por la inseguridad legal y ciudadana; otras que quisieran instalarse aprovechando nuestra posición geográfica, pero que no consiguen mano de obra calificada para sus actividades.
Miles de jubilados que después de haber trabajado toda su vida, están a punto de quedar en la agonía y muchos en fase mortuoria. ¿Y los gobiernos?, bien gracias. Jugando al fútbol, pasando la pelota de uno a otro y ninguno se atreve a anotar el gol por motivos políticos. Y así puedo seguir.
Aunque cómo dice otro poema mío del mismo libro: “La patria no se acaba, la patriase rehace”
Pero políticamente no veo las condiciones o los líderes que quieran realmente liderar para su pueblo. Todos están cortados por la misma tijera del “Sastre de Panamá”.
Solo observo depredadores de poder que sirven a sus intereses propios y de sus cercanos allegados.
Sindicalistas que vociferan en altavoces: “el pueblo unido jamás será vencido”, pero que esconden su verdadero pensamiento… “Pero si vendido” a doctrinas externas que solo han demostrado traer mayores pobrezas y cercenamiento de las libertades… que hoy podría llamar: “la esclavitud moderna”.
¿Cómo se puede revertir este estado de inconsciencia ciudadana y lograr un cambio real de los dirigentes políticos de depredadores nacionalistas a emprendedores nacionalistas?
Es simple, si todos queremos. Si todos unidos trabajamos, pensamos y actuamos por Panamá y para Panamá.
Los gobiernos deben de eliminar de raíces el mercadeo político y hacer frente a las realidades y necesidades del país: corrupción, inseguridad, educación, estructuras públicas (no solo edificios y carreteras, también calles, escuelas, facilidades de salud y la recolección y tratamientos de los desechos. Pero sobre todo, establecer una administración pública de calidad con servidores públicos y no empleados públicos.
Una restructuración seria y eficaz de la CSS que garantice que todos los programas y servicios fluyan de una manera efectiva y que sean viables financieramente. Basta de utilizar a la CSS como botín político.
Debe redefinirse las funciones y estructura del sistema legislativo, excesivamente dimensionado, “piratesco” y con atribuciones que no corresponden a un ente legislativo.
La estructura judicial debe ser seria, justa y transparente, sin importar la clase social, raza o religión. ¡Que inspire confianza!
En resumen, si queremos que nuestros nietos hereden un Panamá de primera clase, y no hay razón para que no lo sea porque contamos con los recursos necesarios que nos lo permiten, debemos iniciar la transformación ciudadana y de nuestras instituciones públicas del concepto ¿Qué hay pa' mi? Al concepto de ¡Panamá primero!.