• 20/05/2019 02:00

Para que ganemos todos

Rescato en esta entrega algunos párrafos de un artículo que escribí después de las elecciones de 2014.

Rescato en esta entrega algunos párrafos de un artículo que escribí después de las elecciones de 2014. Cinco años después, los conceptos siguen vigentes.

En ese tiempo, igual que ahora, había dejado claro que ninguna de las propuestas electoreras podían resolver los problemas más profundos de la sociedad panameña. Problemas que no tienen que ver con cemento ni repartición de dinero, sino con nuestra condición humana. Si los recientes resultados son la medida de lo que somos, una imagen cuestionada, con justa razón, tendrán los que nos estudien en el futuro.

Deberíamos estar preocupados por lo que estas elecciones han expuesto. Línea por línea han dibujado claramente nuestra conducta malsana y la excesiva tolerancia, que la mayoría acepta o le tiene, a los comportamientos perversos e irrespetuosos. El momento debe servir de reflexión introspectiva.

Le decía al presidente electo de 2014 (y ahora repito): Es urgente dar inicio a lo que será una labor escabrosa y de cuidado para recobrar y perfeccionar el respeto por la institucionalidad. Una institucionalidad, hasta hace una década imperfecta, que sucumbió totalmente en este último decenio a las ansias de poder y control del Órgano Ejecutivo, comprometiendo peligrosamente el balance social. Habrá cuestionamientos, retos y amenazas, pero la tarea la debe cumplir.

Lo que resalta en la intención de hacer lo justo por adecentar el país, es que de todas las cosas que hemos experimentado de este proceso electorero, hay una que nos ha definido y que habla claramente de la sociedad que tenemos. Decía José Ingenieros: ‘Cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria...'. Los votos dicen mucho, particularmente los obtenidos por los que nos han robado, deben ser analizados.

A pesar de que la elección pareciera un giro correctivo, la realidad es otra. Por no hablar del comportamiento juegavivo de nuestros coterráneos del barrio, esos que viven mayores retos en el día a día, en muchos círculos sociales, entre personas que atienden sus deberes con seriedad, profesionales y con un grado aceptable de educación social, ha sido aceptado sin resquemor que: ‘estos roban, pero dejan obras'.

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que escuché esto, por la vergüenza que me da la aceptación. Es como aceptar que ‘La señora que limpia en mi casa se lleva las cosas, pero limpia bien' o el que lava el carro ‘se lleva lo que hay en el monedero, pero lava bien el auto'. Sufren del síndrome del esclavo, muy bien planteado hace años en un escrito de Pedro Rivera, titulado ‘La nostalgia por el látigo', donde esbozó la conducta de aceptación inequívoca de la injusticia y el abuso bajo el alegato de que ‘amo dar latigazo, pero dar comida'.

He tenido que ser mucho más paciente con gente que quiero mucho, familiares y amigos. Por más educados que se piensan. La ignorancia histórico-política, selectiva o consciente, no les permite ver las cosas desde la perspectiva del bien común. De lo que nos conviene a todos y en vez, ven el desarrollo de la condición social por los espejuelos que les han colocado los corruptos. Aceptan esas migajas con seriedad, convencidos de que es lo justo y lo mejor para el país. Enclaustrados en sus concepciones más intransigentes sobre sucesos del pasado, descalificando las otras ofertas electoreras, aunque tengan propuestas de adecentamiento de la cosa pública con algún valor evidente y de seriedad moral. Revertir la mentalidad de esclavo, quizás sea el mayor reto.

Este Gobierno electo, tiene la oportunidad de enmendar. Tiene que cumplir con lo prometido en campaña para iniciar el proceso de reconstrucción de nuestra condición de seres sociales respetuosos de las leyes y de la relación en sociedad. Y sí, es por la educación por donde hay que comenzar. Pero no solo la educación ante los retos tecnológicos y de competitividad económica. La educación para formar mejores seres humanos y mejores comunidades. Educación para los que le dan espacios de poder a esos que se burlan de ellos. Una educación que forme mejores políticos, que respeten a los electores y que los representen con una moral diáfana y humanística. Solo por allí se darán los cambios, a mediano y largo plazo, que una sociedad moderna merece. Solo así ganaremos todos.

COMUNICADOR SOCIAL.

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