• 08/12/2018 01:00

Un Gaspar acicalado

‘¿Cómo este periodista no iba a ser romántico con tales versos, tal poeta? Así mismo redactaría en estos tiempos'

Sin robarle crédito a Miró, ‘revuelvo la mirada, y a veces siento espanto' por ver pasar el tiempo y no haberse uno detenido a observar los detalles de esa época, que hacen mención al 13 de noviembre de 1918. Revolver esa mirada debe ser un requisito en la facultad de periodismo, como un clásico moderno. Escudriñar, rastrear y mil veces buscar cómo nace este querer sin poseer cátedra y de solo leer con hambre de saber más y más, nos dio el crédito el emblemático periodista panameño, el llamado Cisne Negro, de nariz perfilada europea, nacionalista, quien le daba a la mujer un amor fino, bohemio de lirios y pétalos que derramaba en una copa de vino. Del mismo que dejó planas ejemplares aprovechando a temprana edad convertirlas en versos con rimas de poemas, que no había escuchado antes.

La noche en que GESE celebró el centenario de la muerte de Gaspar Octavio Hernández, se llenó de una fina lírica. Imposible no imaginarse una estela de sus colegas haciendo fila por leer parte de sus versos. Quienes lo hicieron uno más que otro, entonó con júbilo su voz en alto con expresiones faciales que denotaron orgullo. Se llevaron un galardón de aplausos en la Biblioteca Nacional Ernesto Castillero. Mejor sitio, no se pudo igualar.

A Gaspar Octavio le encantaban los chalecos, así detallan sus escritos, pero si eran los años de mil ochocientos, una época colonial donde el vestir elegante imperaba y aunque él era muy pobre, así no lo detallaba su pluma. No había caído en cuenta, sino por una fuente cercana, que la única réplica de su rostro, había sido tomada de una foto en grupo. Favor le hicieron en recrearlo los mismos de su casa editorial. Buscaron al mejor sastre, lo engalanaron y le dieron hasta una pose de modelo. Debo decir que esa noche, al caminar por las vallas de su historia, al dar un giro a la izquierda, me causó tanta gracia toparme a un ¡Gaspar acicalado! En aras de agradecer tanto favor al dejar copia de su imaginación, pues era necesaria, ya que tuvo en ese tiempo escasos recursos de los que hoy nosotros si poseemos y no admiramos tanto como al que no lo tuvo. Quizás fue ese su propósito, de vislumbrar el futuro, traspasando, contagiando para sacar el extracto imaginativo en la curación de aquella época. Y aquí es donde él ‘se quitaría el sombrero' aunque falta le hizo en la foto, para hacer la reverencia al trabajo de tal equipo.

Se nos va noviembre y con él su recuerdo. Debemos detenerlo en el tiempo como el giro que le dio un escrito su colega Lola Collantes. De las cosas que te enteras solo en esas noches de versos. Salió a flote la primera mujer periodista panameña de esos años, que se cree dejó este escrito a escasos días de su muerte. Lola se ofreció trabajar en su lugar para que el descansara, lo vio titubear y el joven Hernández nunca sucumbió a su puesto, con tal de morir en sus brazos prefirió quedarse. Te imaginabas a Lola dejando unas páginas con su firma lagrimosa. Lo describió como a un compañero sinigual, con alma añeja, allí sola en una sala de redacción vacía, ya había partido quizás un amor oculto.

¿Cómo este periodista no iba a ser romántico con tales versos, tal poeta? Así mismo redactaría en estos tiempos. Llenaría de versos sus escritos en tal víspera electoral, a uno que otro le vendría bien contratarlo para suavizar su discurso, pero cuidado ¡no se confunda!, porque Gaspar Octavio, siendo muy patriótico encarnaría su lírica a defender su Canto a la Bandera, como lo hizo Miguel Moreno al recitar tales versos esa noche, con su voz resonante nos envolvió en nuestra propia tricolor, dejándonos perplejos en el sentimiento orgullo a nuestra patria.

Hoy en día esas prosas resonarían más fuertes, ¡a rayos! Qué les digo a relámpagos tronaría esa pluma de Hernández, viviendo a flor de piel la protesta social, la ironía, la impotencia. Fortaleciendo la conciencia como nación. Quizás allí pueda destacar la parodia política ‘Mama dedo', en este tiempo más que demostrado con su inteligencia a no improvisar, mucho menos hoy en día ‘no se chuparía el dedo'. Para comprenderlo tendría usted que pedirle a la periodista Esther Arjona volver a leerlo. Le puso encanto a la noche, le dio sonido y picardía a esa tragicomedia electoral.

Y puedes leer mil veces sobre él, pero no será igual a esa noche, cuando le dieron voces a sus escritos. De repetirse lo visualizo así: todos sentados en un círculo nos pasaríamos tales versos, nos miraríamos cara a cara y siendo él uno de ellos elegantemente sentado allí, disfrutaría nuevamente ver las expresiones que nos saca. Saldrían réplicas de él, a Gaspares escondidos en su providencia para darle prosa a la noticia, sacarla de la monotonía no olvidando el papel que las recibió. Quienes no asistieron no solo perdieron las melodías de las dulces flautas de una noche poética, sino a un Cisne Negro elegante, con una mano en su bolsillo, acentuando queriendo opinar, hablando como decían escucharlo por los pasillos por otra entrega dar, y sí, como de esas anécdotas también, queda mucho por contar.

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