• 28/05/2023 00:00

Gerontofobia

“Hoy en día, [...], hay que dar un paso atrás y recapacitar que los adultos mayores son nuestro futuro, [...]”

En el mundo real de hoy en día, se nos presenta una disyuntiva en relación a las personas mayores.

Es una condición humana a la que todos tenemos que llegar, queramos o no.

Las preguntas son: ¿cómo llegamos?, ¿con estímulo positivo, con hidalguía, o con resentimiento y odio?

¿Nos acomodamos a la situación? ¿Hacemos los arreglos necesarios previos para tener una etapa alegre y disfrutar lo que la vida nos regala a esa edad?

¿Disfrutamos y agradecemos cada momento que Dios nos regala en Su infinita bondad?

¿Nos rodeamos de las personas y medios adecuados para tener calidad de vida, o nos aferramos a que ese momento está lejos y nos damos tremendo tropezón cuando, súbitamente, ya estamos inmersos y empezamos a nadar contra la corriente, porque no estamos preparados?

Pero, fuera de lo que una persona mayor pueda sentir, disfrutar, ser solidario y entregarse totalmente a su condición actual, hay otro gravísimo tema para tomar en consideración, y es una disyuntiva muy grave: ¿cómo tratamos a nuestros adultos mayores?

¿Sentimos lástima? El anciano no necesita nuestra lástima... necesita sentirse vivo, útil, solidario, vibrante, admirado, querido y apreciado.

Y no agravar la situación que, ya de por sí es muy compleja y difícil por los innumerables problemas físicos, mentales y socioeconómicos a los que tienen que enfrentar, la mayoría de las veces completamente solos, sin una mano amiga.

Aunque, gracias a Dios, siempre hay almas generosas que salen al paso para diluir estas situaciones.

Entonces, completamos la respuesta a la pregunta sobre el trato a nuestros mayores… ¿somos parte del problema, o de la solución?

¿Les dedicamos tiempo para mejorar su calidad de vida? ¿Somos solidarios con sus necesidades? ¿Nos identificamos con su sentir y tratamos de contribuir, en la medida de nuestro alcance?

O, por el contrario, tristemente, ¿no solo somos indiferentes, nos apartamos, nos burlamos, los humillamos, les hacemos la vida imposible y los borramos de nuestro mundo, porque simplemente… son una carga?

Eso, en castellano, es gerontofobia.

Pero, lo que no esperábamos es que toda acción tiene su consecuencia, y lo que haces hoy, revierte mañana en tu vida… ¿es eso lo que esperas de la vida?

Lo que no recapacitan es que es un privilegio gozar de una edad con acumulación de años. Eso representa sabiduría, valentía, compasión. El haber disfrutado de una vida plena llena de vicisitudes y alegrías, pero siempre con la mira puesta en un futuro alegre y prometedor.

Hoy en día, en que se han perdido, casi en su totalidad, los valores familiares, morales y humanos, hay que dar un paso atrás y recapacitar que los adultos mayores son nuestro futuro, porque traspasan todas sus experiencias, sin las cuales, no podríamos haber tenido infancia, juventud, ni llegar a adultos sin la guía de ellos.

Entonces, ¿qué nos queda? ¿Seguir en el pantano que nos encontramos, o forjar un tren para que todo camino que atraviese un adulto mayor sea el que conduzca a su felicidad, alegría y calidad de vida?

Colaboremos con todas aquellas personas u organizaciones que prestan ayuda a los ancianos, sin miramientos de que “no tengo tiempo”, “no tengo dinero”, “no puedo”. Esas son excusas baratas. Siempre se puede, cuando hay voluntad.

Pero siempre con generosidad, sin estarlo pregonando. Que solo Dios vea nuestras acciones.

Tengamos una visión clara de salir adelante en la vida. Y la única manera de hacerlo es con fe, alegría, compasión y amor.

Jubilada
Lo Nuevo
comments powered by Disqus