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- 30/12/2020 00:00
Gonzalito, ejemplo de periodista incorruptible
Recuerdo que en la década del 50 siempre acudía ávidamente a comprar un ejemplar del diario La Hora. Como tabloide que era meridiano, mi interés en adquirir —sin perder— uno de sus ejemplares era para leer la columna del mal obrado periodista veragüense Manuel Celestino González, en su espacio puntual titulado Tolda Gitana.
Por aquellos años, ya el periodista al que me refiero era muy fanático de las ideas del líder panameñista doctor Arnulfo Arias Madrid, pero no tardó en desengañarse, y en una osadía que tuvo con algunos compañeros arnulfistas de quererse tomar el cuartel de Colón —que fue un fracaso—, perdió una de sus extremidades. Y al ideologista educado en Europa que traía en la mochila ideas exóticas de extremo nacionalismo, por ese acto al que aludo de alzamiento contra un cuartel militar —que como digo fue absurdo—, Arnulfo lo calificó de “Cuatro locos”.
Gonzalito esperaba por lo menos que su líder le diera una voz de aliento y no de abierto desprecio a su coraje. Eso dio lugar a que en adelante, ya desengañado, siguiera un camino independiente, concentrándose en los problemas de su provincia. Y en su alma se fue acumulando una profunda tristeza, pero siempre tuvo el impulso para superarla.
En una ocasión, al referirme a este gran periodista de conducta altamente moral, que podría decir fue mi primer maestro y lo imité en su dignidad fundamental, le hice saber que su error fue concentrarse en un hombre y no en una filosofía que debió estudiar. Y que esto lo hubiera llevado a un fin no trágico como el que me enteré, justamente a finales del mes de diciembre de 1957 que, luego de reunirse con unos amigos en una fiesta de Pascua, dejó una carta al suicidarse; más cuando estuvo muy enamorado de una muchacha que no le correspondía y a quien con su imaginación de poeta describía con ojos color de mar. Creo que debo dar un consejo a quien le aproveche en los años que cuento, pues yo he seguido las ideologías marxistas —no de extrema izquierda— que me han servido mucho en la religión y en la política para la clara comprensión de la naturaleza, la historia y la sociedad en que vivo; y espero mantenerme siempre firme hasta el ocaso de mi existencia que espero sea larga. Creo haber cumplido con ese gran amigo que ha pasado al infinito, autor de Tolda Gitana, y que me dio la oportunidad desde escribir un libreto que fue dramatizado por artistas muy destacados en una emisora de mucha sintonía. También debo añadir como asunto de mi destino de escritor que por esos días estaba muy enamorado de Olga, mi esposa y el amor de mi vida.