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- 03/09/2022 00:00
Gran alianza: entre ovejas y lobos
La semana pasada se constituyó formalmente una amalgama de agrupaciones que se autodenominaron “Gran alianza”, con el objetivo de —palabras más, palabras menos— ser protagonista estelar en la toma de decisiones que se vienen dando sobre medidas que tienen incidencia en los procesos económico-sociales y el Estado panameño, a partir del Diálogo de Penonomé que apunta al cierre de esta etapa. Esta etapa, no cabe ocultarse, surgió como mecanismo de control social, es decir, o se constituía esa mesa con los rasgos que le han caracterizado o la anarquía total del país sobrevendría a las protestas. El papel desempeñado por la jerarquía actual de la Iglesia católica en ese propósito, fue más que pertinente y oportuno; hoy estuviéramos contando muertos y elevación de un odio de clase sin orientación y sentido constructivo.
¿El gobierno, las agrupaciones empresariales de mayor poder y el resto de la sociedad civil panameña, entendieron este momento? Los dos primeros, muy probablemente; solo que no admiten que las organizaciones que sentaron al gobierno se hayan tomado en serio su rol de representación de los intereses populares. Hagan y pidan lo que quieran, pero no pidan que las grandes élites sean solidarias con las clases de menos o poco poder, ha sido la consigna latente, no manifiesta, de los grupos oligopólicos, donde el gobierno ha sido su más fiel representante en la mesa única. El resto de la sociedad civil está diversificada entre incautos que han sido capturados por la retórica anti diálogo de Penonomé de los oligopolistas y sus mercenarios de la incomunicación y los que ya se han librado del control manipulador de aquellos.
En este escenario aparece la “Gran alianza”, misma que ha cedido la principal vocería de sus propósitos a la dirección de la Fedecamaras. Este gremio aglutina a unas 16 agrupaciones, particularmente a cámaras de comercio de las provincias del país. En su filosofía organizativa está la articulación entre hombres y mujeres de empresa —léase solamente privadas, no asociativas populares ni estatales— con independencia del tamaño de su actividad… o sea, las ovejas representadas en los pequeños productores y empresarios están en medio y comúnmente subordinadas a los lobos, que los representan los dueños de los oligopolios.
¿Qué los hace andar juntos y que los pequeños empresarios no se distancien de los mismos que condicionan la imposibilidad de que la economía de mercado opere según lo plantea el postulado de la libre competencia? Si algo ha desnudado la Mesa Única de Penonomé es que quienes impiden la libre competencia y el desarrollo de nuevas unidades productivas exitosas son los mismos oligopolios, con sus representaciones gremiales en el Conep y la Cámara de comercio de la capital.
Una razón importante de esta diversidad gremial, no la única, que sostiene esta contradicción entre empresarios/as de pequeños negocios respecto de los de grandes monopolios y oligopolios, es la ideología predominante en los asociados de los líderes de estas agrupaciones de la Fedecamaras.
En estos, abunda una ideología “esperanzadora”—los “oligopolios mañana serán más solidarios” o “si el gobierno crea condiciones para crecer, seré grande”… Como los oligopolios— es decir, hay más ingenuidad frente a la realidad, que razonamiento crítico ante lo práctico. Recuerdo a un compadre que fue presidente de una de las cámaras de comercio del interior, cuando en más de una ocasión tuvo la producción detenida a causa de cierta escasez de su materia prima, pero más que eso, me decía con molestia, porque dicha materia prima la controlaba uno de los monopolios en el sector agrario que ha tenido influencia en casi todos los gobiernos.
La “Gran alianza”, integrada por unas 150 denominaciones, aunque muchas de ellas son cascarones gremiales, buenas para abultar magnitudes o son, distintos “sombreros gremiales” cooptadas por las élites económicas. De acuerdo a lo dicho por la gente, hacen parte de géneros no solamente productivos, sino de las más variopintas actividades, tales como gremios “cívicos”, “asociaciones de padres de familia”, entre otros. Ojalá nuestra colega universitaria, la profesora Alicia Jiménez, presidenta de Fedecamaras, visualice que está en un terreno entre ovejas y lobos, para que no primen los intereses de estos últimos y reconozca que hay más cercanía entre las agrupaciones de pequeñas empresas y las organizaciones populares que están en la mesa de Penonomé, que también son ovejas, que la que se imagina mucha gente.