• 16/11/2010 01:00

La pérdida de un gran ciudadano

Durante los cinco años que estuve al frente de la política comunicacional del Banco Nacional de Panamá, tuve la extraordinaria oportunid...

Durante los cinco años que estuve al frente de la política comunicacional del Banco Nacional de Panamá, tuve la extraordinaria oportunidad de organizar eventos vinculados al sector agropecuario de nuestro país, tales como las ferias regionales y los encuentros agropecuarios. A través de los mismos se produjo un franco lazo de admiración por la gente que en el día a día trabaja intensamente por el desarrollo del país.

Uno de los personajes que tuve el privilegio de conocer fue el ingeniero agrónomo Rodolfo Raúl Moreno Cedeño, mejor conocido como ‘Fito’. Santeño de nacimiento por los lados de Sabana Grande, pero adoptado por los herreranos, donde realizó por muchos años una intensa labor ganándose el respeto de todos los que lo trataron, tanto en el plano personal como en su condición de empresario digno e infatigable.

Siendo cliente del Banco Nacional de Panamá, se sentía muy vinculado y agradecido con la más importante entidad financiera del país, por lo que nunca dudó en brindar su aporte para que los eventos organizados en Azuero se realizaran con el mayor éxito. No recuerdo haberle escuchado una palabra templada o una actitud impropia. Todo lo contrario. Siempre presto a colaborar más allá de cualquier esfuerzo a favor de sus colegas productores.

Reconozco que durante ese lapso también me encontré en otros sectores del país con gente agradable y con deseos de atender cualquier petición en los eventos ya señalados. Sin embargo, mi amigo ‘Fito’ siempre ponía el kilómetro adicional en ese deseo de contribuir en los planes de ayuda a su gente del agro y del sector pecuario.

Para uno de los últimos encuentros agropecuarios realizados durante la gestión de Juan De Dianous, en los terrenos de la Feria de Azuero se le ocurrió a nuestro equipo de trabajo la buena idea de ambientar el área de la entrada al local donde se realizaría el mismo.

Por varias semanas estuvimos en busca de una carreta, pilones, tinajas, pacas de heno, etcétera, en diferentes lugares, sin poder concretar un acuerdo beneficioso para la entidad. Entonces se me ocurrió consultar con Fito para que me indicara en qué sitios podríamos encontrar gente dispuesta a darnos la mano.

No fue necesario. Él se encargó de todo. Me dijo, con la sonrisa que lo caracterizaba, que dos días antes del evento tendríamos lo que buscábamos. Y así fue. En uno de sus camiones trasladó una vistosa carreta típica, las pacas, las tinajas, varios pilones y otros utensilios que identifican al sector agropecuario.

A nuestra pregunta sobre los costos, simplemente nos dijo: ‘Por el Banco y por ustedes, que son mi gente, hago lo que sea, así como ustedes (el BNP) confiaron en mis proyectos y siempre me respaldaron’.

El martes último recibí una llamada terrible. Fito Moreno acababa de fallecer luego de una corta lucha contra una enfermedad mortal. Sentí que la vida era injusta, precisamente contra un hombre trabajador, inteligente, tenaz y siempre dispuesto a tender su mano amiga. Tenía varios días, desde que me enteré de su padecimiento, tratando de contactarlo, cuestión que fue imposible. Me dijeron que los médicos le habían limitado las llamadas.

Tenía 71 años. Había nacido un 22 de enero de 1939, y como dijera, desde muy joven tomó la decisión de trasladarse a Chitré desde donde trabajó incansablemente. Era dueño del Hotel Versalles, del almacén agropecuario La Estrella y de la ganadera Moreno, entre otros negocios donde supo ser leal y amigo con sus trabajadores, e incondicional con sus amigos.

Me quedan los recuerdos de las muchas conversaciones en las que nos transmitía su amor por todo lo que le rodeaba. Cuando supo que ya no trabajaba para el Banco me llamó y me ofreció interceder, pero mi respuesta le impidió hacerlo. Así era él. Entregado y de una solo pieza en su lealtad.

La última vez que lo vi fue durante un Seminario Taller Agropecuario, que realizamos en su finca ubicada en La Villa de Los Santos. Allí, como siempre, se esforzó para que sus trabajadores limpiaran el área, cortaran los arbustos, nivelaran el terreno, e incluso ofreció un brindis. No olvido sus palabras ese día, cuando se refirió al esfuerzo que todos como panameños teníamos que hacer en beneficio del país.

Nos queda la nostalgia de su amistad, pero igual la satisfacción de haber conocido a toda una personalidad como él. Honesto, sencillo, humilde y dispuesto siempre a colaborar con todos los que acudían en busca de su ayuda. Que Dios le dé el descanso eterno. Se lo merece.

*PERIODISTA.

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