• 10/03/2011 01:00

Mohamed Bouazizi, el grande

T unisia es un país árabe muy singular. No tiene petróleo y casi poco o nada importante que producir. Pertenece a la región del Magreb. ...

T unisia es un país árabe muy singular. No tiene petróleo y casi poco o nada importante que producir. Pertenece a la región del Magreb. Colinda con Algeria en el Oeste y Libia en el Sureste. Tiene poco más de 10 millones de habitantes.

Hasta hace poco, era un país reconocido mucho más por su pasado que por su relevancia actual. Fue un importante puerto para los fenicios, provincia de África en la época de los romanos, ocupada por los vándalos, bizantinos y finalmente por los árabes en el siglo VIII d. C., protectorado francés en 1881 y gobernado por varias dinastías hasta su independencia en 1956.

En tiempos modernos su fama se le debe a Zine El Abidine Ben Ali, un dictador corrupto y despiadado que la gobernó con mano dura desde 1987 hasta el 14 de enero de 2011, cuando se vio obligado a dejar el poder como resultado de lo que hoy se conoce como la Revolución de los Jazmines.

Seguramente el 17 de diciembre de 2010 Ben Ali disfrutaba, como lo había hecho por tantos años, de las mieles del poder y de la increíble fortuna que amasó durante los 23 años que gobernó. Pero ese día, en Sidi Bouzid, una pequeña ciudad tunesina de 40,000 habitantes, un vendedor de frutas de tan solo 27 años cambiaría para siempre la vida de Ben Ali y el futuro del mundo árabe. Esta región se encuentra hoy, en el medio de una revolución que, sin duda alguna, cambiará drásticamente la balanza de poder y las relaciones de los países árabes con el resto del mundo.

Tarek el—Tayyib Mohamed Ben Bouazizi se inmoló ese 17 de diciembre frente a la Casa Municipal de su pueblo en un acto heroico, de coraje y rebeldía, en señal de protesta por la humillación que le causó la bofetada que le profirió una funcionaria municipal, por el solo hecho de haberse resistido a pagar la coima que, durante muchos años, Mohamed Bouazizi había estado obligado a pagar para poder vender sus frutas en una de las principales calles de Sidi Bouzid.

A Bouazizi se le conoció siempre por ser un hombre pacífico, apolítico y trabajador. Tal habría sido su ira, que se atrevió a desafiar la autoridad local con su propia vida y, con esa acción, desató una cadena de protestas en un país donde pocas veces la gente se quejaba, porque, además, estaba prohibido protestar. Ante el evidente malestar de los tunesinos, el presidente Ben Ali apareció en la TV local visitando a Bouazizi en el hospital donde permanecía luchando, entre la vida y la muerte, producto de las quemaduras que cubrían el 90% de su cuerpo.

Esa transmisión en la TV indignó aún más a toda la nación. Las protestas se intensificaron y el gobierno reaccionó violentamente disparando y matando indiscriminadamente a muchos de los manifestantes. Esas imágenes, plagadas de crueldad, se reprodujeron rápidamente a través de las redes sociales del Facebook, Twitter y YouTube, que al final del camino terminaron tumbando al infalible Ben Ali.

Mohamed Bouazizi dio su vida hastiado de la corrupción rampante que por muchos años imperó en su país. Fue un acto heroico y trascendental. Estuvo dispuesto a darlo todo para señalar su inconformidad. Lo que jamás pudo imaginar es que, con esa acción, cambiaría para siempre la vida de tanta gente.

Logró derrocar a una de las más férreas dictaduras y desafió al mismísimo Ben Ali. Con su muerte prendió la chispa de un movimiento transnacional, cuyas llamas avanzan sin cuartel por todo el Oriente Medio.

Hoy, muchos regímenes, que parecían fuertes e invencibles, sucumben y se tambalean. Se enfrentan a sus propios ciudadanos. Gente de todas las edades y de todos los sectores que demanda más trabajo, mejores servicios públicos y menos desigualdad, pero, sobre todo, gente sedienta de libertad. Esa que por tantos años les reprimieron.

Los restos de Bouazizi permanecen en silencio en algún lugar de Tunisia, pero el grito de su desesperación late fuerte en el espíritu de muchos que hoy luchan por alcanzar la democracia y la esperanza de poder vivir en libertad.

Bouazizi, fue un grande y la historia tendrá que juzgarlo para siempre como la semilla que germinó y le dio vida a lo que hoy se conoce como la Revolución de los Jazmines.

*PERIODISTA.

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