• 07/04/2020 00:00

La guerra del presidente, y de Dios

Cuando escuché al presidente Laurentino Cortizo Cohen hablar de que enfrentamos una guerra contra el coronavirus, les confieso que me sorprendí con letras mayúsculas y en negritas.

Cuando escuché al presidente Laurentino Cortizo Cohen hablar de que enfrentamos una guerra contra el coronavirus, les confieso que me sorprendí con letras mayúsculas y en negritas.

Mi sorpresa aumentó cuando el mandatario, luego de haberse dirigido en cadena nacional al país para anunciar una serie de medidas para enfrentar la pandemia, pidió oración al pueblo panameño, reconociendo que solo con la ayuda del Todopoderoso, sería posible derrotar a este enemigo invisible.

Desde ese día, aunque las circunstancias aún son graves, para mí, la balanza se inclinó a favor de Panamá y los panameños.

Tan pronto el jefe del Ejecutivo puso a Dios por delante como protector, un escudo espiritual cubrió Panamá, para garantizar la eventual victoria en esta guerra que podría parecer desigual.

Ni la adversidad económica ni las plagas ni la incertidumbre social toman por sorpresa al que confía en Dios… ni lo intranquilizan.

Muchas veces, como decía el sabio escritor C.S. Lewis, “el dolor y el sufrimiento son el megáfono de Dios para alertar a un mundo sordo”.

Y es que, ciertamente, cuando las cosas van mal o nos asusta lo desconocido, es cuando vamos en busca de Dios.

El que “todo lo puede” sabe todo lo que está pasando en nuestro mundo con la aparición del coronavirus.

También sabe lo que ha de venir. Él lo ha orquestado todo perfecta y sabiamente para que se cumplan sus propósitos eternos, redentores y para glorificarse a sí mismo.

Dios se preocupa cómo las circunstancias adversas afectan las vidas de sus hijos, pero no de las circunstancias en sí.

Y esas circunstancias pueden ser a veces intensas y dolorosas, pero no hay necesidad de que te abrumen o roben la paz.

De hecho, al final, cualquier cosa que nos haga necesitar a Dios es una bendición.

Las crisis pueden brindar oportunidades para que el pueblo de Dios florezca espiritualmente, reconozca que en el Altísimo está la fortaleza de los siglos para siempre.

Hoy, de cara a la realidad que enfrentamos, no hay otra alternativa que mirar hacia lo alto, en lugar de fijar la mirada hacia donde impacta la pandemia.

Los tiempos turbulentos de temor por el coronavirus, deben despertar un avivamiento espiritual tanto de la Iglesia como del Gobierno. Y sin duda alguna el mandatario lo leyó y entendió así.

Dios usa cualquier adversidad para mostrarnos lo que hay en nuestros corazones, para purificarnos y para que profundicemos acerca de nuestra dependencia de él.

Los tiempos de dificultad como el que en la actualidad enfrenta Panamá, pueden convertirse en tiempos de gran bendición, ya que el país entero vuelve su corazón al Señor.

Los tiempos difíciles pueden ser considerados un medio para la disciplina de Dios, tanto en lo personal como colectivo.

Pero frente a todo lo que nos preocupa, nunca debemos olvidar que Dios nos ama y que esta crisis que enfrentamos por lo del coronavirus, no es para siempre, y que Él la permite, según sus propósitos, que siempre son buenos para nosotros.

Los tiempos de dificultades económicas, de pérdidas o de crisis, exponen lo que es más importante para nosotros. Debemos poner nuestra confianza en el Señor. No permitas que el miedo te lleve a lugares que Dios no quiere que vayas.

No dejes que el impacto de la pandemia te robe la alegría y la capacidad de soñar, no importa que cada día haya más casos y la situación parezca empeorar en Panamá y el mundo.

¡Dios está en control, no temas!

Periodista
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