• 09/02/2023 00:00

Históricos mandatos progresistas

“El silencio cómplice y la inmovilidad generalizada, no pueden ni deben ser alternativa para propios y extraños en la república de los primos [...]”

Nos ha tocado en suerte vivir en dos siglos diferentes, y asimilar lecciones de paradigmas revolucionarios, que ofrendaron sus energías y líquidos vitales para romper infames cadenas coloniales, repetidas en el presente, entre otros, y solo para citar algunos de ellos, Simón Bolívar, José Martí, Augusto César Sandino, Carlos Fonseca Amador, Farabundo Martí, Ché Guevara y los comandantes invictos Fidel Castro Ruz, Hugo Rafael Chávez Frías, lo mismo que el líder popular inmolado en cerro Marta Omar, Torrijos Herrera.

Ese formidable legado revolucionario de actores en un pretérito que permanece actual y dinámico, ha sido –y lo es- fortalecido con las enseñanzas de ciudadanos comprometidos en la gran tarea de edificar un mundo diferente, aunque son muchos los seudoprogresistas cercanos y lejanos, quienes, con su crónico y enfermizo entreguismo, están al servicio de la bestia -666- genocida imperialista.

En distintas épocas de nuestra vida, hemos tenido –y tenemos- el privilegio de ser iluminados por visionarias y patrióticas inteligencias, que nos enseñaron, con su ejemplo cotidiano, a no claudicar, a pesar de las adversidades, a ser consistentes en el combate diario a favor del perfeccionamiento inconcluso de la independencia nacional, sometidos todos a un nefasto tratado de neutralidad.

Esa necesaria docencia nos permitió sumarnos a la defensa de la golpeada Madre Tierra, del ambiente y de todas las especies, en virtud del maridaje escandaloso entre voceros oficiales y particulares, con los promotores de proyectos que se traducen en un infame ecocidio, contaminación indiscriminada de fuentes hídricas y envenenamiento generalizado. Tal desastre imperdonable es el que se da en la actualidad, en regiones diversas del país, entre otras, Donoso, Coclé del Norte y, seguramente en Veraguas y, cuidado, que también puede ocurrir en otras partes de esta permanente república festiva.

El silencio cómplice y la inmovilidad generalizada, no pueden ni deben ser alternativa para propios y extraños en la república de los primos, quienes, desde la separación de Colombia, inyectaron absurdo conformismo, para someter a una ciudadanía apática a sus aberrantes caprichos y distraerla de la gran farsa democrática en la que vivimos, que se profundiza con la legión de partidos sin ideología, ni planes concretos sostenibles, donde la mayoría y cada uno, busca permanecer o ascender a cargos públicos, sin que les importe, ni interese, el desprestigio panameño en el ámbito mundial y, menos aún, los traumas que padece una colectividad sin futuro, ni esperanzas.

En todas las etapas de nuestra vida productiva, hemos tenido la suerte de contar con teas encendidas progresistas, ya sea a través de la lectura de documentos fundamentales, los viajes a sitios históricos diversos de la Patria Grande y universal, y el contacto directo con amigos y ciudadanos forjados en la lucha socio, política, ambiental y nacionalista, cuyos nombres no citamos, y que todos saben quiénes son, para no omitir ninguno, en una larga lista de forjadores de nuestras bien fundadas convicciones ideológicas.

De esta manera damos contenido a históricos mandatos progresistas, que no deben, ni pueden morir en la cuna de la indiferencia, porque sería un brutal golpe bajo a valores humanos de todos los tiempos, que nos señalaron la senda digna correcta y a no vivir de rodillas, ante mercaderes del templo de la patria y apátridas vendidos al genocida imperio hegemónico, que lucha por preservar su nefasta hegemonía unipolar, destinada a su fin y al más rotundo fracaso.

Y es que el belicoso Gobierno de ese país, junto con lobistas judíos y de todos lados, es fábrica de guerras fratricidas, autor de criminales intervenciones militares en todas partes, es uno de los principales productores de gases efecto invernadero (numerosos huracanes anuales –mínimo 19-, el corredor de tornados –Texas- y la reciente muerte por congelamiento de ciudadanos), que significará, a corto plazo, el apocalipsis universal, pero también, su propio suicidio.

A todo lo expuesto se suma la falla de San Andrés, que atraviesa California y se extiende a lo largo de 1300 kilómetros, que puede significar, y no lo deseamos para nadie, que está muy cerca el “Big One”, que los sismólogos interpretan como un terremoto catastrófico, sin contar lo que podría ocurrir si se activan las Placas del Pacífico y la de América del Norte.

Periodista y escritor.
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