• 07/10/2023 00:00

La hoguera de las vanidades

La vanidad y la arrogancia suele perjudicar a quien la experimenta, pero mucho más a quienes la sufren [...]

“No podemos ponernos en manos de falsos profetas, que viven inmersos en su propio relato y se creen sus propias fantasías”, (Yoval Noah Harari).

Savonarola, nacido en Ferrara, Italia en 1452, religioso dominico, fue enemigo declarado de la corrupción, el afán de poder, y en general de la vida superficial. Con sus incendiarios sermones denunció la decadencia moral y política de las instituciones y sociedad de su época. No es difícil imaginar que acabara siendo excomulgado y condenado a la hoguera por la inquisición.

La más famosa hoguera de las vanidades se dio cuando sus enardecidos seguidores recogieron y quemaron, en público, miles de objetos en Florencia durante la fiesta del martes de carnaval. Su objetivo era la quema de todo lo considerado pecaminoso, artículos de vanidad como espejos, accesorios refinados, libros inmorales, entre otros lujos decadentes.

Este hecho recogido en los anales de la historia y la alegoría que representa sigue vigente, pues la naturaleza humana se consume por la frivolidad, el egoísmo y la superficialidad.

¿Qué es la vanidad? Se menciona muchas veces en la Biblia con referencia a la necedad y la mentira, así como a la altanería y arrogancia; la idolatría exacerbada del individuo que lleva a renunciar a todo principio ético, moral y así a la salvación.

Esta creencia excesiva en las habilidades propias o su influencia en los demás, es un tipo de arrogancia, y una expresión desmedida de la soberbia, y como resultado se tiene una autoimagen inflada.

La vanidad y la arrogancia suele perjudicar a quien la experimenta, pero mucho más a quienes la sufren, que en el caso de los políticos, somos todos.

En la política, los ciudadanos que cada cinco años tenemos el derecho y la obligación de decidir nuestro futuro hemos de someter “metafóricamente” a todo candidato a cargos de elección popular, a la “hoguera de vanidades” que los despoje de sus adornos superficiales, de promesas vacías de contenido y nos permita conocer su verdadera naturaleza.

Hipotecamos nuestro futuro si seguimos premiando a aquellos que llevan toda su vida faltándole el respeto a la verdad. Aunque es evidente que la mentira es una vieja herramienta política, aún estamos a tiempo de castigar a aquellos que nos mienten.

Actualmente, preocupa el gran nivel de aceptación de falsedades, por muchos sectores de la sociedad que consumen y forman sus opiniones en información no contrastada obtenida básicamente de las redes sociales.

La democracia está constantemente acechada por mentiras “institucionales”, muchos políticos nos mienten; las redes sociales y medios digitales mienten; los canales de televisión al defender sus intereses a veces nos mienten y todo esto redunda en la construcción de una gran desconfianza social.

De nosotros depende contrastar la información para elegir el camino correcto, a los políticos se les debe juzgar por lo que hacen y no por lo que dicen.

La hoguera de las vanidades nos invita a apartar lo superficial, a ignorar los adornos y promesas vacías de contenido. Analizar la vida y la trayectoria de cada uno de los candidatos; sus valores morales, sus aciertos y desaciertos, en suma, sus hechos que los califican para representarnos en la situación tan difícil que enfrenta nuestra nación.

Queremos propuestas reales de solución a nuestros problemas y capacidad para gestionarlas. La experiencia es fundamental, ya que los periodos de gobierno son cortos y no los hemos elegido para que aprendan a costa nuestra.

Hagamos a un lado a esos infatigables promotores de sí mismos, políticos narcisistas que solo buscan su bienestar personal, ya que sus límites y carencias se harán evidentes por sus acciones.

“Por sus obras los conoceréis”, nos dijo un judío de palestina que no aceptaba compromisos ni hipocresía.

Docente universitario
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