La presidenta del Banco Europeo de Inversiones, Nadia Calviño, visitó Panamá por primera vez para fortalecer la relación con la Unión Europea y avanzar...
Esta semana Panamá vivió unos días de euforia y otros que se sentían como cuando un hilo se enreda en las manos de un niño de 4 años.
Por un lado, nuestra selección de fútbol pasó de ser una de las cenicientas del área de Centroamérica en Concacaf, a ser la 4ª mejor de toda la conferencia y la mejor de los países centroamericanos. Todos los residentes de Panamá celebramos con mucho fervor los goles que metieron nuestros muchachos en el estadio que lleva el nombre de uno de nuestros primeros “legionarios”, el inolvidable Rommel Fernández.
Todos teníamos el derecho a celebrar y disfrutar esa sensación que solo por segunda vez en nuestra historia pudimos experimentar. Ya no con un gol cuestionado, sino con una excelente disposición y ejecución de un director técnico a quien la dura afición pedía que fuera reemplazado y a unos jugadores supremamente criticados, a veces con mucha razón.
La realidad fue que clasificamos de manera directa al Mundial FIFA 2026 y tendremos a nuestro onceno luciendo la roja con todo ese orgullo que no cabe en un pecho entero. Y como todo tiene su lado bueno y su lado malo, todos los que salieron a celebrar esta clasificación, tuvieron un comportamiento que, si los calificáramos, de la misma manera que se califican a los jugadores por su desempeño en la cancha, obtendrían un 3.5, por decir lo máximo.
Para poner un ejemplo del cual me tocó ser testigo, la Calle 50 amaneció tan sucia como para un lunes de carnaval. La gente tiene derecho a celebrar, pero a hacerlo dentro de un marco mínimo de orden. En la referida avenida, una de las principales de la ciudad capital, se veían autos parqueados sobre la calle en ambos costados, mucha gente a pie entre ellos y un carril para que quienes se atrevían a conducir por esa principal arteria lo hiciera a una velocidad inferior a 5km/hora.
Se vieron autos estacionados dentro de jardines de residencias privadas sobre Calle 50 y en las calles de acceso a esta vía. Basura por todos lados y desorden en general.
Había una “discoteca” dentro de cada auto con sus respectivas bocinas que de verdad no sé cómo alguien podía escuchar una u otra. Todo esto hubiera estado súper bien, si a la 1 o 2 de la mañana se hubieran retirado para ir a descansar y ofrecer su mejor esfuerzo en favor del país. La realidad fue otra ... Un popular cantante decidió ofrecer un concierto gratuito a las 3 y pico de la mañana, por ende, quienes residen en los alrededores no pudieron conciliar el sueño y la productividad de éstos fue grandísimamente inferior a lo regular.
Las discotecas no fueron apagadas como hasta las 4 de la madrugada. Los residentes de San Francisco principalmente tampoco pudieron descansar. Por ende, ese día tampoco pudieron rendir de acuerdo con lo que se espera de ellos.
Podemos buscar muchas excusas y justificaciones, pero la realidad es que no se vieron policías, excepto por una columna de guardias armados que ni siquiera se tomaron el trabajo de dirigir su mirada a las personas en la calle. No hubo ningún tipo de control ni de respeto hacia nadie.
Por otro lado, los medios se han hecho eco de una “trifulca” entre diputados y gobernantes por un viaje al cual fueron invitados varios diputados a un país con el cual no tenemos relaciones diplomáticas. Debo coincidir con el presidente cuando dice que no se pueden negociar tratados ni nada similar, pues es una prerrogativa del Órgano Ejecutivo. Sin embargo, no creo que a nadie se le puede prohibir visitar a un país con el cual tenemos una larga historia y con el cual rompimos relaciones no hace mucho. De hecho, todavía hay mucho negocio que se hace con este.
No creo que nadie le debe indicar a Panamá con quien debemos cultivar los lazos de amistad y empresariales y con quien no. Y llamando a la cordura, no debemos buscar convertirnos en un peón de un juego de ajedrez que va mucho más allá que nuestras fronteras.
Todos debemos trabajar con ahínco para echar este país para adelante, con todo el esfuerzo de todos los que aquí vivimos.