• 18/03/2021 00:00

Inversión privada, el imperio de la Ley, y el populismo

“En lugar de luchar porque el país inicie un proceso de reorganización de su sistema educativo, […], vienen fomentando un ataque frontal en contra de algunos pilares de la estructura económica […]”

A través del tiempo, y dentro del contexto latinoamericano, Panamá ha logrado fomentar la inversión privada, tanto local como extranjera, la cual, en conjunto con otras características de su estructura económica, han resultado en el desempeño alcanzado a partir del año 1990, y que ubican a Panamá dentro de los países con mejores indicadores económicos. Sectores como la banca, el comercio, la construcción, y más recientemente la minería, han jugado un papel significativo en el crecimiento y empleo. Sin embargo, es preocupante, sobre la base de un discurso populista, que algunos de estos sectores están siendo atacados, arriesgando la estabilidad sobre la cual han sido construidos y poniendo en riesgo su continuidad como fuentes de empleo, bienestar y desarrollo.

Hasta 2019, y según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), Panamá registró un crecimiento económico por encima del promedio de Latinoamérica, y en especial, por encima no solo de las dos economías más relevantes de la región, México y Brasil, sino que también por encima del país insignia en materia de desarrollo -Chile. Entre 1990 y 2019, y previo a la pandemia, Panamá registró un crecimiento promedio anual del producto interno bruto (PIB) de 6 %; Latinoamérica, 2.7 %; México y Brasil, por debajo de 3 %; y Chile, 4.6 %. Estos resultados, sin prejuicio de que Panamá no ha tenido el mismo desempeño en materia de progreso social, le permitieron al país alcanzar el ingreso per cápita más alto en la región, acercándose a los $16 000, prácticamente el doble que el promedio de la región, y sobrepasando a México y Brasil, ambos por debajo de los $10 000 per cápita, y compartiendo el liderazgo en este indicador con Chile, que se ubica alrededor de los $15 000 per cápita. En este periodo, a pesar de que los indicadores de pobreza y pobreza extrema -de manera global- reflejan una mejoría sustancial, nuestro reto como país continúa siendo transformar el crecimiento en desarrollo -y los indicadores más comprensivos, como el de pobreza multidimensional y progreso social, claramente apuntan a este reto gigante.

Esta brecha ha sido y está siendo aprovechada por el discurso populista, que se aprovecha de las deficiencias del Estado para promover lucha de clases y la xenofobia, y elevarse como el próximo mesías -y esperando eventualmente elegirse democráticamente para luego usurpar el régimen democrático y establecer un régimen totalitario; este discurso ya no conoce izquierda o derecha, y ya no está limitado a países emergentes.

En Panamá, observamos con preocupación cómo el discurso populista y de lucha de clases se desarrolla, y se monta sobre las brechas en igualdad de oportunidades para fomentar el odio y la xenofobia en nuestra sociedad. En lugar de luchar porque el país inicie un proceso de reorganización de su sistema educativo, a mi parecer el principal reto para promover un desarrollo humano comprensivo, vienen fomentando un ataque frontal en contra de algunos pilares de la estructura económica, como el sector financiero, y de la inversión privada, como es el caso de la nueva mina de cobre.

El sector bancario en Panamá, que se organizó a partir de 1970, lidera, sin duda alguna, la banca regional, y es parte fundamental de la fortaleza relativa que tiene la economía panameña en la región. La banca representa hoy en día 8 % del PIB, operan más de 50 instituciones nacionales e internacionales, con un patrimonio de $16 000 millones, y ofrece puestos de trabajo a más de 25 000 profesionales. La banca apoya el desarrollo nacional a través de los más de $54 000 millones en facilidades de crédito, y representa un 7 % de la producción nacional.

En la misma dirección, y lo menciono por efectos de representar la inversión privada más significativa de Panamá, de unos $6700 millones, la actividad minera que, hasta la entrada en operación de la mina de cobre en la provincia de Colón, representó menos de 1 % del PIB hasta 2002, pasando hasta 2 % en 2017, con la entrada en operación de la nueva mina. El PIB de esta actividad ha pasado a representar unos $2000 millones y 4 % de la producción nacional, a finales de 2020. De igual forma, esta actividad ha permitido aumentar significativamente las exportaciones del país, alcanzando $1725 millones en 2020, un aumento de 15 %, y siendo el rubro de cobre y otros minerales el principal producto de exportación -sobrepasando los $1000 millones en exportaciones.

Desafortunadamente, hoy ambas actividades, la banca y la minería, las cuales son clave para el presente y futuro desarrollo nacional, están siendo atacadas por quienes de manera irresponsable profesan un discurso de odio, promoviendo cambios en la estructura regulatoria y jurídica de estas importantes actividades. Es crítico que el marco regulatorio y contractual de estas actividades se mantengan y prime el imperio de la Ley, y no sufran cambios producto de este discurso populista, destructivo y dañino para la inversión nacional e internacional.

PhD Ingeniería Industrial.
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