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- 20/02/2011 01:00
El interrogatorio judicial
T engo experiencia en esto del interrogatorio, una prueba fácil de lograr, pero difícil de estructurar debidamente, sea por falta de conocimiento, la prepotencia reflejada en el interrogar, ignorar la calidad del testigo o desconocer su captación de la información del medio, que es a través de los ojos, oídos y las emociones. Esto pareciera sencillo, pero resulta todo lo contrario, es más, como el cuerpo habla en su conjunto, es más fácil percibir por los gestos, que lo que se recoge con las palabras.
Ahora todo se hace por computadora, un medio convertido en una gran máquina de escribir, a pesar de sus otras particularidades. Ligado a esto, resulta adverso que el declarante pueda leer la pantalla, porque se pierde la atención y se contamina con la información. Hace poco pude asistir a una indagatoria de varias personas y el secretario montó cada declaración sobre la otra, y el deponente pudo saber lo que el anterior contestó. No dije nada, porque los abogados somos convidados de piedra en estas diligencias.
Como todo en esta vida, se tiene un prólogo, logo y epílogo, el cuestionario que se hace al testigo es sencillo mientras se analiza su idioma corporal. El interrogatorio es una ciencia y es un arte; es una elaborada pieza que debe embonar o no; es ese supuesto rompecabezas que constituye un expediente. Si encaja forma parte de esa reconstrucción de lo ocurrido. Lo otro sobra, contamina, distorsiona, contrasta y qué sé yo.
Esto es todo un mundo y los testigos puede ser: voluntario, obligado, hostil, oportuno, presencial, de referencia, de cargo, amigo o enemigo del acusado, etcétera. Esta calidad debe ser detectada en una previa entrevista antes de iniciar la diligencia. Para estos efectos hay una serie de técnicas, como la llamada caliente y frío, que consiste en tratar mal para que se madure al sujeto por entrevistar, mientras otros lo tratan bien. Llega un momento en el que teme a unos y se siente bien con otros o, por lo menos, empieza a sentir confianza. Esto de caliente puede ser al extremo de graves amenazas, como lo contrario es ofrecer cigarrillos —si es que todavía se fuma—, bebidas, comidas o teléfonos.
Me refiero a los interrogatorios que se hacen en los asuntos penales ante la Policía que lo apremia, conduce o cita en tonos impropios, como es una costumbre, si el encuentro es frente a un rostro adusto, un tono agrio y comportamiento austero. Siempre mencionan al superior y el interés de conversar, pero el no hablar es un preámbulo sombrío en el que juegan los ratones de la mente, mientras carcomen la tranquilidad. Lo sientan en un lugar incómodo, con una temperatura inapropiada, entre lo mínimo o lo máximo. El lugar apagado y alejado de todo contacto, como para que se desate el pensamiento. Dicen que el miedo también puede ser por lo que no se conoce.
De vuelta a lo medular, hay quienes afirman que el humano nació para decir la verdad, un asunto que se oculta si hay presiones o temor por los compromisos. Existe la llamada prisionalización, un concepto que explica que se aprende a callar, a no decir lo que ha ocurrido ni siquiera en caso de que el silencio perjudique, pero es una postura que a la larga sale más comprometedora que la de convertirse en testigo de cargos, que es cuando la persona acusada es condenada con las pruebas testimoniales aportadas.
Volvemos al sujeto en el lugar, frente a la computadora y el emisor, en su afán por escribir con dos dedos y el rústico golpeteo. Todo esto distrae y contamina. Qué, cómo, dónde, cuándo, quiénes, serían, entre otros, los adverbios que deben prevalecer. Si lo que deseamos saber es: ¿qué pasó?, ¿cómo pasó?, ¿dónde?, ¿cuándo fue eso?, ¿a qué hora se dio?, ¿quiénes estaban?
Pero antes de ellos, como lo advertimos, hay que develar la calidad del testigo con la siguiente primera pregunta: ¿explique su comparecencia al despacho? o ¿cómo fue citado? Según las respuestas que pueden ser satisfactorias o habrá que ampliarlas para poder sintonizar al sujeto en su condición de testigo y su forma de percibir por medio de sus sentidos los fenómenos exteriores. Claro que antes de la declaración se debe mostrar agradable y con una conversación amena, y antes de captar las generales en el acta, por las respuestas como ‘yo vi’ o ‘lo pude observar’, ‘me pareció escuchar’, ‘los ruidos me despertaron’ o ‘en eso sentí’, ‘a mí me pareció’. Con estas respuestas podemos conocer dicha fuente, mientras corroboramos las razones de su comparecencia. En la próxima entrega me comprometo a explicar cómo se puede interrogar a un extraño que llega nervioso, pero, al final, se siente cómodo y cooperador.
*ABOGADO Y PROFESOR UNIVERSITARIO EN LA MATERIA.