• 11/05/2025 23:00

La crisis civilizatoria ante el orden global emergente

El mundo atraviesa una profunda crisis civilizatoria, caracterizada por tensiones geopolíticas, acelerados avances tecnológicos, colapsos ecológicos y transformaciones estructurales en el orden económico internacional (Huntington, 1996; Rifkin, 2010; Chakrabarty, 2019; Kaplan, 2025). Esta crisis se manifiesta en múltiples dimensiones: desde el deterioro ambiental y la desigualdad social, hasta la fragmentación de las identidades colectivas y el debilitamiento de las instituciones políticas. Donde las distintas regiones del mundo asistirán a un ciclo marcado por la incertidumbre, donde la tecnología, la fractura de la gobernanza y el reequilibrio del poder global redefinirán el destino de naciones y Estados.

En este escenario, el mundo asiste a una transición hacia un orden multipolar, donde potencias emergentes como India y Arabia Saudita se posicionan como actores clave en el sistema internacional, interactuando con bloques encabezados por Estados Unidos, China y la Unión Europea. Esta pluralidad de centros de poder genera una coexistencia regionalizada donde unos países apuestan a la globalización más profunda, otros refuerzan la soberanía nacional, y otros más priorizan la estabilidad política por encima de la apertura económica.

En paralelo, las tecnologías de uso transversal, el envejecimiento poblacional y la competencia por recursos energéticos sostenibles configuran un entorno en el que el acceso a tecnologías limpias y a la conectividad digital marcará la diferencia entre los países con capacidad de adaptación flexible y aquellos que quedarán rezagados por las desigualdades. Este ciclo tecnológico impactará los tejidos productivos, las instituciones y las estructuras sociales, reconfigurando tanto la vida familiar, el trabajo, como la vida cotidiana.

Asimismo, la globalización ha expandido el alcance de las instituciones más allá de las fronteras nacionales, transformando hábitos culturales, identidades y relaciones interpersonales. Sin embargo, esta interdependencia global también ha dado lugar a una creciente polarización política. Diversos informes internacionales señalan que, en los últimos cinco años, al menos dos tercios de los países han registrado un aumento significativo de la polarización social y política.

Este complejo panorama plantea a los Estados una doble condición: por un lado, deben dotarse de herramientas para asegurar el desarrollo sostenible; por otro, deben enfrentar la incertidumbre generada por esas mismas herramientas. La respuesta a estos desafíos requiere una renovada voluntad política y una interacción multilateral que permita construir consensos en un entorno crecientemente fragmentado.

En el marco de estos cambios, las regiones como América Latina se encuentran ante cuatro posibles vías de transformación, cada una con su propia matriz Estado-sociedad-política: la democrática, la autoritaria, la populista y la liberal. Cada vía implica no solo distintos tipos de cultura política y sujetos colectivos, sino también proyectos societales divergentes que coexisten con múltiples crisis superpuestas y yuxtapuestas que enfrenta la región.

La crisis civilizatoria ha sido analizada por las ciencias sociales contemporáneas. Ulrich Beck la describe como el surgimiento de una sociedad del riesgo, donde los peligros globales —como el cambio climático, las pandemias o la inestabilidad financiera— superan la capacidad de respuesta de las instituciones tradicionales (Beck, 1986). Zygmunt Bauman por su parte, la define como una etapa de modernidad líquida, en la cual las estructuras sociales y las identidades se vuelven frágiles, volátiles e inestables (Bauman, 2000).

Frente a esta complejidad, las explicaciones lineales y deterministas que tradicionalmente ofrecían las ciencias sociales resultan cada vez menos eficaces (Morin, 1986; Prigogine,1996; Maldonado, 2021). La realidad actual exige enfoques que reconozcan la interdependencia sistémica y la dinámica de los fenómenos emergentes en tiempo real mediante nuevas enfoques y tipos de análisis.

En este contexto, las naciones y los Estados deben anticiparse a las transformaciones globales en proceso con una estrategia que logre equilibrar soberanía, integración y democracia, sin renunciar a los derechos sociales ni a la sostenibilidad del planeta. Esta tensión plantea un dilema de fondo: ¿es posible construir una sociedad más equitativa y solidaria en medio de un entorno global crecientemente incierto y volátil?

*El autor es experto en políticas públicas
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