Una pareja de ancianos observa su vivienda dañada en la localidad libanesa de Aita al Shaab, de donde aún continúan desplazados casi dos años después del...

- 01/10/2025 00:00
Un video de esos que circulan por las redes sociales expone una breve estadística descriptiva de los cinco puentes más sofisticados y extensos en los países del istmo centroamericano. Dos de ellos están situados en Guatemala y Costa Rica y los tres más imponentes fueron construidos en Panamá: el Centenario, el de las Américas y finalmente el más largo el Atlántico, sobre el Canal de Panamá en el sector caribeño de Gatún.
La ingeniería local ha creado grandes infraestructuras que son un sello distintivo de la aplicación de tecnologías en el país. Estas parecen no tener límites, si contemplamos las mega obras que están en desarrollo como el túnel sobre el Canal de Panamá, la tercera línea del metro y las que han sido propuestas como el ferrocarril que se extenderá de la provincia de Panamá hasta Chiriquí.
Cuando los turistas llegan al territorio panameño se asombran de contemplar más de mil quinientos edificios de arriba de veinte pisos, panorama que no se experimenta en ninguna ciudad de Centroamérica. Esto resalta y llena de curiosidad a los visitantes al comparar tal despliegue en una urbe no tan amplia y cuyo perfil, podría caracterizar a metrópolis propias de países muy desarrollados.
Pero esa solidez inmobiliaria ¿representará de alguna manera una fortaleza en los cimientos morales de la sociedad nacional? Habría que tener en cuenta que el crecimiento de la construcción y tantas edificaciones no corresponden a un proyecto de desarrollo que tal sector haya planificado y concebido para responder a la prosperidad de la República.
En su mayoría, tal ampliación es el resultado de un inusitado, imparable y paradójico ritmo de negocios. De allí, se aprecia que una muy buena cantidad de tales gigantes de acero, cemento y vidrio presentan un bajo índice de ocupación y los espacios están vacíos a la espera de que haya un creciente sector de clientes que demanden tales posibilidades de adquisición dentro de una dinámica de especulación financiera.
Si ese es el escenario de obras físicas, ¿por qué no tenemos tal solidez en los valores, en la honestidad y la decencia? Si uno analiza la agenda del Ministerio Público y el Órgano Judicial, nota el exceso de gente subiendo y bajando las escaleras de los despachos y se asombra de tantos con cuentas pendientes con la justicia. Cada quien que llega a una posición de responsabilidad termina en un escándalo.
El investigador y teórico Norberto Bobbio al analizar la constitución de los estados y revisar las ideas de Platón, se refiere a los riesgos de la democracia y expone: “...cada cual es dueño de hacer lo que le plazca. —Así dicen. —Mas donde quiera que se tiene ese poder, claro está que cada ciudadano dispone de sí mismo y escoge a su antojo el género de vida que más le acomoda”. Esto implica que la falta de contenciones y criterios puede ocasionar vicios éticos.
Decía Alma Montenegro de Fletcher, abogada y ex procuradora que: “La corrupción pareciera se ha enquistado en los cimientos más profundos de la sociedad y las democracias del mundo parecieran ser incapaces de frenarla”. Si existieran fuertes principios para fortalecer las conciencias, se pudiera hacer frente a estas circunstancias; por el contrario, los ambientes hacen crecer las tentaciones y se generan oportunidades para la promoción de delitos.
No es un asunto de considerar el despropósito en el sector de la gestión pública únicamente. La corrupción llena los intersticios de un sinnúmero de prácticas: el sobreprecio en los negocios; los intereses en los compromisos del crédito; los servicios de clínicas que obligan a los pacientes a sacar pruebas en laboratorios; la importación de autos de segunda, sobrantes de pérdidas totales para entrar en el mercado nacional, entre otras muchas.
Pero es la propia formación del individuo la que hay que fortalecer si se quiere alcanzar una noción de ciudadanía que esté tan sólidamente armada como esos puentes de los que estamos orgullosos.