• 21/04/2024 00:00

Las arenas movedizas del destino

[...] los griegos consideraban el destino una fuerza superior no solo a los humanos sino incluso a los mismos dioses [...]

Los desiertos del mundo, como los numerosos mares de nuestro planeta, forman parte importante de las condiciones aleatorias que rigen nuestro destino. Estos dos elementos, terrestres y marinos, se entremezclan con muchos otros factores precisamente para guiar nuestro presente y futuro, al influenciar casi a su antojo nuestra propia historia, ya sea universal o personal.

Estos mares, tanto dulces como salados, cubren un 70% de nuestra superficie planetaria mientras que los desiertos fríos y calientes ocupan otro tercio adicional de nuestro espacio territorial, haciéndolos gigantes mitológicos en nuestra imaginación humana, tan solo ver los dioses griegos y egipcios Poseidón y Nun creados y venerados por ellos para deificar el mar, o Tifeo y Seth para regir los desiertos de su entorno.

En el caso de los desiertos, piedra y arena de remota antigüedad, su rejuego romántico nos ha dado además una perspectiva novelesca de nuestra propia existencia muy bien aprovechada por poetas, escritores y artistas para deleitarnos con sus múltiples invenciones y creaciones.

Sin duda, estos amplios espacios de mar y tierra son físicamente materia netamente geográfica, pero la naturaleza de su espaciosidad también se nos presenta como un problema general en filosofía.

Metafísicamente, el espacio en sí como realidad primaria, al ser una propiedad física de las cosas, es un “lugar absoluto” (Aristóteles habla de un “lugar natural” en su libro Física), o una “sustancia material” (la “res extensa” de Descartes en sus Meditaciones Metafísicas), o un “principio de ordenación” según Leibniz (ver su “Monadología”), todas nociones y temas del espacio de índole filosófica, con una larga trayectoria en el pensamiento humano.

Por ende, lo interesante de tratar la inmensidad del desierto, o sus arenas movedizas, como artífice de nuestras acciones, tiene como base la dialéctica conceptual mencionada arriba, justo porque el vasto espacio del desierto simboliza la estructura compleja y metafísica del destino, guía primordial de nuestra vida.

Es indudable que desde antes de nacer los humanos tenemos la necesidad de existir, sentimiento y deseo muy ligado a ese otro instinto básico de la reproducción, o sea de nuestra obligación de perpetuarnos a través de nuestros hijos. Este afán reproductivo se convierte en una fuerza ciega cuando ignoramos sus consecuencias, pues no siempre son buenas.

Como ya lo ha señalado el insigne Dr. Gregorio Marañón, este impulso fundamental humano se debe a nuestro miedo a la soledad, herencia de nuestra alma primitiva, temor hoy superado y convertido en un mero gusto por la soledad, si bien sigue viéndose reflejado en muchas de nuestras acciones.

Entonces, a la sombra de estas consideraciones sobre la antigüedad e inmensidad de los desiertos, la naturaleza metafísica del espacio y nuestro miedo primordial a la soledad, podemos retomar nuevamente nuestro tema principal: ¿Cómo estas “arenas movedizas” o condiciones aleatorias rigen nuestro destino?

Aquí cabe resaltar además que en la cosmología, tanto física como filosófica existen tres dimensiones que configuran la estructura formal de nuestra realidad: espacio, tiempo y materia. Es dentro de esta trilogía o conjunción estructural donde esas condiciones movedizas se entrelazan y mezclan como las arenas del desierto para configurar la inmensa cantidad de causas que determinan nuestra suerte en esta vida.

El destino, como poder sobrenatural, desplaza el libre albedrío, relacionándose más con la causalidad y sus factores causales, ya que todo tiene una causa y nada existe por azar. Por eso los griegos consideraban el destino una fuerza superior no solo a los humanos, sino incluso a los mismos dioses, aun cuando esa predestinación deja cierto margen de acción a la libertad humana.

Estas “arenas movedizas” constituyen ese margen necesario de libertad para forjar nuestro feliz destino.

El autor es exfuncionario diplomático y articulista
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