• 29/01/2024 00:00

Las contradicciones políticas del estilo de desarrollo

Una muy importante contradicción es la que se da entre el ejercicio pleno de la soberanía política, social y económica, debido al elevado nivel de dependencia externa

Las contradicciones del estilo de desarrollo no se agotan en las esferas de lo económico, social y ambiental. Estas también aparecen en la esfera política, reflejando e influyendo dialécticamente las anteriores por diversas vías

Una muy importante contradicción es la que se da entre el ejercicio pleno de la soberanía política, social y económica, debido al elevado nivel de dependencia externa. Esta condiciona que la política local se manifieste de diversas maneras. Entre otras, por la presión política directa de la potencia hegemónica.

En el plano económico, la persistencia de los déficits fiscales estructurales, productos en gran medida del sistema tributario sesgado en favor de los sectores económicamente dominantes, que, además, es permisivo con la elevadísima evasión fiscal que practica este sector, ha generado una abultada deuda externa. Esto da lugar a las presiones de las llamadas instituciones económicas financieras, de las empresas calificadoras de riesgos de los países centrales y de las presiones directas del capital financiero transnacional, dirigidas no solo a influir, sino a imponer al país políticas económicas. La estructura extremadamente abierta de nuestro comercio y finanzas, también son parte de esta dependencia que condiciona el devenir económico del país. Ejemplo de esto es el impacto del cierre bancario forzado previo a la invasión norteamericana del 20 de enero de 1989.

La alta concentración del poder económico da lugar a una concentración del poder político real. Esto por dos vías. La primera tiene que ver con la capacidad de chantaje político que confiere el manejo de sectores claves de la economía, que les permite presionar a los gobiernos por medio de organizaciones como el Conep, la Cámara de Comercio y la Apede. La segunda vía es vinculada a las donaciones políticas provenientes de los sectores económicamente dominantes, las cuales le permiten mantener un ambiente político proclive a sus intereses.

Esto está ligado al sistema electoral. El mismo no solo admite la existencia de la inferencia de los poderes económicos en los procesos electorales, sino que defiende de manera completa a la llamada partidocracia. Es así, por ejemplo, que, para desvirtuar la verdadera esencia de las candidaturas independientes, el Tribunal Electoral terminó permitiendo que los candidatos independientes puedan ser miembros de partidos políticos y avalados por las firmas de personas pertenecientes a los mismos.

El estilo de desarrollo, siendo incapaz de resolver los problemas elementales de la población, genera las condiciones estructurales del clientelismo político. De la ausencia de una efectiva política social, elemento asociado a la aplicación del esquema neoliberal, surgieron promovidos por las llamadas Instituciones Financieras Internacionales, los llamados gastos de compensación, que deberían “aliviar” los costos del ajuste (el impacto de las políticas neoliberales) sobre las poblaciones vulnerables. Esto, desde luego, desembocó en instituciones y formas de manejos de los presupuestos y “ayudas económicas”, generadoras de clientelismo y corrupción. Esta se ha convertido en una verdadera lacra social, sobre todo en un país en que los diversos grupos de los sectores dominantes luchan políticamente por apropiarse de la renta canalera y la deuda pública a fin de practicar la llamada acumulación por desposesión.

Se debe agregar el dominio de los sectores económicamente dominantes sobre los principales medios de comunicación, que han sido sistemáticamente utilizados para mantener su hegemonía ideológica. Esto, entre otras formas, se hace por la vía del cerco mediático a las voces críticas, llegando hasta la calumnia.

El conjunto de las contradicciones del estilo de desarrollo finalmente estalló en las masivas manifestaciones de la población, en defensa de la soberanía y del ambiente, rechazando el ilegal contrato minero. Este hecho marcó un punto de inflexión.

La derrota del proyecto minero-extractivista, propuesto por el gobierno, los sectores económicamente dominantes, las trasnacionales y los organismos financieros internacionales, significó la pérdida de legitimidad y hegemonía ideológica de este bloque histórico. Ello abrió la posibilidad de un nuevo período histórico–social en Panamá a partir de la presencia de la crisis estructural del viejo estilo de desarrollo.

Esta crisis puede ser resuelta por dos vías. La primera, la que buscan los sectores económicos y políticos dominantes: una restauración conservadora de su hegemonía, que buscaría profundizar el modelo neoliberal. Esta generaría mayores contradicciones sociales, por lo que se apoyaría en métodos más coercitivos. La otra vía es la de acumulación de poder ciudadano de los sectores subordinados que logre generar una fuerza social capaz de transformar significativamente el estilo vigente de desarrollo, generando un estilo nacional, democrático, con equidad y justicia social y pleno respeto a la madre tierra. Esto implica superar el sectarismo de quienes lo han venido practicando.

El autor es economista
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