• 13/05/2025 00:00

Los grandes impactos humanos durante 500 años en la cuenca del Pacífico

Durante los últimos cinco siglos, la alteración del medio natural en la cuenca del océano Pacífico ha sido colosal. Desde un satélite estacionado en el espacio exterior no se notarán cambios sustanciales en su enorme geografía física que nos revelan mapas precisos y más antiguos, en su forma, en el contorno de sus litorales, en sus relieves, en su hidrografía principal y en sus islas mayores. Algunos cambios se advierten en el color de la cobertura vegetal, que será más verde o más marrón según las cuatro estaciones, o de la estación lluviosa y la seca, o más blanca, donde exista la nieve en momentos opuestos en las altas latitudes de los hemisferios norte y sur. En esa imagen satelital van a destacar los mayores lagos artificiales, producto de gigantescos embalses, como en Estados Unidos en el río Colorado y la presa Hoover, desde 1936, como en China, el más reciente, de 2010, formado por la presa de las Tres Gargantas en el río Yangtsé.

Desde una órbita más baja desde un satélite artificial se verá apenas la delgada línea del curso de agua del Canal de Panamá y sus lagos, obra que constituyó, al comienzo del siglo XX, la mayor área de la superficie terrestre modificada tan profundamente por el hombre en toda la historia del mundo. Sin embargo, vista de noche desde la distancia satelital, advertimos el cambio espectacular del paisaje gracias a la iluminación de las zonas urbanizadas. Zonas brillantes, entre más intensas y extensas, revelan la igual presencia del hombre y de su creciente actividad, su localización en espacios urbanos y suburbanos. La gran mancha oscura y marina tampoco está vacía. Con un aumento de la escala veremos infinidad de lucecitas que representan, en el Pacífico, a millares de barcos que faenan o que transportan gente y mercancías, muchos dispersos cerca de las costas y otros, numerosos, agrupados en áreas de mayor pesca o siguiendo rutas de navegación entre las islas, los países y los continentes.

A otra escala histórica, sorprende el contraste muy acentuado entre las fotos aéreas más antiguas y más recientes, con solo medio siglo de diferencia, que nos brindan los satélites que rodean la Tierra, con manchas urbanas y redes viales que crecieron mucho. Sin embargo, dos datos estadísticos explican mejor la inmensidad de la evolución secular del fenómeno de intensificación de la actividad humana, los de la población de la cuenca del Pacífico que pasa de 220 millones de almas hace 500 años a más de 3.000 millones actualmente, gracias al crecimiento natural, a la inmigración de millones de personas de otros continentes a América y a Oceanía y a la revolución médica y sanitaria en el último siglo.

Los impactos en el medio natural en la cuenca del Pacífico ocurren en todos los ámbitos geográficos y en todos los sectores de actividad, en todas las zonas climáticas, desde las más frías hasta las más cálidas y tropicales pasando por las de clima mediterráneo y hasta desértico en América y Australia, sin hablar de la tundra siberiana y de los hielos de las regiones árticas de Rusia y de Alaska. Se alteran los ecosistemas terrestres y marinos y aumenta, de manera exponencial, la contaminación ambiental en muchos sitios y regiones, hasta en alta mar, en donde hay ahora inmensas islas flotantes de plásticos. Los primeros cambios fueron demográficos; luego, registramos las transformaciones de la cobertura vegetal.

Numerosas especies de plantas y animales descubren los navegantes europeos en la cuenca del Pacífico, pero también traen allí otras especies vegetales y otros animales. Muchas plantas maderables, ornamentales y alimenticias viajan de América a Eurasia y viceversa. Entre las que van de América a Eurasia destacan el maíz, la patata, el tomate, los frijoles, el aguacate, la piña y el girasol, mientras que originarios de Eurasia se registran en América y desde comienzos del siglo XVI bovinos, caballos, cerdos, ovejas, trigo, cebada, arroz, cafetos, vides, cítricos, caña de azúcar y muchas plantas más. Todas las encontraremos también durante los siglos siguientes en Oceanía. Suceden, desde el XVI, intensos intercambios de flora y fauna entre los espacios tropicales y subtropicales en toda la cuenca del Mar del Sur que han alterado de manera significativa sus paisajes naturales primigenios.

En el continente americano asistimos a una rápida disminución de la población en el siglo XVI, cerca del 80 % y, en consecuencia, de las sabanas antropógenas en el área tropical (como en Darién), creadas por los amerindios. Observamos, luego, la reforestación natural, el regreso de la vegetación de clímax que existía antes del desarrollo de la agricultura de corte y quema o de la agricultura más sedentaria y organizada en los espacios más densamente poblados, propia de las antiguas civilizaciones agrarias de Mesoamérica y de los Andes. Después, vemos la implantación de la cría ganadera en extensos pastizales, en haciendas que son latifundios inmensos o medianos según el país, en espacios deforestados nuevamente, con un ritmo extraordinario en el siglo XX.

En Australia y Nueva Zelanda advertimos la implantación desde el siglo XIX de la de cría bovina y ovina que ocupa millones de hectáreas de pastizales, mientras que en el Extremo Oriente continental y en los archipiélagos japonés y filipino la población aumenta tanto que ocupa cada vez más espacio deforestado dedicado a actividades agrícolas para producir alimentos destinados a una cantidad creciente de gente.

Resumimos así los impactos descomunales del hombre durante cinco siglos, cuyo resultado es también un Panamá diferente y todavía con poca gente (4,1 millones) más concentrada en espacios urbanos (68 %), dominado por una vegetación natural original e importada. Más información en mi libro 500 años de la cuenca del Pacífico hacia una historia global (Aranjuez-Madrid, 2016).

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático
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