• 16/04/2024 00:00

Las determinantes sociopsicológicas de las preferencias electorales

En ciencia, lo que determina el curso de la voluntad de los votantes procede de dos grandes dimensiones, a saber, la “estructural” [...] y la “superestructural”

En las parafernalias electorales, como la que transcurre en este 2024, los aprontes sobre quién será el ganador/a, están a la orden del día; las encuestas avaladas por el Tribunal electoral, son piezas muy publicitadas aquí. Ciertamente, saber que en tal momento la gente dice preferir a cierto candidato/a, ayuda a ajustar acciones de un equipo de campaña, pero esto nada tiene que ver con conocer los resultados de mayor probabilidad por anticipado ni la razón de las conductas, ya que para esto se requiere conocer las determinantes que orientan socialmente los votos de una población específica, que es lo que objetivamente permite entender los comportamientos políticos electorales y a la postre, predecir resultados con mayor nivel de certeza. A esto último es a lo que deseo referirme en las siguientes líneas.

Algunos de los grupos dedicados a estos servicios en la contienda actual, han incluido la indagatoria sobre qué aspecto es el que la gente dice ser el importante para hacer su escogencia, a lo cual han aparecido respuestas tales como que es la “honestidad”, “el programa de gobierno”, la “transparencia” entre otras. Sin embargo, las candidaturas presidenciales, que más se aproximan a estos criterios enunciados, están entre los menos preferidos. Ergo, esto abona a la tesis de que las claves definidoras de la conducta de los votantes no son indagados por estas encuestas electorales.

En ciencia, lo que determina el curso de la voluntad de los votantes procede de dos grandes dimensiones, a saber, la “estructural”, específicamente, a cuál clase social o sector de clase se pertenece (que no es lo mismo que a cuál estrato socioeconómico se es parte). Por ejemplo, si un candidato se oferta como un comprometido con la ejecución de grandes obras de construcción, de redes viales, trenes u otras obras de infraestructuras, sin duda que los contratistas y subcontratistas de la construcción, tanto como los dueños del capital financiero y del comercio de materiales de construcción, estarán inclinados a respaldarlo, sí y solo si, lo consideran como un sujeto que defiende la parte del capital en la relación capital - trabajo. Esta última condición, nos habla de la segunda dimensión, la “superestructural” ... el miedo, también juega del lado de los poderosos y sus funcionarios y, se irradia de lo emocional individual a lo superestructural social.

En el caso de los trabajadores de estas mismas actividades, dicho candidato, no atrae por sí solo a este sector del pueblo trabajador; para esto son imprescindibles, al menos, dos condiciones. Una, que su estrategia de sobrevivencia esté amarrada a estos sectores productores de capital (dimensión estructural) de tal manera que no existan candidatos con otras opciones similares que vislumbren garantizar su capacidad de consumo. Dos, que en su estrategia de sobrevivencia y superación de necesidades personales y familiares no entren los demás, vale decir, que en sus estructuras valorativas y normativas (Gino Germani, 1970) esté arraigado el “principio de Caín”. Me refiero aquí al referido en el pasaje bíblico y de La Torá, sobre los hermanos Abel y Caín: “Y el Señor le dijo a Caín, ¿dónde está tu hermano Abel? Y él respondió no lo sé, ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Véase Génesis, 4:9-16). Esto es, no importa si la satisfacción de las necesidades que satisfaría el candidato del ejemplo, se daría a costa de derechos de asociación, condiciones de seguridad en el medio laboral o de destrucción de bienes ambientales de las comunidades donde se realicen los proyectos.

Mejor aún, si el candidato de marras se vende como un adalid contra los inmigrantes que “ocupan los puestos de nacionales”, estos trabajadores lo verían como el aliviador de esos miedos fomentados por las propias élites económicas, de que esos “otros” (inmigrantes) vendrían a frustrarles sus estrategias de sobrevivencia, reduciendo el pan disponible para repartir. Este temor racializado esboza la ausencia de un pensamiento crítico en estas clases trabajadoras, cuyo voto terminan otorgándoselo a sus propios verdugos sociales y económicos.

En definitiva, si las encuestas electorales hiciesen un trabajo auténticamente científico (que no de mercadotecnia política) tendríamos mucha claridad de cuál sería el desenlace de las decisiones de los votantes. Lo malo, para las élites económicas y políticas, es que desnudaría que los intereses de sus candidatos/as no son los del pueblo, sino los de dichas élites.

El autor es sociólogo y catedrático investigador
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