• 08/04/2024 00:00

Las dimensiones de la inequidad

No es casual que mientras el Banco Mundial califica a Panamá como un país de alto nivel de desarrollo, también lo señala como el sexto país con la peor distribución del ingreso en el mundo

Una visible contradicción de nuestra sociedad es la que existe entre su aparente éxito económico y la profunda inequidad económica que la caracteriza. No es casual que mientras el Banco Mundial califica a Panamá como un país de alto nivel de desarrollo, también lo señala como el sexto país con la peor distribución del ingreso en el mundo. Resulta, entonces, importante entender las dimensiones de la inequidad que nos aqueja, como un paso para intentar superarla.

Sobre la distribución de los resultados económicos, se puede establecer que en Panamá existe una notable concentración de los mismos. Para este fin, evitando la utilización de indicadores más abstractos como es el coeficiente de Gini, se puede, siguiendo a Piketty, ilustrar la situación utilizando el contraste entre el estado de los más vulnerables y la de los más ricos.

De acuerdo a datos de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) en el 2022 por cada balboa recibido por un hogar que se encontraba en el 20.0% de los más pobres, un hogar situado en el 20.0% más rico recibió 8.10 balboas. Si la comparación se hace entre el 10.0% más pobre y el 10.0% de mayores ingresos, la relación de desigualdad se eleva a 14.85. Un elemento que facilita comprender la radicalidad de la situación es el hecho que el número de personas que, en promedio, componen el 20.0% de los hogares más pobres es 84.0% superior al de los hogares del 20.0% más rico.

Dado que la mayor parte de la población depende del trabajo para obtener ingresos, el análisis tiene que referirse a los problemas de empleo. Un primer problema que aparece aquí se refiere a la participación en el mercado laboral. En este caso, según datos de la Cepal, la participación de personas con 15 años o más de edad en la Población económicamente activa (PEA), fue especialmente problemática para las mujeres de los hogares más pobres. Es así que para el 2022 la tasa de participación en la PEA fue, en promedio, de apenas el 38.6% en el caso de las mujeres del 20.0% más pobre de los hogares, mientras que para las que pertenecen a los hogares del 20.0% más ricos este indicador llega al 63.5%. En realidad, existe una alta inequidad de género en este aspecto, ya que la participación total de los hombres en la PEA es de 75.4%, mientras que el de las mujeres solo alcanza al 48.9%.

A esto se agrega el problema del desempleo que afecta más duramente a los hogares más vulnerables. Siguiendo con los datos de la Cepal para el año 2022, se puede apreciar que el desempleo abierto fue de 12.8% para el grupo de hogares que constituyen el 20.0% más vulnerable, lo que contrasta con el 3.7% observado en el caso de los hogares más ricos. Si bien no existen datos de la informalidad por quintiles, es lógico pensar que la misma afecta principalmente a los sectores más vulnerables.

Lo anterior se refleja en un elemento básico, aun cuando no único, de la inequidad en la distribución del ingreso. Usando nuevamente como referencia los datos de la Cepal para el 2022, se observa que durante el 2022 el 20.0% del total de hogares más vulnerables, apenas captaron el 2.4% del total de los ingresos producto del trabajo, mientras que el 20.0% de los hogares que se agrupan en el tramo de los más ricos, recibieron el 56.9%.

Además de la baja participación en la PEA y del desempleo en los hogares más pobres, se pueden mencionar otras variables explicativas de la inequidad, tales como: los problemas de la educación suficiente y de calidad, la carencia de una planificación que vincule la dinámica económica con la de la educación; el hecho de que los más altos salarios están vinculados con la posesión de la propiedad de los medios de producción y el poder político vinculado a la misma; el predominio de sectores densos en capital.

Esto nos lleva a otro elemento de la inequidad, que se refiere al sesgo de la distribución de ingreso entre trabajo y capital. De acuerdo a datos de las PENN Tables, la participación de todos los ingresos laborales representó el 44.6% del PIB en 1990, cayendo hasta el 30.6% en el 2019. Obviamente la participación de los beneficios brutos del capital se elevó. Esto, explica que el progreso económico ha beneficiado fundamentalmente a estos últimos.

El Estado, por su parte, carece de capacidad de redistribución del ingreso: baja presión fiscal para los más ricos; corrupción (4.0% del PIB); evasión fiscal del sector corporativo (11.6% del PIB).

En resumen, lograr la equidad implica un cambio del estilo de desarrollo transitista - extractivista.

El autor es economista
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