• 16/11/2010 01:00

Lecciones de Termodinámica para consumidores

Son dos mil trescientos cincuenta pasos desde la puerta de mi casa hasta la entrada del supermercado más cercano, el cual me suministra ...

Son dos mil trescientos cincuenta pasos desde la puerta de mi casa hasta la entrada del supermercado más cercano, el cual me suministra los doce meses del año una abundancia modesta de vegetales, verduras y frutas de todas las clases. Sin duda, no existe argumento válido en contra de los placeres y las ventajas que tiene para el paladar, el espíritu y la mente el consumo de productos locales, frescos y de temporada.

Pero la globalización y las formas modernas de producción y distribución de alimentos ha dado pie al surgimiento de reglas arbitrarias y sin ninguna base científica real, de parte de organizaciones ecológicas que utilizan la palabra sostenibilidad a su antojo, y desconocen la ciencia de la energía y del uso de la tierra. Como resultado escuchamos todo tipo de señalamientos absurdos como, por ejemplo, que es un pecado comprar una papa importada de Idaho, por aquello del exceso de energía consumida en el transporte desde Estados Unidos, y alegremente señalan que es más amigable para el ambiente comprar una cultivada en Tierras Altas de Chiriquí.

Las estadísticas de estos defensores del planeta son utilizadas muy selectivamente y tienden a ser engañosas. Una cifra muy mal usada es la de 40 calorías de energía de combustible fósil requerida para transportar una caloría de alimento desde California al puerto de Balboa. No solo comparan manzanas con peras, o peor, aún manzanas con rocas, sino que el petróleo no se come y la comida no se quema. Un número utilizado de esta manera es una mala representación de la realidad, porque refleja el costo de la energía total en toda la cadena productiva a partir de la siembra de la semilla, no solo la consumida durante el transporte. Los estudios demuestran que se requieren 3000 calorías de energía para producir una libra de lechuga, independientemente de que ésta sea cultivada en California o en Tierras Altas, o si es orgánica o convencional. Y teniendo en cuenta el nivel de eficiencia de los trenes y camiones, el envío de una cabeza de lechuga de California a Panamá aporta casi nada a la factura energética total.

Lo cierto es que una cucharada de diesel es suficiente para mover una libra de carga tres mil millas por ferrocarril, lo que representa unas 100 calorías de energía. Si se moviera por camión serían unas 300 calorías, aún una cantidad insignificante considerando que el transporte representa el 14 por ciento de la energía total consumida por el sistema alimentario mundial. Igualmente, la cuota de energía de los fertilizantes y productos químicos utilizados en la agricultura moderna es aún menor, alrededor del 8 por ciento. La verdad es que el consumo real de energía no está en la agricultura, sino en el consumo: la preparación y el almacenamiento representan el 32% del uso total de energía en nuestro sistema alimentario, el componente más grande.

El viaje de 2 kilómetros en auto al supermercado más cercano me consume fácilmente unas 5 mil calorías de energía de combustible fósil. Tener el refrigerador conectado por una semana consume 9 mil calorías de energía. Estufas, lavaplatos y congeladores (más del 25% de los hogares panameños tienen uno) constituyen más del 20% de todos los gastos de energía en Panamá.

La agricultura, por otra parte, representa tan solo el 4% del consumo de energía de nuestro país. A cambio, más de tres millones de personas son alimentadas y no olvidemos el hecho de que la superficie total de tierras productivas ha permanecido casi sin cambios desde hace más de medio siglo, a pesar de que hemos tenido que alimentar a tres veces más panameños y exportar más de 10 veces lo que hacíamos en 1960.

La mejor manera de sacar el máximo provecho a la agricultura es cultivar alimentos en los lugares donde crecen mejor y con las tecnologías más eficientes, y luego pagar el costo de energía relativamente pequeño para llegar al mercado, como hacemos con cualquier otra mercancía en la economía. A veces eso significa que el cultivo se siembre y coseche en el patio trasero o en el huerto comunitario, y a veces eso también significa comprar frutas y vegetales cultivados en California o en Chile. La energía que se gasta en la agricultura moderna es una de las inversiones más sabias que podemos hacer, cuando se examina honestamente lo que devuelve a nuestra economía, nuestro entorno y nuestro bienestar.

*EMPRESARIO.

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