• 26/01/2017 01:02

‘Estamos mal, pero no hacemos nada': una hipótesis

Trabajadores panameños aglutinados en el Suntracs y Frenadeso salieron a las calles en un significativo acto de protesta

El día de la toma de posesión del presidente de EE.UU., Donald Trump, trabajadores panameños aglutinados en el Suntracs y Frenadeso salieron a las calles en un significativo acto de protesta, que dejaba sentado el rechazo al nuevo neoliberal que asume la Casa Blanca con un discurso racista, xenófobo, populista y misógino; actos de protesta que se desarrollaban también en diversos países del mundo (en las respectivas embajadas gringas) y en más de 45 ciudades de EE.UU.

Sin embargo, lejos de admirar la iniciativa (necesaria en mi opinión, porque Panamá aún es visto en la comunidad internacional como un país gringuero, gracias a los Gobiernos 'yes-man' que hemos tenido), fue motivo de críticas y señalamientos porque no se protesta por los males que más aquejan a los panameños. Esto, pese a que en esa misma semana hubo convocatorias a protestas en el TE (ante las reformas sacaplata), ante la Procuraduría (contra el pacto Porcell-Odebrecht) y también de otros sectores organizados, pero no fueron advertidas por los medios de comunicación social. Una semana antes, nos enterábamos por redes sociales de la conferencia de prensa en la sede del Frente Amplio por la Democracia, FAD, en la que se llamaba a los diversos piqueteos que sucedieron en esa semana, pero ningún canal de TV asistió a la conferencia.

Los diversos sectores organizados sufren lo que muchas otras iniciativas populares han sufrido en años anteriores: cerco mediático y estigmatización.

¿Por qué? Porque los ideales de justicia social, el discurso antioligarquía y por la igualdad amenaza los intereses de la partidocracia que, a través de sus medios e influencias, no pueden permitir que la capacidad de movilización que tiene el movimiento popular (que aglutina en su mayoría trabajadores, campesinos, intelectuales progresistas, jóvenes profesionales, pueblos originarios y demás) y su coherente lectura de la coyuntura social, permee en la población generándoles conciencia y criticidad.

Ejemplo, cuando estalló el escándalo de los Panama Papers , el primer grupo organizado que protestó, frente a la sede de la firma Mossack-Fonseca, fue Frenadeso. Tuvo cierto impacto social, pero fue diluido mediáticamente perdiendo fuerzas en la opinión pública, con el interés de apaciguar las aguas, hasta que el 'stablishment' y sus medios tergiversaron (sin disimularlo por cierto) la denuncia de impunidad que se había generado para ser mágicamente transformada en la fantasía ideológica de que los panameños ‘no debían indignarse contra el Gobierno panameño ni contra el sistema', sino verlo como un ‘ataque gringo hacia nuestra plataforma de servicios y competitividad regional'. Igual pasó con las protestas de gremios de la CSS, las protestas de arroceros, las protestas de trabajadores en Minera Panamá, contra las reformas electorales, contra la impunidad del PAN, etc.

Ocurre que el poder de manipulación de la propia partidocracia hacia los panameños tiene la fuerza de crearle en el ideario subconsciente, cuál lucha aparentemente vale la pena y cuál no. Así, hace 10 años se protestaba cada 2 o 3 meses por los más caros intereses del pueblo: educación gratuita y de calidad, congelación de precios de artículos de primera necesidad, salud publica eficiente y oportuna, justicia para el pueblo, etc., pero en aquel entonces, los que protestaban eran unos ‘fracasados, vagos' y demás descalificativos, que ahora son motivo de invocación por los mismos sectores que satanizaban aquellas luchas, para decir en el presente que la indiferencia y el desinterés de los panameños son consecuencia de la falta de movilización y acciones de lucha.

Las redes sociales en la sociedad de información, lastimosamente han jugado un papel hasta cierto punto alienante y desmovilizador por cuanto las personas sienten que quejarse por Twitter e Instagram es suficiente, en lugar de canalizar por esos medios ideas nuevas y apoyar a los pocos que luchan, es decir, que cada individuo colabore en adecentar la política, apropiársela y diferenciar lo fácil de lo correcto para salir de nuestra comodidad y accionar en consecuencia.

Pero es evidente que mientras no nos liberamos de la matriz de opinión que generan contra los luchadores sociales, no vamos a avanzar como sociedad pensante. No nos damos cuenta de que reproducir la propaganda anti-Suntracs o contra quienes se manifiestan y pelean por nuestros derechos, nos termina convirtiendo en herramientas funcionales del propio sistema corrupto que decimos combatir, para generar desconfianza y duda de la integridad de quienes sacrifican esfuerzo y tiempo para salir a pelear el derecho que deberíamos estar peleando todos.

‘Ya no salen', ‘se vendieron', ‘por algo están callados', pero resulta que cuando protestan tampoco apoyamos o nos dejamos llevar por los comentaristas de noticias que obviamente van a exponerlos como revoltosos o descontrolados para restarles credibilidad (y garantizar más alienación). Terminamos hablando mal de los panameños que se indignan y actúan, mientras los burgueses y corrupto comen todos del mismo plato.

ANALISTA POLÍTICO Y ABOGADO.

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