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- 25/12/2015 01:00
El mensaje sublime de la Navidad
El rey Ciro II de Media y Persia fue quien puso fin a la supremacía del imperio de Babilonia, en cumplimiento de las profecías de Isaías anunciadas dos siglos antes. En esa profecía Dios calificó a Ciro como ‘su ungido' y fijó con exactitud el nacimiento virginal de Jesús. Los profetas del Antiguo Testamento predijeron con admirable certeza todo lo relacionado con su nacimiento y misión. Esas profecías encontraron su cumplimiento en el Nuevo Testamento y dieron testimonio convincente del origen divino de la Biblia y de la autenticidad redentora de Jesús.
'Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envío a su Hijo', escribió el apóstol Pablo. Jesús, luego del bautismo en el Jordán, que dio inicio a su ministerio, declaró: ‘El tiempo se ha cumplido'. Jesús vino a esta Tierra cuando en el reloj divino sonó la hora, en el tiempo prefijado por la omnisciencia de Dios.
Jesús nació en un momento culminante de la historia. Roma gobernaba gran parte del mundo conocido. El griego era el idioma que se hablaba extensamente y desde todas las naciones los judíos retornaban a Palestina para las fiestas anuales en el contexto del empadronamiento que había decretado el emperador Augusto César. Al regresar a sus lugares de residencia divulgarían la noticia del nacimiento del Mesías en momentos en que las prácticas religiosas habían devenido en ritos sin contenido espiritual y la humanidad estaba ansiosa por conocer al Dios verdadero y saber de una vida más allá de la tumba.
Por eso la trascendencia del espíritu de la Navidad. Un acontecimiento que evoca el sentir que hubo en Jesús quien no estimó el ser igual a Dios y se despojó de la divinidad para servir humildemente a la raza humana. Esa es la enseñanza didáctica, moral y espiritual de la Navidad.
Su mensaje sublime supera la comprensión humana al considerar el sacrificio de Jesús de cambiar su trono en los cielos por el pesebre, la compañía de Dios el Padre, el Espíritu Santo y los ángeles que lo adoraban por las bestias de un establo. Ese solo acto debería abatir en el polvo toda presunción, arrogancia y orgullo humanos. Pero cuando María y José llegaron apremiados a Belén porque se habían cumplido los nueve meses del alumbramiento, las puertas y los corazones estaban cerrados por indiferencia y egoísmo. ‘No había lugar para ellos en el mesón'.
Nadie se compadeció de la santa pareja. Tuvieron que conformarse con un establo donde guardaban los animales durante las noches frías. Allí nació el Dios del cielo, el Rey de reyes y Señor de señores. Los individuos estaban más preocupados por las ganancias del momento y rechazaron al Salvador del mundo. El Hijo de Dios en su encarnación nació como nacen los más pobres.
Corresponde a cada personaje de la historia de la Navidad y a quienes pueblan este planeta interpretar su papel, emulando o rechazando el renunciamiento ejemplar del Niño Jesús que fue encontrado en un pesebre en el establo donde nació.
PERIODISTA