• 23/08/2021 00:00

El meollo de una renuncia anunciada

“[…] hoy lo denuncio, levanto mi dedo acusador y lo reto a que desmienta públicamente lo que aquí denuncio. Seguramente […] no me responderá”

Cuando el país supo que Marcel Salamín formaría parte del equipo negociador, responsable de defender los intereses nacionales, frente a la Minera Panamá, muchos fruncieron el ceño.

Son tantos los episodios en los que la personalidad conflictiva y el estilo egocéntrico de don Marcel han acabado con horas de trabajo intenso, que muy pocos aplaudieron su nombramiento.

Pero, al igual que la rana aquella, un grupo de dirección quiso creer que Salamín había cambiado y descartaron que, cual malvado escorpión, clavaría su aguijón en contra de una comisión de notables patriotas.

Quizás con algún grado de ingenuidad o de candidez, se pensó que don Marcel no dañaría un esfuerzo de país, porque al perjudicarlo estaría afectando no solo su propio futuro, sino el de sus hijos, nietos y compatriotas.

“Craso error”.

Marcel no podía evitarlo. No podía dejar de ser quien realmente es. Imposible para Salamín actuar en contra de su propia naturaleza, de sus costumbres y de la forma como aprendió a comportarse durante su ya larga vida.

Hoy, sabemos que el exnegociador es un bien remunerado empleado del tristemente célebre exgobernador de Coclé, Richard Glen Fifer Carles, expresidente y desde sus comienzos director ejecutivo de la otrora mina Petaquilla.

Pero, eso no es todo. Hoy, sabemos mucho más. Tenemos todos los detalles de la recomendación que formuló al resto de la comisión días atrás, en la que Salamín buscaba con vehemencia que se le devolviera, a su jefe Fifer, una concesión para la explotación de aquella mina, que perdió por incumplimiento, malos manejos administrativos, deudas por miles de dólares que aún no cancela, incluidos muchos de sus colaboradores y pagos de cuotas no realizados a la Caja del Seguro Social.

Cuando don Marcel se enfrentó al rechazo de sus colegas de la Comisión Negociadora, ardió Troya. Repasó el camino recorrido, calculó sus ventajas y desventajas… y solo entonces decidió presentar su renuncia, no sin antes prometer que se marcharía, sin hacerle daño a Panamá con su salida.

Pero nuevamente, a don Marcel, le salió lo mucho que de escorpión tiene. Prometió una cosa, pero terminó haciendo otra. Así tenía que ser, porque esa es su verdadera naturaleza.

Por ello, hoy lo denuncio, levanto mi dedo acusador y lo reto a que desmienta públicamente lo que aquí denuncio. Seguramente Salamín no me responderá. Así ha ocurrido cada vez que en el pasado reciente se le ha emplazado, cada vez que en un exabrupto ha caído, razón por la que su credibilidad es tan baja.

Por mi parte, yo seguiré pensando siempre en los mejores intereses de esos panameños que dependen de una buena negociación, que garantice grandes beneficios por la explotación de nuestros recursos naturales.

El presente de Panamá, y su futuro, nos exigen el mejor esfuerzo posible para construir juntos ese gran país que anhelamos, y que nos merecemos como sociedad.

Ese esfuerzo pasa por buscar sin descanso la prosperidad general, pero pasa también por denunciar con nombre propio a quienes, como escorpiones del Siglo XXI, anteponen sus mezquinos beneficios personales a los sagrados intereses de la Patria misma.

Laboratorista
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