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- 20/12/2014 01:00
¡Mi Navidad más triste compa!
No será esta del 2014 la Navidad más triste de mi vida, pese a que duelen los errores humanos de gente que uno piensa que no tiene por qué estar metida en los vergonzosos sobresaltos que se publican últimamente.
Hasta ahora la mayoría de mis navidades han sido más alegres que un gallo ‘cocoreando’ a sus gallinas y sobre todo en paz con Dios. Solo una fiesta decembrina la he pasado con miedo, cosa que dista mucho de la tristeza. Recuerdo la que marcó mi sino y el de muchos aquel 20 de Diciembre de 1989, cuando tumbaron a la rata que mantenía la disciplina en el país (único mérito que le reconozco).
Recuerdo clarito que los días transcurridos del último mes del año 1989, hasta cuando amaneció el día 20, ya yo me había comido como cuarenta tamales. Recuerdo especialmente el martes 19 de diciembre, porque a la 1:00 p.m. tenía el brindis de la mesa de la papaya en el boulevard Balboa. ¿Que pasó?, pues tuve que quedarme después del almuerzo esperando a un amigo cubano que me pidió que no me moviera, cuando llegó lo primero que me dijo fue: ‘Esto está de ‘pin*a’, ¡Esta noche los invaden los yankees!’.
Del Boulevard, salí como a las nueve de la noche y recordé que el borrador de mi libro ‘Como cagar en el monte’ estaba en mi despacho de secretario general del distrito de San Miguelito. Me quedé hablando con el ‘Guachi’ hasta que comenzaron entonces los estruendos y los fuegos artificiales de la muerte que se avizoraban desde la mitad de la loma del Cristo Redentor donde yo estaba.
Luego cundió el pánico, porque los gringos fueron a la casa de Cerro Viento y si no es por Pedro y Maelo, que hablan inglés, no hubiese podido explicar qué hacía yo orinando en el llano y a oscuras debajo de los helicópteros apache que revoloteaban sobre mi cabeza.
Pero, si aquella Navidad fue de miedo, esta de 2014 es de terror, porque insisten en que la CSS sea para que la administren los mejores inventores del agua tibia, cuando lo que urge es traspasarle todo al Estado: edificios, empleados, bienes muebles e inmuebles por un precio razonable. Y dedicarse solo a recaudar y que tres oficinistas, que sepan leer y escribir, sean responsables con sus vidas de la plata de la jubilación de uno. El Estado tiene por ley que velar por la salud de todos.
ESCRITOR COSTUMBRISTA.