• 29/09/2022 00:00

“Mi delirio sobre El Chimborazo”

Como de costumbre, ese domingo 13 de octubre de 1822, el Libertador se despertó muy temprano, cerca de él, observaba José Palacios todos sus movimientos.

Como de costumbre, ese domingo 13 de octubre de 1822, el Libertador se despertó muy temprano, cerca de él, observaba José Palacios todos sus movimientos.

Hacía frío, la altura propia de la ciudad de Loja, en Ecuador, hacía que amaneciera nublado y obscuro, a pocos metros de allí fluía lentamente el río Malacatos.

El humo de alguna fogata, combinado con la tenue brisa, sacudieron el papel que acababa de desplegar sobre la rudimentaria mesa.

Comenzó por leer todo el texto, nunca tendría idea que las palabras que había escrito ese día y que serían del dominio público después de su muerte, traspusieran el tiempo universal y siguieran vigentes resonando a través de los siglos.

A esa hora, en su mente se fueron hermanando los cercanos recuerdos de la ascensión al Chimborazo, que es el volcán y la montaña más alta en el Ecuador, y su cumbre es el punto del planeta más alejado de su centro? con una altitud de 6,263.47 metros? sobre el nivel del mar.

Recordó por un instante la explicación dada por un indígena nativo de la región, quien señalando la majestuosa montaña, le había confiado que Taita Chimborazo o Papá Chimborazo, significaba Chimpu-Raza o “Montaña Nevada”.

Habían sido unos años muy intensos, desde el Congreso de Angostura en 1819, y envuelto en ese manto de Iris, llegaba al año 1822 de la mano de la diosa Romana de la guerra Belona, acumulando victorias esenciales para la causa patriota, como lo fueron puntualmente las batallas de Bomboná, el 7 de abril de 1822 y la Batalla de Pichincha el 24 de mayo de ese mismo año.

Un hecho que de seguro marcó la mente del libertador previo a su ascenso al volcán El Chimborazo, fue el de conocer de primera mano de la heroicidad sin límites del teniente Abdón Calderón Garaycoa, miembro de la Brigada Yaguachi, quien fallece varios días después de la Batalla de Pichincha acaecida el 24 de mayo de 1822, evento que lo convertiría en leyenda, ya que a pesar de haber sido herido de bala cuatro veces, nunca abandonó su posición, y siguió alentando a todo su Batallón, hecho destacado tanto para el Libertador, como para el General Antonio José de Sucre.

El propio Simón Bolívar dispuso que la primera compañía del Batallón Yaguachi a la que perteneció Calderón no tendría capitán y en las revistas, al mencionarse su nombre, la tropa habría de contestar: “Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones”. Esta ceremonia se cumple fielmente hasta el día de hoy en dicha unidad militar. Además, se la escenifica cada 24 de mayo en el propio lugar de la batalla, conocido como la Cima de la Libertad, en el Templo de la Patria.

Sube el Libertador Simón Bolívar a la Atalaya del Universo aventajado por la entrada triunfal a Quito el 16 de junio de 1822, incorporándola como territorio a Colombia, y culmina el 27 de julio con la famosa conferencia de Guayaquil con el general José de San Martín.

Entra al reino del volcán, precedido en el tiempo por otros grandes hombres como Alexander Von Humboldt, Charles Marie La Condamine y Aimee Bonpland, se sumerge en su magnífica belleza, en ese único instante en el universo, y dos gigantes reunidos, el más grande líder de la época con la Gran Colombia como estandarte y El majestuoso volcán Chimborazo.

Al Libertador Simón Bolívar, lo acompañó desde esa época y para siempre, el Tiempo, el Padre de los siglos, quien en sueños le revelara proféticamente los pensamientos de su destino, a quien conservó en la mente y supo con la sabiduría propia de un líder transmitir a otros el conocimiento revelado del universo moral, de mirar a los ojos de los hombres y poder sostener una verdad.

Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana
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