• 22/08/2017 02:01

Intentando educar en un mundo irreal

Entonces ¿cómo le hacemos?

Mi experiencia como instructor de vuelo fue una parte vital de mi vida, ya que, entre otras cosas, me expuso a una modalidad muy real de la educación; es decir, no solo a sus aspectos teóricos, sino que luego había que subirse al avión y poner en práctica esa teoría. El gran problema con el sistema educativo que padecen nuestros hijos es que resulta mayormente teórico, dejando por fuera la experiencia práctica. Un momento vívido e inolvidable fue la primera vez que me bajé del avión y le dije a mi estudiante: ‘Anda, elévate tú solo, le das una vuelta a la pista de Paitilla y regresa para aterrizar'. Típicamente cuando haces eso, los ojos del estudiante aumentan su diámetro, y en su faz surge una especie de súplica; algo como: ‘De veras ¿crees que estoy listo para eso?'. Pero ese es un paso medular de la instrucción, pues de allí en adelante el estudiante sabe que ya es capaz de volar sin el instructor a su lado; lo cual catapulta su educación a un nuevo y más elevado nivel.

La otra parte interesante es que uno se queda allí parado en la pista, rogando a Dios haber hecho bien tu trabajo de instructor. Pero esto no es lo que ocurre con nuestro sistema educativo caduco; en donde sacamos al estudiante de su entorno familiar social para meterlo en uno artificial y artificioso en donde le someteremos a cientos de horas de teoría y casi nada de práctica. En este caso me estoy refiriendo a la práctica de la vida; esa que no existe dentro de las cuatro estériles paredes académicas tradicionales. Entonces ¿cómo le hacemos?

A diferencia, en las vacaciones los estudiantes se la pasaron jugando, explorando, viajando a la playa o al interior en donde conocieron y lidiaron con familiares u otros jóvenes y adultos; todo lo cual es una representación mucho más real del mundo que van a enfrentar. Entonces el gran reto es cómo emular esto en el proceso educativo. Por algo, muchos, incluyendo a Albert Einstein, han señalado que los jóvenes aprenden más cuando salen de las aulas que dentro de ellas. Y la razón de ello no solo es que afuera aprenden de la vida real, como mis estudiantes aprendían de volar aviones y todo lo que eso conlleva, sino que en ese proceso está presente el factor clave del aprendizaje... ¡la emoción! ¿Por ello es que los niños aprenden tan rápido y se vuelven tan ducho es los juegos, incluyendo los de computadora? Si excluyes este factor, estás frito... ¡no aprenden!, o aprenden muy poco y no se asimila de manera práctica.

Y sí, las excepciones existen y algunos jóvenes son capaces de pasar por esa experiencia estéril y salir mejor de otro lado. Pero ¿cómo habría sido si lo hiciesen en un ambiente mucho más emocionante y real? Les aseguro que mis estudiantes de vuelo sentían ¡emoción! Vaya si yo mismo no recuerdo cada instante de mi propio aprendizaje. Todavía recuerdo cosas como la práctica de descensos de emergencia acelerados mediante el cruce de los controles de vuelo; viendo que nos precipitábamos a tierra. Pero, apenas neutralizabas los controles, el avión detenía su descenso y aterrizabas mansamente.

Todas esas experiencias son las que nos van forjando, y de donde emerge el verdadero yo que está en nuestro interior. Es escapar a lo artificial y artificioso y visitar el mundo tal y como es. Visto así, no hay por qué sentir remordimiento por las vacaciones; ya que típicamente son más escuela que la escuela.

La teoría es poco o nada sin práctica. ¿Acaso el matrimonio no requiere mucha práctica y encierra gran emoción? Si nuestros hijos van a triunfar en el mundo que existe fuera de las mazmorras académicas tradicionales, mejor vemos cómo buscamos el modelo que para ello se requiere. Volar solo asusta, pero ¡vaya si enaltece!

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