• 16/08/2012 02:00

Marruecos y la reconciliación nacional

El modelo marroquí de reconciliación nacional ha sido considerado como una referencia esencial en Afganistán, Barhein, Líbano y Togo. Mé...

El modelo marroquí de reconciliación nacional ha sido considerado como una referencia esencial en Afganistán, Barhein, Líbano y Togo. México está desarrollando, junto con Marruecos, una red de defensa de los derechos humanos entre el mundo árabe y los países latinoamericanos. Esos ejemplos son meritorias cartas de presentación para Marruecos, un país reconocido por sus avances en materia de pluralismo político, vigencia de los valores democráticos, respeto de los derechos humanos, justicia social e igualdad de género.

No siempre fue así. Hubo un periodo entre 1956 y 1999 en que se registraron violaciones a los derechos humanos. Uno de los primeros pasos dados por el rey Mohamed VI, luego de su asunción al trono en 1999, fue gestionar en forma pacífica el proceso de reconciliación nacional para dar vuelta a la página de esa historia.

La Comisión de la Verdad, creada en 1999 por la visión reformista del monarca, fue reforzada en el 2004 por una Instancia de Equidad y Reconciliación que entregó un informe 22 meses después, orientado a abrir nuevos escenarios democráticos. En ese proceso se adoptaron algunos aspectos de las experiencias de Sudamérica, pero centró la responsabilidad institucional del Estado en los casos de las víctimas de desapariciones forzadas. No hubo amnistía. Se dio una transacción política que propuso una serie de reformas jurídicas, sociales y constitucionales y la rehabilitación e indemnización para las víctimas y sus familiares.

Con el respaldo de los partidos políticos, de los sindicatos y de organizaciones no gubernamentales, se promovió la sensibilidad y la conciencia ciudadana hacia el respeto a los derechos humanos y se puso las bases para la posterior gestión democratizadora de Marruecos.

Este modelo de reconciliación, único en el mundo árabe y musulmán, es un logro de gran relevancia en una región donde las violaciones a los derechos humanos, en muchos casos, son la norma. El nuevo Consejo Nacional de Derechos Humanos de Marruecos, con rango constitucional, está teniendo un gran impacto en su proceso democratizador.

Superada esa etapa crítica de la historia marroquí, la nación se encaminó hacia la profundización de las transformaciones políticas, con importantes cambios económicos y sociales. El reconocimiento del multiculturalismo de Marruecos y el nuevo Código de la Familia crearon espacios de libertad a las mujeres que incursionaron en la política para ocupar el sitio que merecen en la sociedad.

La nueva constitución marroquí —cuyas reformas fueron propuestas por el monarca y encargadas a una comisión con amplia participación y aprobadas en referéndum en julio del año pasado— obliga a cumplir en forma efectiva con la paridad, es contraria a todo tipo de discriminación, declara la existencia de un estado islámico moderado y reconoce al judaísmo como parte de la identidad nacional.

Un aspecto relevante en el tema de los derechos humanos es el relativo a las provincias del Sahara marroquí. Pese a la propaganda sesgada, y al coro de voces afines al Frente Polisario —que propugna por la independencia de ese territorio dentro de la concepción hegemónica de Argelia—, las comisiones regionales han declarado que las poblaciones tienen plenas garantías del respeto a sus libertades civiles. Existen consultas permanentes con grupos opositores a la propuesta de autonomía política para esa región que promueve Mohamed VI, incluso con aquellos que mantienen ideas separatistas.

Los problemas de los derechos humanos en las provincias del sur, son iguales que en el norte y en la zona central del país. El nivel de reivindicaciones está aumentando como consecuencia del clima de libertades. Los ciudadanos, principalmente los jóvenes universitarios que exigen incorporarse al mercado laboral, desean soluciones inmediatas.

Las autoridades marroquíes están conscientes de que se requiere una mayor intermediación entre el Estado y la sociedad. Eso demanda más organización social y una mayor participación ciudadana, sobre todo de los jóvenes menores de 25 años, que son el 51% de la población.

Sin duda que la democracia participativa es el gran desafío que enfrentará Marruecos en los próximos años, pero su liderazgo político y social está avanzando paso a paso en la dirección correcta y en el tiempo adecuado.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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