• 28/08/2021 00:00

Noche de rosas

“Al mirarla, su expresión, su sonrisa confluían perfectamente en satisfacción, en felicidad, […]”

Tenía dudas de cómo tomaría el recibir un ramo de rosas, pero ya que estaba cerca de la floristería decidí hacerlo, quería hacerlo desde el primer día; entré al local y escogí uno nada común, doce rosas reposando un papel negro mate con unos chocolates y un lazo, un ramo de rosas perfectamente armado, al entregármelo el dependiente lo guardé en la parte trasera del auto, exactamente detrás del puesto del copiloto.

Llegadas las cinco de la tarde, nos encontramos, tal como habíamos acordado, para ir a cenar. Ella, con su naturalidad, me dice: “Hola, ¿qué tal? Yo, solo atiné a decirle: “Mejor, ahora que te veo nuevamente, estás hermosa”, a lo que ella respondió: “me da pena, no me digas eso”, nos reímos unos segundos y partimos al lugar en que pasaríamos una velada llena de conversaciones de todo tipo.

Luego de compartir en dicho restaurante, salimos, a eso de las nueve de la noche, de vuelta, para que fuese a su casa, en el trayecto, no sé en qué momento puse mi mano sobre la suya, haciendo esto que inmediatamente se entrelazaran nuestras manos, era algo tan sencillo, pero a la vez significativo para ambos; en ese trayecto le hablé de un café que le gustaría, por lo que fuimos a mi casa, ella se quedó en el auto mientras buscaba aquel café.

Al regresar y darle el café, le dije que le tenía una sorpresa, y le di aquel ramo de rosas. “¿Para mí?, ¿en serio?, ¡no lo puedo creer, me vas a enamorar!, ¡qué bellas! El fondo negro, están hermosas, gracias, no había recibido un ramo de rosas nunca”; ella con sus delicadas y pequeñas manos tomó mi rostro para un beso, fue un momento y sensación inolvidables. Al mirarla, su expresión, su sonrisa confluían perfectamente en satisfacción, en felicidad, nunca había visto y percibido tanta sinceridad y espontaneidad de alguien en recibir un presente como ella, algo que, sin lugar a duda, reafirmó que no me había equivocado al pretenderla, hablarle, al hacerla sentir bien y feliz, ella merecía eso y mucho más.

Luego de este mágico momento para ambos, la llevé a tomar un taxi para su casa, no paraba de sonreír mirando aquellas rosas, y tomando mi mano; detuve mi auto y esperamos hasta que hubiese una unidad disponible, al llegar esta, me dijo: “Gracias por esta noche y por las rosas”, a lo que respondí: “Gracias a ti por permitirme darte algo que pueda asemejarse a todo lo que despiertas en mí, buenas noches, que descanses” y ella dando un beso, me dijo: “nos veremos pronto”.

Administrador de empresas.
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