• 18/07/2014 02:00

Un nuevo gabinete en nuestro ‘Crisol de Razas’

En 1999, cuando doña Mireya Moscoso fue electa presidenta de la República, publiqué un artículo con igual título que éste

En 1999, cuando doña Mireya Moscoso fue electa presidenta de la República, publiqué un artículo con igual título que éste. Han transcurrido 15 años desde aquello. Pero, como quiera que el tema que aquí voy a abordar es el mismo que entonces, me parece más que justificado haber colgado el mismo título a las cavilaciones que hago ahora, pues apenas si ha variado el referente político, más no así la cuestión de fondo.

Se trata del hecho de que en el gabinete ministerial que recientemente ha estrenado el presidente Juan Carlos Varela resulta evidente la ausencia de lo que pudiera calificarse como una representación o, mejor sea dicho, una expresión de la multiplicidad étnica, característica de la nación panameña. En un ‘Crisol de Razas’ como el nuestro, ¿acaso no sería apenas natural que ese mosaico que nos distingue en este mundo y del cual, con razón, nos enorgullecemos, se exprese en un acontecimiento tan significativo como al que aludo? ¿Será, acaso, necedad o mucho pedir?

Seguramente se me podrá señalar que la cosa no es tan mecánica. De esto soy consciente. Por estudio, y algo de experiencia acumulada, sé perfectamente que el mecanicismo, como instrumento de análisis, pocas veces ha resuelto interrogantes como las que he apuntado arriba. El mecanicismo suele adolecer de una suerte de ‘incomprensión’ de las asimetrías inherentes a los fenómenos sociales, de modo que siempre procuro guardar distancia de él.

Dicho lo anterior, debo indicar, también, que estoy al tanto de la creciente necesidad que tiene la sociedad civil, en el mundo contemporáneo, de sentirse y, efectivamente, estar expresado en los niveles de dirección política de su sociedad respectiva. En otras palabras, cada vez, con mayor ímpetu, la gente tiende a ‘buscarse a sí misma’ en el Estado, no solo para los efectos de las denominadas necesidades vitales como lo son: educación, salud, vivienda, sino, en una especie de ‘efecto espejo’. La reflexión de la sociedad civil se da un tanto en términos de que, en la medida que las instancias políticas y gubernamentales se asemejen o aproximen a ella (en varios sentidos) mayores son las posibilidades de ver cumplidas sus aspiraciones existenciales y ciudadanas.

En un país con la composición étnica del nuestro, los distintos segmentos de la población esperarían que sus gobernantes se ‘parezcan’ a ellos, y cuanto más, mejor. Esto redunda en una mayor confianza en la relación gobernantes / gobernados. La cuestión no es tan subjetiva como pudiera parecer, a primera vista. En esto entra en juego, incluso, un conjunto de factores de orden psicológico, nada despreciables en política.

Un buen ejemplo de lo dicho podemos encontrarlo en la cuestión de género en la esfera política. Sobre este particular, es de suponer que en el proceso de selección de los integrantes de un nuevo gabinete medien consideraciones que giren en torno a la impronta de género. El peso específico que hoy tiene este factor social para la mujer panameña resulta relevante en la percepción que ésta se forme sobre el mayor o menor grado de representación y participación que tiene en las instancias gubernamentales.

En igual sentido pienso que debe obrarse con respecto a la cuestión étnica, sin traslaciones, pero con una clara visión de correspondencia con la diversidad etnocultural del país. ¿Por qué no expresar en el gabinete los matices que le son consustanciales a nuestra sociedad, al que le caería muy bien verse reflejada, toda, ‘en carne y hueso’, en los más altos niveles de dirección del Estado?

Es cierto (y aquí me adelanto a mis críticos potenciales) que una mayor diversidad en la composición del gabinete, en los términos en que he venido argumentando, no es una garantía de un mejor desempeño gubernamental. Nada más hay que ver la experiencia por la cual acabamos de transitar en el sector Educación. Sin embargo, y esta es mi acotación, sería más inclusivo y, por ende, mucho más democrático.

Que a las personas se les distingue en los altos cargos públicos por sus méritos profesionales y su militancia política, no lo cuestiono; lo que llama mi atención y motiva a hacer estas reflexiones, es que esos mismos criterios no hayan alcanzado como para colocar en evidencia, a nivel de gabinete y otras designaciones, toda la riqueza de que es capaz nuestro ‘Crisol de Razas’.

Siempre resultará ‘interesante’ encender el televisor, a la hora del noticiero, o abrir los diarios, en las mañanas, y ‘verse uno’, coadyuvando en las tareas de dirección de los destinos del país, sea de la tolda política que fuese. En ese sentido, algunos ministros o viceministros de ascendencia asiática, de origen indígena, o afropanameños, no caen nada mal en un país multiétnico, multirracial y multicultural como Panamá. Por el contrario, su ausencia se nota, sobre todo, por la gente que compartimos esas identidades.

Fortalezcamos la democracia en nuestro Panamá multiétnico. Incluyamos a todos.

*DIRECTOR DEL OBSERVATORIO PANAMÁ AFRO ‘DR. GEORGE PRIESTLEY’.

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