• 01/01/2018 01:03

Los deberes y derechos del oficio

Cuando uno toma la decisión de usar un título profesional tiene derechos, pero también tiene ciertos deberes.

Hace muchos años, en medio de la algarabía al final de un evento de trascendencias históricas, un colega se disponía a hacerle una entrevista a uno de los actores que habían hecho posible los resultados positivos que se celebraba en aquella ceremonia. Antes de rodar cámaras, el entrevistado se acercó a mi colega y le dijo al oído con mucho cuidado: ‘Dígame doctor'.

Cuando uno toma la decisión de usar un título profesional tiene derechos, pero también tiene ciertos deberes. Muchos solo se enfocan en los derechos, es decir, ‘dígame doctor' o, ‘soy la licenciada fulana, porque me quemé las pestañas en la universidad por equis cantidad de años, y tengo derecho a que se me reconozca por mi título'. Muchas veces esas exigencias se hacen independientemente de la calidad del producto a razón del ejercicio de su profesión. Las universidades ahora le entregan a la sociedad una gran cantidad de ‘profesionales' de diversas especialidades, con una preparación que deja mucho que pedir en comparación a otros centros de estudios en otras sociedades. Pero eso nos llevaría a discutir otro tema.

El que quería que le resaltaran el título no era médico, merecía y merece un reconocimiento singular, por eso la entrevista en su momento. Pero, en el campo de la medicina, por ejemplo, la sociedad suele rendirle muchas pleitesías y adulaciones a los que visten de bata blanca, sin indagar a fondo sobre su ejecutoria. En los casos que aplica ¿cuántos muertos lleva?, ¿cuántas complicaciones de salud causó por un diagnóstico equivocado? Ingenieros: ¿cuántas obras diseñó o administró que al final resultaron un desastre, afectaron dramáticamente el ambiente, dificultaron o amenazaron la vida de la ciudadanía?; o un controlador aéreo: ¿en cuántas situaciones de peligro aéreo se vio involucrado que pudo comprometer la vida de seres humanos?

Aunque el 2017 ha sido el año menos peligroso para los periodistas alrededor del mundo, 65 periodistas han muerto en el cumplimiento de sus labores durante este año. Reporteros Sin Fronteras informó que 26 murieron en zonas de guerra o conflictos armados producto de artillería, atentados suicidas y otros ‘incidentes mortales'. Los restantes 39 fueron asesinados o atacados porque su trabajo ‘amenazaba los intereses políticos, económicos o criminales' de grupos poderosos, siendo México donde el mayor número de periodistas murió en América Latina.

Para los que nos apasionamos por el periodismo, este año que inicia hoy, los retos son desafiantes dado el caso de las amenazas que enfrenta nuestra sociedad en el intento por desenredar las redes de la corrupción y desenmascarar a los que en ellas viven. Este engranaje está lleno de figuras, figuritas y actores de todas las esferas del quehacer público, que con sus títulos y sus actitudes pretenden que la sociedad les dé un pase sin cuestionamientos. En un año preelectoral, en medio de los que conspirar por que no se sepa toda la verdad y en ese camino quedarse con los dineros mal habidos, el periodismo local debe ponerse por encima de esos retos.

Ya decía hace un tiempo que: ‘La práctica del periodismo tiene que fundamentarse en el propósito primario de informar y ante todo, brindar un panorama coherente y objetivo de lo que se informa, asentado en una investigación profunda, seria y con el ánimo siempre de educar. Y esto va de la mano con la exigencia por realizar una labor periodística de excelencia y alejada de cualquier influencia, inclusive la de los dueños de los medios, sus anunciantes o el gobierno'.

Ante las amenazas para que no se sepan más de cuatro cosas, ‘El Estado debe abrir espacios para que los periodistas practiquen juiciosamente su profesión; darle forma al contexto social, exponer las injusticias, crear discusiones interesantes que coadyuven a la solución de problemas para que tengan una justa oportunidad de moldear positivamente la vida de las personas. Y ante todo, para que los medios se conviertan en la ventana por la cual todos pueden asomarse para contribuir o ser testigos del perfeccionamiento de nuestra sociedad, sin temor a espantarse…' que ya de espantos vivimos todos los días.

Este no es un oficio farandulero. Este año habrán muchas más amenazas al oficio de informar y a los que lo ejercen. Ante esas presiones, hagan valer las responsabilidades del oficio, ejerzan bien los derechos y, ante todo, los deberes con dignidad ciudadana.

COMUNICADOR SOCIAL.

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