• 02/08/2025 00:00

Omar Torrijos Herrera: tras 44 años de su partida, un legado vivo en la conciencia nacional

Cada 31 de julio, Panamá se detiene en reflexión para conmemorar la desaparición física del general Omar Efraín Torrijos Herrera, líder indiscutible de una etapa trascendental de nuestra historia republicana. No es una fecha cualquiera. Es una jornada para meditar sobre su vida, su pensamiento y su obra; sobre su ferviente compromiso con los más humildes, su incansable lucha por la soberanía y su visión de un país más justo e inclusivo.

Omar Torrijos no fue un hombre de discursos huecos ni de promesas vacías. Fue un patriota que, con determinación, enfrentó los desafíos de su tiempo con una visión que trascendió las fronteras del poder convencional. Su ascenso a la jefatura de gobierno en 1968 marcó el inicio de una etapa de transformación profunda del Estado panameño, donde los excluidos fueron colocados al centro de la agenda nacional. Su patrullaje doméstico, como él mismo lo denominaba, no era más que la práctica constante del acercamiento al pueblo: al campesino olvidado, al indígena marginado, al estudiante con hambre de justicia.

Durante su gestión, Torrijos impulsó ambiciosos proyectos de Estado que tenían como propósito cerrar brechas históricas de desigualdad. Se fortaleció la educación pública, se impulsaron programas de alfabetización masiva, se promovió la reforma agraria, se construyeron escuelas, acueductos y caminos en las regiones más apartadas del país. Su administración se caracterizó por rodearse de intelectuales de todas las capas sociales —maestros, economistas, ingenieros, médicos, sociólogos— a quienes convocó no por conveniencia, sino por convicción: “Nadie tiene el monopolio de las buenas ideas”, decía. Ese pluralismo de pensamiento se tradujo en políticas inclusivas que le devolvieron dignidad a miles de panameños.

Pero, quizás su mayor hazaña, la que lo inscribe para siempre en las páginas doradas de nuestra historia, fue la recuperación del Canal de Panamá. Los Tratados Torrijos-Carter, firmados el 7 de septiembre de 1977, no solo sellaron el fin de una presencia colonial en nuestro territorio, sino que restauraron el alma de la nación panameña. Fue una victoria que costó décadas de lucha, pero que Torrijos supo encauzar con diplomacia audaz, sin claudicar en los principios. “Ni la tierra, ni el agua, ni el cielo son negociables”, afirmaba con la fuerza de quien entendía que la soberanía no se mendiga; se conquista.

Este acuerdo histórico no solo garantizó la reversión del Canal a manos panameñas en el año 2000, sino que reafirmó la capacidad de Panamá para tomar las riendas de su destino. Hoy, cuando observamos una vía interoceánica administrada con eficiencia y con aportes millonarios al desarrollo nacional, debemos recordar que ese logro comenzó con la visión y el coraje de Omar Torrijos.

Tras 44 años de su desaparición física, la figura de Torrijos no se diluye en la memoria del pueblo. Al contrario, su legado sigue siendo una brújula ética y política para las nuevas generaciones. En tiempos de incertidumbre, su ejemplo nos recuerda que la patria se construye con compromiso, con entrega, con amor profundo a la tierra y a su gente. Nos enseñó que no basta con gobernar desde los escritorios, sino que hay que caminar el país, escuchar al pueblo, y actuar con justicia social.

Torrijos no buscó el poder por ambición, sino por responsabilidad histórica. Hoy, más que nunca, su pensamiento sigue vigente: que Panamá sea para los panameños, que ningún niño se acueste con hambre, que la dignidad no sea privilegio, sino derecho.

Que este 31 de julio no sea solo una fecha para el recuerdo, sino un llamado a la acción. Porque, como él mismo dijo: “Mientras haya un pobre, la revolución es una tarea pendiente”.

*El autor es contador
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