• 16/02/2015 01:00

Omar Torrijos: el ungido del pueblo

Tres fueron los principales aportes políticos del ‘líder del proceso revolucionario’

Omar Efraín Torrijos Herrera, quien habría cumplido el pasado viernes 13 de febrero 86 años de edad, desde que asumió la conducción política total del Estado panameño, luego del golpe y contragolpe militar del 11 de octubre de 1968 y 15 de diciembre de 1969, respectivamente, se inclinó preferencialmente por los pobres de este país y de igual forma se convirtió en el ungido del pueblo.

Tres fueron los principales aportes políticos del ‘líder del proceso revolucionario’, primero, la modernización institucional de la República; segundo la promoción de la ‘justicia social’ que dio lugar de la inclusión política y económica de los excluidos (indígenas, campesinos, obreros, mujeres, jóvenes, capas medias profesionales y empresarios nacionalistas); tercero, la integración del territorio nacional con la eliminación de la ‘quinta frontera’ (Zona del Canal) y la devolución del Canal a sus legítimos dueños los panameños.

Uno solo de estos legados bastaría para que pasara a la historia como lo que en efecto fue, un líder carismático y estadista de talla mundial, pero hay más, ‘el viejo’, como cariñosamente le llamaban los muchachos de la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), dio lugar al renacimiento de los partidos políticos —instituciones legítimas de toda democracia— y él mismo fundó, en 1979, el Partido Revolucionario Democrático.

Recuérdese que los desmanes políticos de la oligarquía liberal anterior a 1968 habían dado origen a la suspensión de las actividades de los partidos políticos o mejor dicho las entelequias políticas del gamonalismo y durante el período que media entre el golpe militar de 1968 y la invasión estadounidense de 1989, se ensayaron diversas iniciativas constitucionales dirigidas a desmontar el aparato institucional que le daba hegemonía política a los militares golpistas. En ese lapso de tiempo se justifica la limitación de las reformas por el hecho cierto del casi omnipresente poder castrense que modulaba la incipiente recuperación democrática.

El 7 de marzo de 1979 se inscribieron formalmente en el partido del proceso revolucionario torrijista —Partido Revolucionario Democrático (PRD)— más de 150 000 panameños, hombres y mujeres de todas las edades, condición social y pensamientos filosóficos, unidos por un solo ideal: Preservar las conquistas sociales alcanzadas y avanzar en el proyecto de nación libre, soberana y democrática, legado indiscutible del general Omar Torrijos.

Pero a mi juicio dos hechos notorios y lamentables frustraron el camino panameño hacia una democracia participativa y humanista. Hacia una democracia moderna. La eliminación física de Omar —aquel 31 de julio de 1981 de ingrata recordación— por parte del Imperio y de sus lacayos locales. Y, la captura de la cúpula del PRD, por fracciones de la oligarquía y sus amanuenses de capas medias.

En la esfera política el PRD ha asumido lo peor del ‘Ancien Régime’ liberal oligárquico de la república mediatizada: gamonalismo, clientelismo político, nepotismo y cohecho. De manera que fueron aquellos polvos los que trajeron estos lodos que tienen al entonces partido de bases al borde de perder el liderazgo opositor.

Como homenaje póstumo al ‘Líder máximo de la Revolución panameña’ de parte de los descamisados y panameños de a pie, recomiendo desarrollar efectivamente una lucha política e ideológica en el seno del PRD en contra de la oligarquía neoliberal que ha secuestrado el otrora glorioso partido de Omar, Ascanio, Gerardo, Rómulo, Materno, Edwin Fábrega, Pipo Murgas y Antonio Yepes, quienes encarnaron en su momento el torrijismo socialdemócrata, de justicia social y de democracia participativa. ¡Así de sencilla es la cosa!

ABOGADO

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