• 21/10/2019 00:00

Constituyente y liderazgo... Una opinión

La crisis integral, en la que nos encontramos inmersos, cuyos efectos impactan, con mayor rigor a los sectores más vulnerables de la sociedad, precisamente por el estancamiento de la economía.

La crisis integral, en la que nos encontramos inmersos, cuyos efectos impactan, con mayor rigor a los sectores más vulnerables de la sociedad, precisamente por el estancamiento de la economía, lo que ha traducido aumento del desempleo y el subempleo, de la inseguridad, expresada en más violencia y criminalidad; con la administración de justicia sumida en el descrédito, por su venalidad, inoperancia y selectividad, con la corrupción en franco aumento, con una administración manteniendo el nefasto clientelismo y demostrando una notable incapacidad para que los responsables de tantos excesos sean investigados, para corregir el rumbo y mejorar los servicios públicos, hoy paralizados por la asfixiante burocracia, entre tantos otros de los males que nos aquejan, explican y hasta justifican el estado de calamidad, frustración e incertidumbre imperante.

No obstante, la Asamblea Nacional, carente de moral, negocia parches para remendar la Constitución nacida, hace cuarenta y siete años, en la maternidad de los cuarteles. Así las cosas, por mucho que sea el financiamiento de la campaña para su aprobación en el referéndum, lo más probable es que la respuesta sea un rotundo rechazo.

El momento no podría ser más propicio para convocar una Constituyente.

Hace poco, un comunicador social me dijo que, si bien la Constituyente le parecía razonable, avala la iniciativa gubernamental, porque no hay líder capaz de hacerla realidad. Precisamente, le respondí, la fuente del poder público es la voluntad de la mayoría, no la de una persona, o grupo de ellas, por muchas que pudieran ser sus virtudes. La libre confrontación de las ideas, la sustentación por sus proponentes y el escrutinio para su aprobación o rechazo, es lo que confiere legitimidad a cualquier ordenamiento, máxime tratándose de la “Carta Magna”. Solo por medio del debate, el disenso y el escrutinio, es factible construir consensos. Mientras que el líder, dependiendo de su capacidad para mentir, persuadir y sobornar, puede acordar pactos o convenios, que una vez cumplida la formalidad, serían “leyes”, pero jamás tendrían legitimidad ni serían útiles a la sociedad. Además, en una asamblea donde priman la inmoralidad y el trueque, en la que se aprueban “leyes” a cambio de canonjías o maletinazos; solo basta que un farsante y codicioso, investido de poder, decida “ayudar” a sus allegados, para que, con esas “leyes” se despilfarren millones, que luego causarán estragos o cráteres en las finanzas públicas e impondrán mayor endeudamiento y dependencia.

Hoy, los favorecidos con la Constitución militarista del 72, con tal de asegurar la estabilidad del modelo que les garantiza mantener sus niveles de bienestar, se devanan la sesera y se desgarran las vestiduras tratando de convencer al pueblo de las bondades y ventajas de los remiendos; aunque son conscientes del engaño, abrigan la esperanza de que les sirva para cambiar todo, sin que nada cambie. Jamás admitirán su malévola intención, y menos respaldados por el poder económico; por ello han hecho, y seguirán haciendo, todo lo imaginable, y lo inimaginable también, para impedir la Constituyente, porque saben que cuando la mayoría ciudadana decida, se hará justicia, y los corruptos, que han saqueado las finanzas públicas y quieren seguir la fiesta, deberán responder por sus felonías, que justificarían, de sobra, una prolongada permanencia en los reclusorios, hoy llenos de rateros, incapaces de pactar “acuerdos de pena”; pero lo que no los deja conciliar el sueño es saber que sus riquezas mal habidas sean reintegradas al fisco; decisión que a no dudarlo, permitiría atender las genuinas necesidades de las víctimas históricamente rezagadas, gracias a la insaciable voracidad de tantos codiciosos, que se venden como líderes, dispuestos a sacrificarse por la patria.

Con los parches cosméticos a la Constitución militarista, querida y defendida por los “civilistas”, podemos estar seguros de que la corrupción y el saqueo del erario, seguiría rozagante, la irrefutable tolerancia a la impunidad, de la actual administración, no deja lugar a dudas. Los que defienden intereses sectarios, carecen de escrúpulos y como no reconocen límites, cualquier cosa es negociable, por lo que no cabe descartar la probabilidad de fraude en el referéndum.

El poder económico, que controla el poder político, sus cómplices y sirvientes se valen de cualquier pretexto o argumento baladí para obstaculizar la Constituyente, que sigue siendo la mejor herramienta para interrumpir el acelerado proceso de descomposición, y enrumbar el país con un Proyecto Nacional de Desarrollo, inconcebible en el actual escenario de desgreño. Es la vía pacífica, genuinamente democrática, por ser incluyente y favorecer la mayor participación social.

Aquellos que cifran sus esperanzas en héroes mesiánicos, deberían advertir que en la plaza 5 de Mayo hay setenta y un líderes, reconocidos y avalados por las respectivas circunscripciones electorales del país, que no tienen credibilidad alguna, y que no la tendrán aun devolviendo las centenas de millones de dólares, cuyo destino no han justificado ni les interesa aclarar. Podríamos o deberíamos confiar que, esta vez, harán la excepción, dándole prioridad a las genuinas necesidades del pueblo, como salud, educación, trabajo, etc... Asumamos el reto y luchemos por recuperar el país o aceptemos, dócilmente, lo que el grupo de ungidos con la sapiencia, la razón y la verdad, junto a los líderes convertidos en honorables, buenamente decidan, aunque ello implique dejarles a las próximas generaciones la Constitución militarista parchada, que seguramente los expondría al riesgo de costosos sacrificios. ¿Constituyente originaria o seguimos avanzando por el despeñadero hacia el colapso?...

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