• 27/07/2020 00:00

El Órgano Judicial panameño y yo (I)

Semanas atrás fui a la Interpol-Panamá en Ancón para autenticar un documento de su HQ en Lyon, Francia. El documento era del 2009 e indicaba la remoción de mi nombre de su ALERTA ROJA de su plataforma y de todas sus computadoras en los aeropuertos de sus 150+ países miembros.

Semanas atrás fui a la Interpol-Panamá en Ancón para autenticar un documento de su HQ en Lyon, Francia. El documento era del 2009 e indicaba la remoción de mi nombre de su ALERTA ROJA de su plataforma y de todas sus computadoras en los aeropuertos de sus 150+ países miembros. Surprise! La supervisora me dirige cortésmente a su despacho y una vez sentado me detiene e inicia los trámites para ser conducido a la prisión en su edificio y luego a La Joya. Cliché aparte, todo era por un crimen que jamás cometí en 1999.

Fui liberado a las 5 p. m., gracias a jóvenes abogados dentro del juzgado penal conocedores de mi caso desde su génesis. Se pelaron la cara y emitieron la documentación necesaria, finiquitando cabos sueltos en las múltiples entidades del ruedo judicial que, evidentemente, no tienen idea de cuál es su noble norte. En esas tres horas no me preocupé tanto como la primera vez. Dos veces detenido en Panamá, y una en Guatemala, Miami, Dallas y Shanghái. Más doloroso era la cantidad de ofertas de envidiables salarios que se me rescindían en aquellos destinos, porque nuestra Corte Suprema perpetuó en el www mi nombre y su objeción a la casación del procurador (2003).

En esas tres horas sentado en ese despacho desfiló en mi mente una cronología de los hechos. Iniciaron con la llamada del abogado Ramón Alemán Arias por parte de mi exsuegro, solicitando un acuerdo extrajudicial (autenticado) para renunciar a mi patria potestad sobre mi hija. “Malos perdedores”, pensé. El mes pasado habían encontrado a la madre de mi hija y solicité que no fuera detenida penalmente y pasar la página por el bien de todos.

Le colgué el celular al abogado y continué esperando en el lobby de ENRON (QEPD) para una cita con Tony De La Reza (autenticado). Dos meses después, un viernes, 3:30 p. m., la PTJ me detiene en mi casa para conducirme al fiscal Ramsés Barrera (QEPD). Surprise! Me condujeron, envés, a la una celda en Ancón, donde pernocté cuatro noches antes de verle la cara a Ramsés. Sentí en él empatía y me confesó que era ilegal detener los viernes en la tarde. Me liberó el día siguiente y finiquité mi quinta noche en aquella celda pensando que todo había terminado. Wrong!

Sobraban pruebas a mi favor por parte de los médicos forenses que la Fiscalía me envió para ser evaluado. Aún así, inexplicablemente, Ramsés optó enviar mi caso a juicio y a los brazos del hoy defenestrado juez Rubén Darío Royo. Antes de la destitución de Royo por un escándalo en Azuero liberando los miembros del Cartel de Sinaloa (autenticado), él me sentencia a 48 meses a La Joya. Desde ese momento, Ramsés no le podía ver directo a los ojos a nuestros mutuos amigos y, mucho menos, a mí.

Ingeniero en Sistemas y Telecomunicaciones.
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