• 14/11/2015 01:00

Ser padre de un autista

Un niño autista no es una rareza de la humanidad. Es solo una humanidad diferente que demanda, más que integración, armonización. 

Un niño autista no es una rareza de la humanidad. Es solo una humanidad diferente que demanda, más que integración, armonización. En un mundo hecho por una minoría privilegiada para que la mayoría sostenga esos privilegios, la atención a la discapacidad siempre ha tendido a lograr que el discapacitado haga lo que el medio espera. Pero, cuando se trata de un orden mental diferente, el camino de la adaptación parece imposible. Llega entonces la frustración, no solo del niño, sino también de los padres.

Si hay algo para lo que nadie está preparado es para ser padre de un autista. Cuando llega el diagnóstico, la mayoría no tenemos conciencia de todo lo que implica y podemos pasar la vida tratando de entenderlo. El autismo es una condición de la mente que apenas está empezando a ser analizada y con suerte, en algunos rasgos, entendida. Notamos cómo los mecanismos tradicionales de aprendizaje no sirven para los autistas y es muy difícil hallar el adecuado. Un niño autista debe tener la seguridad de que sus padres lo aman, debe ser educado descubriendo los caminos que conduzcan al desarrollo de sus posibilidades. Hay que luchar por hacerlo independiente, incorporarlo a la convivencia y comprender su tendencia a la soledad, en la que influyen factores físicos, psicológicos y sociales.

Un niño autista puede exasperarse hasta la autoagresión o la agresión a otros; puede llorar y reír aparentemente sin razón; tanto puede asustarse de un árbol como puede querer jugar con un perro furioso. Un autista, como cualquier niño, puede retar a sus padres, manipularlos, desesperarlos. Puede ser violento, impredecible. Sus prioridades son a menudo diferentes a las nuestras: si uno pone un libro en el librero, para él ese libro debe estar en la mesa, y lo pone en la mesa, y pelea para que se quede allí.

Los padres de un autista deben atender sus propias situaciones para tratar de ser padres especiales de un niño especial; entenderse a sí mismos; intentar mantener la calma en berrinches y agresiones; tratar de hablar sobre sus frustraciones. Con mucha frecuencia, deben posponer los planes de su vida, incluso sacrificarlos, y pueden sentirse incapaces, solos, desamparados. Deben enfrentar la incomprensión del mundo, disculparse mucho, sacar la cara por sus hijos, protegerlos de gente que no comprende acciones que parecen inauditas u ofensivas y también de algunos elementos que pierden de humanos lo que ganan de ignorantes. Un niño autista puede escaparse, lanzarse de un balcón o cruzar, sin medir peligro, una calle llena de automóviles, y un padre puede desesperarse, enojarse, entristecerse, maldecir su suerte, perder el interés por las cosas, encolerizarse, enconcharse, huir y hasta suicidarse. En nombre de su hijo o hija, con frecuencia un padre debe perder posesiones, dejar trabajos, ver destruirse su casa, algunos hasta caen en depresión y todos sufren de estrés. La lucha por la vida se les endurece. Algunos deben cuidar a sus niños de día para poder trabajar de noche, duermen poco, comen mal y sus ánimos y humor están peor.

Es de esta situación que se aprovechan los mercaderes de medicinas, amuletos, tratamientos milagrosos o charlatanerías pseudocientíficas o pseudorreligiosas. Un padre de niño autista puede sentirse cansado de ser buen padre, marido, trabajador... pero el deber está allí. Si el reto solo lo asume una persona, las dificultades se multiplican por dos; si lo asume la pareja, se dividen entre dos y aun así la carga es gigantesca. No juzgo sobre las separaciones matrimoniales, pero para ser padre de un autista no conviene estar solo ni mal acompañado, porque allí donde las dificultades se multiplican por dos o tres, el amor debe multiplicarse por diez o cien.

El vínculo natural entre este mundo ‘normal ' y el de los autistas, son los padres y tutores. Deberían facilitárseles las cosas para que ese vínculo funcione: más que dándoles dinero, ayudándolos a ganarse el sustento en atención a las condiciones especiales que enfrentan; que las capacitaciones que se les brinden no sean en el ‘horario normal ', sino adecuarlo para que puedan dejar a sus hijos con personas competentes mientras se preparan; orientarlos para que no caigan víctimas de charlatanes y castigar fuertemente a los que cometan este abuso; considerar la condición de sus hijos cuando están acompañados por ellos, como prioridad en la atención médica o en las oficinas públicas y privadas; fortalecer las instituciones para que formen un sistema que considere las discapacidades y cree un ambiente llevadero para los autistas y sus padres.

La solidaridad no es ser dadivoso, es ayudar al otro a hacerse a sí mismo y a hacer comunidad. Los padres de autistas buscan la oportunidad de funcionar dignamente en la sociedad y lograr que sus hijos se ubiquen armónicamente en ella.

PADRE DE NIÑO AUTISTA.

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