El presidente Mulino cuestiona lo poco enérgicas que son las medidas cautelares de los jueces de garantías
- 19/11/2025 00:00
Panamá frente a la economía circular y el reto de convertir la sostenibilidad en motor productivo
La economía circular surge como una solución al agotamiento del modelo lineal de extraer, producir, usar y tirar. Es un modelo de crecimiento que usa la sostenibilidad ambiental como pilar para impulsar las economías y la prosperidad de los países, cuyo objetivo es mantener el valor de los materiales mediante el rediseño, la reutilización y el reciclaje, reduciendo la dependencia de materias primas. Aunque el enfoque fue desarrollado por David W. Pearce y R. Kerry Turner en los 80, ha evolucionado hasta nuestros días con el aporte de corrientes como la biomímesis, reforzando la idea de que la productividad aumenta cuando nada se desecha prematuramente.
En Panamá, el primer Foro de Economía Circular, organizado por el Ministerio del Ambiente, marcó un punto de inflexión. Todos los actores, gobierno, sector privado, academia y sociedad civil, coincidieron en la necesidad de acelerar la transición para mantener el crecimiento, reducir vulnerabilidades ambientales y competir en mercados exigentes. La circularidad es vista como una estrategia de eficiencia que extiende los ciclos de vida y recupera valor de los materiales antes de su degradación total.
Entender este cambio implica recordar que ningún sistema productivo está aislado de la termodinámica: la materia y la energía no se crean ni se destruyen; se transforman. Por eso, el objetivo no es suprimir residuos, sino retardar la degradación que transforma materiales en partes irrecuperables. La circularidad es finalmente una estrategia de eficiencia que extiende los ciclos de vida, recupera valor antes del punto de no retorno y minimiza pérdidas a lo largo de la cadena.
Desde Panamá, el desafío está claro. El país genera 1.83 millones de toneladas de residuos al año, de las cuales se gestiona de manera inadecuada el 42 %, con más de 60 vertederos a cielo abierto y emisiones asociadas a la quema. Aquí la circularidad deja de ser un ideal para convertirse en una política industrial real capaz de separar en origen, materializar y capturar energía antes de que el residuo pierda su valor. Tecnologías como la biodigestión anaeróbica y ciertas opciones de conversión energética pueden ser beneficiosas, siempre y cuando se integren en planes realistas con infraestructura, normas técnicas y supervisión.
El foro destacó que la circularidad es una estrategia de transformación productiva para hacer un mejor uso de los recursos, innovar y crear ventajas competitivas. De acuerdo con MiAmbiente, Panamá ya cuenta con una hoja de ruta y una red de economía circular. Pero las barreras son significativas. El marco normativo continúa disperso y la coordinación interinstitucional es limitada, lo que obstaculiza la implementación de la política nacional integrada de residuos, esta fragmentación aumenta los costos de transacción para las empresas, dificulta la ampliación de tecnologías y disminuye la previsibilidad para invertir. Para superar este nudo se necesita simplificar normas, definir claramente las competencias y alinear los incentivos.
A las barreras regulatorias se suman los desafíos económicos y financieros. La circularidad demanda capital intensivo y requiere horizontes de recuperación más largos. El financiamiento verde puede dinamizar la adopción si es acompañado por reglas estables, esquemas de riesgo compartido y compras públicas sostenibles. A esto debe añadirse apoyo para que las pequeñas y medianas empresas puedan reducir riesgos y adoptar tecnologías sin quedar relegadas frente a unos pocos proyectos emblemáticos.
El frente tecnológico también necesita fortalecimiento. Panamá carece de una caracterización sistemática y actualizada de sus residuos, así como de infraestructura suficiente para la separación en origen. La alta humedad de la fracción orgánica limita el rendimiento energético y exige soluciones de pretratamiento y logística adaptadas al clima tropical. Además, la operación de plantas de valorización requiere capacidades técnicas especializadas que todavía son escasas. Invertir en datos, estándares y formación profesional es tan importante como invertir en equipos.
La dimensión político y social también influye. La encuesta de opinión pública del CIEPS 2025 revela que, si bien la situación económica preocupa, una mayoría (61.7 %) sacrificaría el crecimiento por el medio ambiente. Esta mezcla abre una ventana: políticas que integren empleo y recuperación ambiental pueden ser apoyadas si demuestran resultados concretos.
En este sentido, la economía circular puede desarrollarse a través de tres vías complementarias. La primera, impulsar proyectos ancla de alto impacto territorial, con innovación en sectores clave como agua, construcción, residuos sólidos, industria, agricultura y turismo sostenible, engranando con la bioeconomía y el uso eficiente de recursos; la segunda, definir normas sencillas y verificables con objetivos precisos; y la tercera, fortalecer mecanismos financieros para la eficiencia ambiental.
En retrospectiva, para que la economía circular se convierta en una palanca real, se debe asegurar información pública de calidad y una gobernanza coordinada que articule al Estado, empresas, academia y organismos multilaterales. Si Panamá logra coherencia en la implementación y una visión común que integre innovación, tecnología, y sostenibilidad ambiental, esta estrategia se puede consolidar como una vía efectiva para construir una economía más competitiva, resiliente y de mejor calidad de vida para sus ciudadanos.