El presidente Mulino cuestiona lo poco enérgicas que son las medidas cautelares de los jueces de garantías
Sintiéndome muy de mi país, me levanté con ánimos de hacer Patria. No estoy hablando de salir a desfilar, ni a vestirme de bandera, o de montuno, hablo de algo más simple, pero no menos patriótico. Salí a llevar nuestros desechos reciclables a la estación de acopio cerca de nuestra casa. ¿Qué? ¿Acaso cree usted que disponer correctamente de la basura no es hacer un mejor país? Si lo ve así, tal vez sea que usted es parte del problema, no de la solución.
Iba muy motivado, pensando en que los gobiernos locales instalan estas estaciones para ir despertando esa costumbre educada a una población falta de ejemplos positivos. Será un proceso largo, el acostumbrarnos a no ensuciar, pero algo es algo.
Tarareaba mentalmente una canción cuando llegué a la estación de acopio de reciclables, y de golpe se me fue el afán.
Por más letreros, señales, y pitos que indican que uno debe colocar cada pieza limpia y por separado en los contenedores debidamente identificados, me encontré con un “pataconcito” en vez de una estación de acopio de reciclables.
“¡Carajo! ¿Por qué somos así?” pensé, con una mezcla de molestia y decepción.
Al final, decidí sortear el desorden, y colocar una a una mis aportaciones en sus contenedores. Que no es sólo quejarse, sino hacer lo que uno sabe que es lo correcto, aún si nadie ve. Eso se llama integridad, y queda claro que no somos los más íntegros como ciudadanos.
Nuestra falta de integridad social no se limita a los ciudadanos. Es una miasma que corre por nuestras calles, nuestras barriadas, nuestras instituciones y también, en nuestros funcionarios y contratistas del Estado. Somos un país en donde queremos que haya dos policías para cada ciudadano pues, si no estamos constantemente bajo vigilancia, hacemos cosas indebidas.
Nos encanta hacer las “cosas a medias”. En redes sociales proyectamos una imagen, pero en nuestra intimidad, somos otra cosa.
Como el ejemplo de la estación de reciclaje, hay gente que separa lo reciclable, y lo lleva a la estación de acopio, pero no lo limpia previamente, ni lo coloca donde debe ser, creando el desastre que sé que muchos han visto. Tienen una mentalidad de “ya hice bastante”, o bien de “deben agradecer que lo traje hasta aquí” que domina su actuar. Hacen las cosas a medias, y se autofelicitan, mientras nos afectan a todos.
De igual manera, muchas entidades y sus contratistas hacen las cosas a medias. Suben un proyecto que, si bien es necesario, no cumple con todas las normas de contratación, pero “cumple con las suficientes”. Se aseguran de llenar los protocolos burocráticos, pero no de cumplir con las normas de derecho, y “allá va esa vaina, con pasos que tropiezan, pero va. Agradezcan que lo hacemos”. Nuevamente, las cosas a medias.
En un Estado de derecho, las obras públicas deben realizarse tras un estudio de factibilidad/necesidad o urgencia. Se diseñan, y después de analizar los pros y los contras, se sube a licitación pública. Antes de mover una piedra, hay que considerar qué personas o propiedades se verán afectadas y, si son entes privados, notificar de las afectaciones o negociar un acuerdo o autorización, pero jamás entrar como un “gato en la noche”, y hacer lo propio so pretexto de que “el gobierno me respalda”. No señores, acá hay leyes, y que, si bien se ha demostrado que benefician a unos, y perjudican a otros en un despropósito vergonzoso, cualquier caso suficientemente bien documentado con imágenes, conversaciones y notificaciones es sólido, contra el gobierno, o contra empresas apadrinadas.
El pueblo, representado en cada ciudadano honesto, sigue siendo soberano. Es deber de cada ciudadano honesto señalar los abusos, las faltas y los errores de ciudadanos, empresas, funcionarios, o del Estado para que se retome el rumbo.
Basta ya de empresas señaladas de sendos casos de corrupción siendo beneficiadas con más obras. Basta ya de funcionarios abusivos que se creen intocables. Basta ya también de funcionarios inexistentes y mudos, que no hacen su trabajo por miedo, corrupción o ignorancia. Necesitamos gente capaz y honrada representándonos y atendiéndonos en el aparato gubernamental.
Basta ya también de funcionarios de elección que defienden a capa y espada la corrupción abiertamente, bloqueando y obstruyendo cada paso que se intenta dar hacia la corrección del rumbo del país, pues nos perjudican a todos por defender delincuentes y prófugos.
Basta ya de pillos parasitando el Estado a través de nombramientos, contratos, botellas, o cualquier variante de los efluvios corruptos que tiene al país y a su ciudadanía enfermos. Hacer las cosas bien, incluso cuando nadie nos ve nos hace íntegros. Hacer una buena acción mientras nos están viendo, o en su punto más degenerado, mientras nosotros mismos nos grabamos, nos hace egoístas y falsos, pues no es honesto: es publicidad. Y vaya que hay mucho actor actualmente en nuestra sociedad.
En una sociedad hipnotizada por lo virtual, vivamos en la realidad. Pensemos en el bien del país, en el futuro de nuestros hijos, y en nuestra propia tranquilidad.
No más cosas a medias. Hagámoslo bien.
¡Dios nos guíe!