• 19/11/2023 00:00

Panamá: secuestrada por una democracia dictatorial

Aunque el término de “democracia dictatorial” para muchos puede sonar incomprensible, el panorama demácratico panameño lo valida incesantemente desde hace ya más de treinta años.

Aunque el término de “democracia dictatorial” para muchos puede sonar incomprensible, el panorama demácratico panameño lo valida incesantemente desde hace ya más de treinta años. Sutilmente establecida esta modalidad de democracia, mediante una escalada de fenómenos que desestiman continuamente el principal motivo democrático; en otras palabras, se asiste a una representatividad inexistente donde el pueblo vota, pero no elige, donde los elegidos mandan persiguiendo voluntades cada vez más ajenas de quienes los eligieron para representarlos, donde la brecha de la voluntad popular se ensancha y distancia de la institucionalidad que la representa. En este panorama entra a reinar indiscutiblemente, y cada vez más fuerte, la falta de transparencia en la gestión pública, un clientelismo estatal, monopolio de los medios de comunicación o asistencia cómplice de los mismos, la negación de la participación ciudadana en decisiones nacionales, acompañada inevitablemente de diálogos y pactos, propiciados desde las instituciones, que terminan burlados y tirados a la canasta del olvido. Se asiste así a una democracia eficaz en la contención y atomización del movimiento social, que resulta, por momentos, más eficaz que la otrora coerción de los pueblos por las armas o los estamentos armados garantes del status quo. Para esto, son de primordial importancia las comunicaciones artificiosas, tendencia plasmada claramente en nuestro país ya por muchas gestiones neoliberales, que mezclan propuestas liberales “progresistas” de falso populismo que resultan efectivos para la contención del reclamo social como lo son, analizado muy bien por el Prof. Juan Jované en su último escrito “La bancarrota de la hegemonía del Conep” , bonos y vales solidarios que juegan el papel de neutralizantes mecanismos de cooptación y que en nada asisten a un real desarrollo social.

La democracia, yendo más allá del derecho soberano del pueblo de elegir a sus representantes en Panamá, ha asumido en el marco neoliberal la tendencia a vaciar su contenido, perdiendo la esencia originaria de que los mecanismos de representación deben estar subordinados a ella, convirtiéndose meramente en un sistema formal y procedimental, limitado a asegurar mecanismos eleccionarios, lo que la hace incompleta y defectuosa. ( Pérez Soto, Carlos; 2018) Se ha perdido el fundamento de la democracia, que es el supremo respeto por la dignidad humana, su igualdad y su fraternidad. En este sentido, se ha perdido la visión de promover y realizar esa dignidad, merced de intereses antinacionales y antipopulares. De qué derechos humanos podemos hablar en el caso de la democracia panameña, donde la educación yace abandonada y sin timón de proyecto nación-estado no coadyuva a un verdadero desarrollo social, basta solo recordar la triste y célebre frase de un representante empresarial para advertir que había que tener cuidado con elevar la calidad de la educación pública en nuestro país. De qué derechos humanos podemos hablar en el caso de un sistema de asistencia médica-hospitalaria defectuoso y un sistema de pensiones y jubilaciones arruinado por el despilfarro, saqueo y la evasión de cuotas. De qué derechos humanos podemos hablar en el caso de un sistema tributario regresivo que le quita al más pobre y favorece al más rico, mientras se hace el sordo ante una multimillonaria evasión de impuesto y fraude fiscal de los sectores dominantes. De qué derechos humanos podemos hablar en el caso de un país que funciona con un mercado degenerado en oligopolios que indiscriminadamente suben el costo de vida de todo, sangrando al erario con subsidios desmedidos. De qué derechos humanos podemos hablar en el caso de una democracia criolla que no promueve una convivencia sustentable y en armonía con el medioambiente. Deberíamos en Panamá llamar democrático a un sistema político en que los representantes, en contradicción expresa con lo que debería ser su mandato, aprueban normas que perjudican a sus representados, destruyendo su acceso real a los derechos económicos y sociales más básicos, permitiendo incluso, una relación desastrosa con el medio ambiente. Lo evidente en Panamá de estas contradicciones y sus daños, hoy desmedidos, nos lleva indiscutiblemente a sopesar, ante un futuro torneo electoral si vivimos en un sistema democrático o sufrimos de sucesivas democracias dictatoriales.

La coyuntura de reclamo para lograr la derogación de la ley 406 de minería, pone en la palestra la necesidad de consolidar un Proyecto Nacional Alternativo, que superando sectarismos sea factible y adecuado en el reconocimiento de la dignidad humana de las grandes mayorías de la población panameña. Una nueva trayectoria de Estado que incluya un verdadero desarrollo social con base en una entrega política real de aquellos a quienes elegimos para tal fin. En corto, un proyecto que reconozca que el soberano es el pueblo y que es él el que tiene la última palabra. Viva Panamá libre y soberano sin más democracias dictatoriales.

Docente universitario
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