• 09/02/2009 01:00

Perdón, Patria

Tú, Patria Portugal, has mostrado intenso amor a tu padre, con coraje incuestionable. Él, desaparecido de manera alevosa, por sus ideas ...

Tú, Patria Portugal, has mostrado intenso amor a tu padre, con coraje incuestionable. Él, desaparecido de manera alevosa, por sus ideas contrarias al golpe militar de 1968. El secuestro o el crimen siempre serán hechos aborrecibles, que nadie puede justificar legal ni espiritualmente. Aunque Dios perdona a todos y todo, también juzgará a todos los seres según sus obras.

Ningún “poderoso” y ningún “débil”, con sus respectivas obras pasan inadvertidos ante sus ojos. Muchos “grandes” o que se creyeron tales, después quedaron reducidos o humillados por la justicia divina. Tu psiquis de niña atormentada, turbada, por aquella ausencia inexplicable, explica la vehemencia e incluso la ira, comprensible, mantenida por años buscando una reivindicación justa, largamente negada. En mi caso, Patria, de manera sincera, te expresé un perdón público en un programa televisivo cuando me cuestionaste. Pese a que jamás, Dios lo sabe, secuestré, asesiné o torturé a ningún ser humano, ni permití que se hiciese frente a mí; te vuelvo a pedir perdón públicamente por aquellos que valiéndose de su cargo otorgado por el Estado para proteger vidas, terminaron, con excusas políticas, maltratando o asesinando. La historia esta llena de eso, pero nada lo justifica. Tu padre Heliodoro era político y se expresó, con todo derecho, ideológicamente. Eras niña para 1968, permíteme explicarte algo: aquel golpe se inició como un acto de supervivencia profesional, en un país nuestro, como dice José Franco “golpeado hasta las oquedades”: secuestrada su soberanía desde 1903 por fuerzas coloniales ultrajantes, y antes, por “hermanos mayores”. Los ocupantes militares solo permitieron uniformados nacionales sin autoestima, miserablemente tratados por una burguesía comercial matrimoniada con las armas extranjeras, convertida en oligarquía imponiendo presidentes desde ingenios azucareros. Aquellos policías fueron convertidos en lacayos, macartistas ideológicos. Luego vino un proceso cívico-militar, con grandes defectos, pero también con grandes conquistas sociales, una de ellas que tú y los tuyos no tengan hoy más que una sola bandera ondeando en nuestra Patria. Como un ejemplo de aquellos días de vorágines sociales del 68, dos primos hermanos míos y también de Omar Torrijos, Carlos y Marcos Pérez Herrera, fueron encarcelados, mientras Omar atendía asuntos políticos, incluso con el extranjero y otros militares reprimían a “los subversivos”. Enterado, Omar imparte la orden de sacar de la cárcel a nuestros primos y los envía a donde otra prima hermana, residente en el barrio de Villa Lilla. Fue el año nuevo de 1968. ¿Cuántas fuerzas chocaban entre sí a lo interno de los cuarteles? Veinticuatro horas después otro coronel que pugnaba con Omar por el mando, “anticomunista”, sin importarle con “su superior”, mandó un radiopatrulla a buscar a los Pérez Herrera para encarcelarlos otra vez. Omar Torrijos fue como yo, muy pecador, pero no, un criminal. Veinte años cerca de él me lo confirman. Al contrario, a mí me mandó a “hacer la paz, no a reprimir”, cuando era yo un subteniente, enviándome a Pto. Armuelles ante el asesinato de un líder obrero. Mis acciones allí les constan a panameños distinguidos, dirigentes sindicales Efigenio Araúz, Héctor Requena, Martín Cano. Tuve que chocar, sin desearlo, con los norteamericanos de la Chiriquí Land, resentidos porque desprecié, pese a mi sueldo pobrísimo, la elegante casa que tenían para el jefe militar del área. Omar me felicitó por aquello, por buscar ser árbitro social, no un subalterno de intereses extranjeros. Patria, busco comprender tu dolor e incluso tu justo rencor por la búsqueda de justicia hacía tu padre. Dios te ofrezca ahora paz y perdón, lo único que otorga libertad espiri- tual. Cumpliste con creces con tu padre. Respetuosamente,

- El autor es embajador de Panamá en Perú. homiliadiaz@gmail.com

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