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- 26/09/2024 00:00
Periodismo, de la máquina Royal a la academia
Un lunes de principios de la década de 1970, Pantaleón Henríquez Bernal, jefe de Relaciones Públicas del Ministerio de Comercio e Industrias (MICI), llegó muy temprano a su oficina, emperifollado con camisilla blanca de hilo, lentes oscuros, zapatos negros de charol y oloroso a colonia María Farina.
Tomó su vieja máquina de escribir Royal, golpeteó el teclado con dos dedos y plasmó su agenda diaria. Luego del piropo “¡que linda estás!”, pidió a su secretaria Ruby de Castañeda que reuniera a Abel Beitía, Eric Del Rosario, Jorge Ramírez, Pedro Medina y Luis Laguna.
“Don Panta”, periodista y relacionista de grandes ligas, entraba sin tocar al despacho del ministro Fernando Manfredo. Cuando regañaba al personal solía citar al filósofo francés Jean Paul Sartre: “El hombre nace libre, responsable y sin excusa”.
En la reunión express solo dijo: “¡Vayan a la universidad de Panamá a estudiar periodismo, saquen su diploma!”. Dio media vuelta y se fue a hablar con el superministro.
Don Panta, nativo de La Villa de Los Santos, fue maestro de excelentes relacionistas del MICI: Abel Beitía, Eric del Rosario, Eliseo Esquivel, Sandra Flores, Verónica Endara, Raúl Cedeño y Eduardo Herrera.
Tenía la seriedad del actor Anthony Quinn y el humor folclórico de Andrés Poveda. Destacó en el periodismo radial y como directivo del Sindicato de Periodistas de Panamá. Humano, sencillo y buscador de primicias: “sabía sacar agua del desierto y polvo del mar”.
Este escrito exalta el aporte de los empíricos, la importancia del periodismo universitario, el valor de la idoneidad y la versatilidad de la tecnología digital en la evolución de la carrera.
A pesar de que la imprenta llegó tarde a Panamá (1821), procedente de Kingston, Jamaica, el periodismo criollo propagó ideas liberales, la cultura, el adoctrinamiento religioso y la reorientación de la actividad mercantil.
La primera imprenta, importada por José María Goytía, sentó las bases del periodismo moderno con aportes de Mariano Arosemena, Juan José Calvo, Juan José Argote, Blas Arosemena, José Ángel Santos, José Vallarino, José de Obaldía y Gaspar Arosemena, entre otros.
En su libro Periodismo sin tembladera, Rafael Candanedo, escritor y profesor de periodismo, relata que en los albores de la República el periodismo fue ejercido por compatriotas apasionados por el periodismo, la literatura y la política.
“Esos medios básicamente presentaban información política y de interés general. Las publicaciones lucían frente al estado calamitoso en que se encontraba el país, después de la Guerra de los Mil Días, en el que sobresalía la postración económica, política y moral, así como la insalubridad y los frecuentes incendios”, anota Candanedo en su magnífica investigación.
El abogado, periodista y editor austríaco Joseph Pulitzer, gestor del periodismo “sensacionalista”, afirmaba: “El poder para moldear el futuro de una república estará en manos de las generaciones futuras”.
Pulitzer fundó dos escuelas de periodismo, una en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y la otra en la Universidad de Missouri. Donó muchas becas y fundó el Premio Pulitzer.
En la década de 1960, un grupo de periodistas ─ empíricos y estudiosos ─ impulsaron la primera escuela técnica de periodismo en el Instituto Justo Arosemena (IJA), ubicado en Calidonia (Perejil). Se dictaban cursos especializados en técnicas de redacción (La historia del periodismo en Panamá: un legado de compromiso y evolución, autor Eloy De León).
En 1961, se fundó la Escuela de Periodismo en la Universidad de Panamá, que tuvo como primer director a Gil Blas Tejeira, periodista y escritor, quien creyó fielmente que a la profesión había que darle rango universitario.
Vivimos una era que demanda actualización y estudios académicos. El título universitario es un ariete que te abre puertas a posgrados, diplomados, maestrías; además te acredita para ser docente universitario.
Según la Fundación Gabo, “se necesita una formación profesional que desarrolle habilidades interpretativas, que estimule el talento crítico, que promueve destrezas comunicativas y que, al mismo tiempo, dé un conocimiento amplio del mundo y de la sociedad”.
Los comunicadores no pueden ser simples intermediarios para recibir y entregar informaciones. El periodista con formación universitaria está en capacidad de interpretar, explicar y analizar los hechos, para orientar a los receptores a tomar decisiones inteligentes, con el debido conocimiento de lo que sucede.
“La gran responsabilidad en este punto, les cabe a los dueños y directores de medios. De ellos depende en buena parte que la información ofrecida a la sociedad sea mala, mediocre o de buena calidad, si sus periodistas son improvisados o con formación profesional”, subraya la Fundación Gabo.
Contar con un título universitario y la idoneidad no es únicamente un logro académico, sino personal, que eleva la moral y la autoestima. A los colegas indecisos, que deben materias y perezosos que no quieren terminar la carrera, les recuerdo lo que dice Malcom X: “La educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para el hoy”.