• 23/12/2020 00:00

El peso de la historia

“[…] es bueno recordar otros tiempos, aquellos en que los panameños éramos conscientes de la necesidad de permanecer en primera línea en nuestros anhelos de Soberanía, unidos, venciendo la amargura que con demasiada frecuencia nos invade”

Con frecuencia leemos la siguiente frase: “Fulanito era consciente del peso de la historia…”. ¿Qué ha de entenderse con ello? Convengamos en que se suele relacionar con políticos o responsables públicos.

Para numerosos ciudadanos, y me atrevo a aventurar que, para la gran mayoría de nuestros jóvenes, ese conjunto de palabras no significa gran cosa, quizá una referencia genérica a episodios sucedidos en décadas o siglos precedentes. Suelen ser hechos, circunstancias ocurridas en un país.

Por el contrario, “historia” es esa tradición intangible sobre la que se sustenta la personalidad de una nación, lo que determina una vocación de permanecer como comunidad, los cimientos que soportarán las adversidades.

En Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, un número ciertamente numeroso de personas, lamentablemente, decidieron ver con buenos ojos a los invasores alemanes del Tercer Reich. Adoptaron la forma política de “Gobierno de Vichy”, encabezado por el Mariscal Pètain. El resto de franceses, sin duda y afortunadamente en mayor número, los denominaban de forma despectiva “Collabos (colaborador con una potencia invasora)”.

Pese a ello, ese triste episodio ha pasado a un segundo plano y seguimos recordando que Francia hizo historia mediante la Revolución del siglo XVIII que proporcionó carta de naturaleza a los términos de “egalité, fraternité et liberté”, ofreciendo al mundo y para siempre una lección moral.

Un buen número de actos políticos ocurridos durante la administración de Donald Trump han ensombrecido su país, los Estados Unidos de América, y sin embargo hoy en día los profesores enseñan a los alumnos que años atrás, durante la Segunda Guerra, varios millones de soldados norteamericanos embarcaron hacia Europa y acudieron al rescate de los valores democráticos que zozobraban bajo el peso militar de las divisiones del asesino Adolf Hitler. Sin esa generosa participación, a buen seguro que Alemania habría ganado la guerra.

En nuestra joven república, los hechos sucedidos en octubre de 1968 son calificados en los textos escolares y académicos como “la Revolución del 11 de Octubre”, “el golpe de Estado”, “la dictadura militar”, según sea la mano de quién lo escriba. Se le denomine de un modo u otro, no cabe duda de que en la República de Panamá se interrumpió la legitimidad democrática, fuese para los ciudadanos beneficiosa o perjudicial, justa o injusta. Además, especialmente durante el “Norieguismo” se cometieron violaciones a los derechos humanos y propiciaron actos de fraude electoral.

Quien escribe estas líneas tenía por entonces cuatro años. Jamás aprobaría hoy un golpe de Estado, no se puede distinguir entre golpistas buenos y golpistas malos. Hago de ello una declaración de principios. Pero al mismo tiempo soy consciente de las limitaciones que representa juzgar los hechos del pasado con las ideas del presente.

Con la llegada al poder “de facto” de Omar Torrijos, con empeño desconocido hasta entonces, se inició en Panamá el proceso de reivindicación de la Soberanía sobre el Canal de Panamá y los territorios adyacentes. Se puso en marcha una estrategia de internacionalización de la controversia que resultó exitosa. Se obtuvo en la sociedad panameña un consenso absoluto sobre la justeza de la Gesta, nunca los panameños estuvimos tan unidos, el canal se convirtió en la religión de todos los panameños.

Como consecuencia de todo ello, Panamá hizo historia y dentro de mil años se enseñará en las escuelas y universidades que los Tratados Torrijos-Carter forjaron el carácter de nuestra nación a través de nuestra tercera y verdadera independencia.

Llegados a este punto cabe preguntarnos: ¿de no haber existido la gobernanza de Omar Torrijos, el Gobierno de Arnulfo Arias o los siguientes, habrían diseñado y puesto en práctica con mayúsculas la reivindicación de Soberanía sobre la Zona del Canal?, ¿recorrido las cancillerías del mundo con tanta determinación?, ¿resistido con tanto coraje las presiones del Congreso y Senado de Washington para posponer la controversia?

Son preguntas difíciles de contestar, buenas para la reflexión y el debate. Fruto de este llegaremos a conclusiones diversas. Un ejemplo más de convivencia democrática.

En estos tiempos difíciles, en que para muchos no merece la pena mirar lo que está sucediendo, es bueno recordar otros tiempos, aquellos en que los panameños éramos conscientes de la necesidad de permanecer en primera línea en nuestros anhelos de Soberanía, unidos, venciendo la amargura que con demasiada frecuencia nos invade. Otro Gigante, Winston Churchil afirmó: “Soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa”.

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