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- 03/10/2018 02:01
Playas de plásticos
Es domingo temprano y las desembocaduras de los ríos Juan Díaz, Matías Hernández y Río Abajo están en silencio. Solo se escucha el rumor espumoso de la marea baja que llega a la arena de las playas; el trino de las aves marinas que recorren el enrevesado bosque acuoso de mangles en busca de gusanos o peces atrapados en los charcos. Los botes descansan sobre el lecho ribereño y sus pilotos han desaparecido hasta que vuelvan las olas y la pleamar.
De pronto, cesa la tranquilidad y empiezan a llegar filas de gente, vehículos se acercan y los lugares se llenan de hombres, mujeres, jóvenes, representantes de todo tipo de organizaciones y empresas que acuden con ánimo para involucrarse en la limpieza de estos sitios costeros. Con el entusiasmo sobre los hombros, se ponen de acuerdo y se apropia cada uno de espacios que exploran para sacar poco a poco residuos de toda naturaleza.
Es la jornada de limpieza de playas y más de 50 lugares en todo el territorio nacional, las escenas se repiten. Con bolsas, formularios para hacer el recuento, lápices y algunos con guantes recogen y otros hacen la estadística del contenido de los grandes recipientes de la basura. Los ojos se abren con sorpresa ante los artículos que se encuentran; llantas, tejidos, envases de vidrio y plástico, partes de auto, mobiliarios, juguetes, platos y mucho más.
Cuando sube el nivel del océano, las aguas traen toda clase de despojos, que quedan atrapados entre las ramas del manglar. Al retirarse el agua de la costa, un gran tendedero cuelga de las hojas y los brazos de los árboles que asoman a la bahía. En bajamar, lo que viene por los ríos se deposita sobre la arena como si fuera un gran vertedero abierto que espera para irse luego, a internar en el mar y en las profundidades.
¿De dónde sale tanta materia sobrante? En las urbes, sobre todo en la capital del país, el asunto se agrava porque el conjunto de venas fluviales atraviesa diferentes barrios muy poblados y sectores industriales que derraman sus sobrantes al cauce.
El estudio realizado en 2016 sobre el Modelo de gestión de residuos en Panamá por la empresa Ingeniería y Economía del Transporte, S.A. (INECO), plantea que cada día, el promedio de producción de desechos por persona es de 1,241 kilos.
Si se hace proyección de esa cantidad y se multiplica por la población de ese año, se alcanza el balance que plantea este organismo de 5 millones 009 mil 738 kilos. Es un cálculo significativo que se obtiene por un meticuloso procesamiento en que se han tomado en cuenta la cantidad de vehículos que llevan los desechos, los centros de acopio existentes, entre otros datos.
Aunque, según el estudio, en un 73.2 % de los municipios se recoge este desperdicio; habría que preocuparse por la diferencia con aquel que se queda sin ser transportado y poco a poco va a parar a los afluentes, arroyos, quebradas y termina en la costa. Otra cifra que es importante destacar en esta investigación, es el contenido del bloque se despojos de la población. Un 27.0 corresponde a papel y cartón y 22.2 % es plástico.
Este recuento es cónsono con lo que encontraron más de 6 mil voluntarios que estuvieron en los puntos seleccionados el domingo. Envases, recipientes, cajas, soportes de latas y botellas y otros elementos de plástico fueron recogidos y alejados de las líneas marítimas. Fue un trabajo arduo y aleccionador porque el estado de las playas demuestra que se necesita cambiar la cultura de disposición de desechos.
Esto es urgente y es el mensaje detrás del esfuerzo desplegado por entusiastas que fueron a limpiar las playas panameñas.
PERIODISTA
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