• 24/06/2023 00:00

Políticos perversos, verdugos, narcisistas y seductores

“Abrigo la esperanza de que, para las próximas elecciones, los panameños tomemos, [...], alguna pócima que nos cure, aunque sea momentáneamente contra aquellos políticos perversos, [...]”

¿Cómo puede ser candidato a la Presidencia de un país una persona que en su rol de alto funcionario apoya, abierta, descaradamente y sin hipocresías, la entrega de 202 millones de dólares a 475 juntas -la mayoría del PRD- de las 679 que hay en el país, fuera del esquema establecido por la Ley de Descentralización, es decir, de forma indebida.

Tal actitud supone un personaje perverso, de esos que nos precipitan hacia el caos, al desorden total, a la destrucción de la sociedad.

Supone también a ese personaje, que a todo pulmón dice querer prevenir, cuando en realidad lo que busca es mantener la excitación.

Supone también al dirigente político perverso que hace con regularidad lo contrario a lo que pretendía que haría. Los eslóganes políticos son una cruda realidad. Al final, y ya en el potro, nunca hacen lo que en ellos predicaron.

Supone también lo que en una ocasión el psicoanalista francés Paul-Claude Racamier definió como la personalidad egótica de algunos hombres, “cuyo único objetivo es la instrumentalización de otros individuos para conseguir sus fines”.

Supone también aquel personaje llamado a solucionar problemas, “pero al revés, se convierte en el mayor de ellos”.

Supone también aquello que algunos autores califican de narcisista, “políticos que aupamos y aplaudimos, dueños de una psiques capaz de destruir irremediablemente”. ¿El loco tal vez?

Supone también aquel político perverso, seductor y verdugo que define Racamier y que campa a sus anchas en el campo de la empresa y la política. ¿De nuevo el loco?

Supone quizá lo que Horni o Stoll califican de dirigentes perversos a “aquellos políticos que, lejos de esforzarse en aplacar o resolver los conflictos, buscan amplificarlos, colocándose ellos mismos en el exterior del desastre relacional que desatan”. Aquí en Panamá tenemos algunos. Por sus actos los conoceréis.

Supone también este tipo de políticos perversos la llegada al totalitarismo, o sea, forma de Estado en la que un único partido político gobierna con poder absoluto, sin ningún tipo de limitaciones. Da la impresión de que aquí en nuestro país ya tenemos ese tipo de Gobierno.

Supone también aquel político perverso que desfigura los problemas que pretende resolver con demagogia y otras hierbas aromáticas. Cualquier similitud con lo que pasa en la Caja de Seguro Social es pura coincidencia.

Bien. Ya supusimos bastante, ahora dejemos las conjeturas a un lado y preguntémonos por qué dejamos que estos siniestros personajes actúen y se mueven sin control ni restricciones cuando gobiernan los destinos de un país.

Por varios motivos. El primero, porque es culpa nuestra. Ya lo dijo en una ocasión Joseph de Maistre: “cada pueblo o nación tiene el Gobierno que merece”. Luego el francés André Malraux lo condimentó más: “No es que los pueblos tengan los Gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”; el segundo, porque “no somos capaces de desenmascararlos y de buscar personas con afán de servicio común para encarnar el poder” y, el tercero, quizá el más perverso, nos dejamos seducir o, dicho de otra forma, embaucar.

Y, lamentablemente, esto sigue sucediendo en nuestro país y no hay medicina que cure este terrible mal. Abrigo la esperanza de que, para las próximas elecciones, los panameños tomemos, al menos la mayor cantidad, alguna pócima que nos cure, aunque sea momentáneamente contra aquellos políticos perversos, verdugos, narcisistas y seductores. No sé tú.

Periodista y docente universitario.
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