• 01/09/2023 00:00

Políticos, políticas y educación

Los políticos altamente competentes hacen más que desempeñarse con éxito en sus labores. Ellos inspiran y animan a los otros para que hagan lo máximo para cumplir con sus metas

El liderazgo político adecuadamente orientado a servir a la nación y a las personas, es imprescindible en la nueva institucionalidad democrática. Algunos rasgos importantes de este liderazgo político se relacionan con la confianza de la gente en ese actor político, la autoridad que genera al intervenir en asuntos propios de la colectividad, el cumplimiento de los compromisos asumidos, la forma de presentarse ante los medios y sus electores, el conocimiento que refleja sobre los diversos aspectos que afectan la condición de vida del país. Además, poseer juicio propio y crítico, mantener distancia con el oportunismo, la demagogia y el clientelismo; servir a la comunidad con responsabilidad, honestidad y transparencia. También sería deseable que cuente con una preparación o información básica sobre aspectos técnicos-científicos y conocimientos de la organización y funcionamiento del sistema educativo panameño.

Los políticos altamente competentes hacen más que desempeñarse con éxito en sus labores. Ellos inspiran y animan a los otros para que hagan lo máximo para cumplir con sus metas. Mientras que a algunos les basta hacer lo mismo para sobrevivir y mantenerse en el cargo, el político efectivo es capaz de llevar a la organización a nuevos niveles de influencia y de excelencia (John Maxwell).

La persona política transita generalmente por un partido político y va escalando hasta llegar a representarlo o a dirigirlo. Este camino no es lineal. Pueden existir personas que participan activamente en su organización política y otras que pueden ser más discretas. También existen quienes abandonan tempranamente esta carrera, una vez hayan logrado sus objetivos materiales y de influencia de poder en el medio.

La condición de ser un ente político implica asumir este papel como un oficio o trabajo complejo. La profesionalización de la política es una expresión que se manifiesta, casi siempre, en un grupo determinado de personas, hombres y mujeres, ante la apatía y la ausencia de ciudadanos y ciudadanas íntegros que evitan participar en el ámbito de lo público, pues muchas personas que se dedican a la política carecen de confianza de la población que observa en ellas enriquecimiento ilícito, corrupción, desgreño de los recursos gubernamentales y falta de legitimidad democrática.

Una gestión política correcta implica rendición de cuentas, consulta ciudadana, diseño y ejecución transparente de los recursos asignados, seguimiento o monitoreo de los planes y proyectos a su cargo. Igualmente, poseer una vocación mínima de trabajar por el bien común y la creación de equipos de trabajo con frecuencia sintonizados. El trabajo de un equipo que está orientado por una visión y la necesidad de dejar un legado en la organización. También hace posible que, personas comunes y corrientes, logren resultados superiores y poco usuales. Igualmente, se espera que la toma de decisiones, además de las ideas políticas y doctrinarias de su Partido, debería fundamentarse en un conjunto de evidencias científicas, aportadas por la información y el campo investigativo propio.

En el caso de las políticas, nos referimos al conjunto de acciones o de carencias que se manifiestan y que tienen su expresión en un determinado sector o área de actuación pública y que impactan de una forma u otra la actuación o la movilización de actores de la sociedad civil. Las políticas públicas se orientan al diseño y ejecución de estrategias y proyectos destinados a resolver problemas públicos o llevar oportunidades de bienestar social, mediante decisiones tomadas entre gobierno con la participación de las comunidades y organizaciones no gubernamentales, donde se establecen objetivos, medios, recursos, actores, responsabilidades y tiempos para cumplir con las metas previstas.

Son ejemplos de políticas públicas, las que se elaboran y ejecutan para el progreso de la educación, la salud, el empleo, la ciencia, la innovación, la tecnología, la agricultura, la industria, el comercio nacional e internacional, los derechos humanos, la paridad de género, las relaciones internacionales, la organización y funcionamiento del Estado, el transporte público, las carreteras, las vías de producción, el deporte, la cultura, entre otras. También existen falsos positivos en los resultados de los aprendizajes de estas políticas públicas.

Es importante observar que, a estas alturas del proceso electoral en Panamá, cuando se han definido ya 10 candidaturas a la presidencia de la República (7 por partidos políticos y 3 por libre postulación), ni los líderes políticos ni los partidos que los promueven, han dedicado una reflexión seria, rigurosa y sistemática sobre la educación y su valor para transformar el país. Muchos de ellos están satisfechos con los logros obtenidos en un país que crece económicamente en general, más que sus vecinos, con un ingreso concentrado en sector servicios y en la región metropolitana, donde se generan 8 de cada 10 balboas que produce su economía. Sin embargo, el resto del país permanece con un engañoso ingreso medio y muchas colectividades de población sobreviven en pobreza multidimensional (zonas urbano-marginales, rurales y pueblos originarios).

Es imperdonable que los grupos políticos ignoren esta realidad, que tiende a agravarse con el tiempo, cuando otros países de la región están diseñando y ejecutando políticas públicas para impulsar la investigación y la innovación, así como la gestión ambiental. El bajo nivel en la formación que ofrece el sistema educativo panameño, en general, es un factor que impide proyectar el país con un nivel de desarrollo humano sostenido, con mayor calidad, inclusión, democracia, prosperidad y una gobernanza consensuada. Este bajo nivel educativo hacia el futuro, no solo afectará los aprendizajes de los estudiantes, sino también tendrá repercusiones negativas en la calidad del empleo, en el modelo productivo y económico del país, así como en el estilo de vida personal y el tipo de sociedad que queremos llegar a ser.

En la buena educación, desde el vientre materno, está la esperanza de lograr mayor producción y productividad, generar empleos dignos, cuidar nuestro ambiente, disminuir la pobreza, la delincuencia, la criminalidad, el “juega vivo” y la corrupción pública-privada. Así mismo, apuntar a la sostenibilidad de las políticas públicas en educación, la ciencia y la tecnología, como a la creación de generaciones ciudadanas con más apego a los valores del respeto, la solidaridad, la paz, el trabajo, el aprendizaje continuo y el diálogo social.

Catedrático universitario

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