Un buen estudiante, tranquilo y algo introvertido, que fue monaguillo y empleado en un supermercado antes de alcanzar la fama. Esos son algunos retazos...
- 15/10/2023 00:00
Un premio Nobel controversial
La semana pasada se anunciaron los premios Nobel correspondientes al año 2023 en una variedad de disciplinas. Y luego de evaluar los ganadores de este año y anteriores, puedo señalar que no siempre estos premios están llenos de gloria y encanto.
La humanidad ha estado desde tiempos antiguos tratando de resolver problemas que al final crean nuevos problemas. Por ejemplo, el primer uso de armas químicas tuvo lugar el 22 de abril de 1915, cerca de la ciudad de Ypres, en el oeste de Bélgica. Seis meses antes, las esperanzas de Alemania de una rápida victoria en la guerra se habían desvanecido en las orillas del Marne, y el país había reclutado algunos de sus principales científicos para romper el estancamiento. Uno de ellos, Fritz Haber, director del Instituto Kaiser Wilhelm de Electroquímica, había sugerido liberar cloro gaseoso. Dado que el gas es más pesado que el aire, concluyó Haber, se hundiría cuando se liberara; esto le permitiría infiltrarse en las trincheras de las fuerzas francesas e inglesas.
Los alemanes habían firmado la Convención de La Haya de 1899, que prohibía el “uso de proyectiles cuyo único objeto era la difusión de gases asfixiantes o nocivos”. Sin embargo, al interpretar esta cláusula literalmente —el cloro no se liberaría de los proyectiles, sino de botellas colocadas manualmente— los comandantes militares lograron convencerse a sí mismos de que la medida era permisible. En cualquier caso, los franceses ya habían estado liberando “gas nocivo” en forma de granadas llenas de bromoacetato de etilo, un irritante cutáneo que puede ser fatal. Pocos meses después de que Haber propuso su idea, supervisó personalmente la colocación de casi seis mil botellas de cloro a lo largo del frente de batalla, a razón de diez botellas por cada detonador para minimizar el número de hombres necesarios para liberar su contenido.
Haber, un judío que se había convertido al cristianismo, era inquietantemente brillante. Su trabajo abarcó desde la electrólisis de sales sólidas hasta la termodinámica de las reacciones gaseosas. Unos años antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, ideó un método para convertir el nitrógeno ordinario en amoníaco. El proceso Haber-Bosch, como se le conoció, permitió la producción de fertilizantes sintéticos y cambió fundamentalmente el mundo: sin fertilizantes químicos, se estima, unas 3 mil millones de personas, casi la mitad de la población mundial, no estarían vivas hoy.
Durante la guerra, los alemanes, privados del suministro de salitre, que es tanto un fertilizante como un ingrediente de la pólvora, utilizaron el proceso Haber-Bosch para generar un sustituto. Esto les permitió seguir produciendo explosivos y, según el propio Haber, prolongó la guerra durante tres años.
Se suponía que las botellas que Haber había instalado cerca de Ypres se abrirían el 22 de abril a las 4am. Pero esa mañana no había viento, por lo que el ataque se retrasó. Finalmente, por la tarde, se levantó una brisa y alrededor de las 5pm los alemanes abrieron las válvulas. El cloro, unas 300 mil libras, se desplazó por el paisaje en una nube ondulante. A los pocos minutos había llegado a las líneas francesas. Un soldado canadiense que estaba estacionado al norte de los franceses recordó haber visto una extraña niebla de color amarillo verdoso que parecía extrañamente fuera de lugar en la brillante atmósfera de ese claro día de abril. Un soldado alemán que ayudó a liberar el gas y luego fue testigo de los resultados informó: “Cuando llegamos a las líneas francesas, las trincheras estaban vacías. Pero media milla adentro, los cuerpos de los soldados franceses estaban apiñados por todas partes. Se podía ver dónde los hombres se habían arañado la cara y la garganta, tratando de recuperar el aliento. Algunos se habían pegado un tiro. Los caballos, todavía en los establos, vacas, gallinas, todo, todos estaban muertos”.
Los alemanes no pudieron aprovechar la ventaja que le dio Haber, porque los mariscales de campo dudaron que los planes de un civil les abriría paso a través del ataque con gas. Lo sucedido en Ypres es el inicio de un ciclo terrorífico, ya que cada lado buscó y desplegó armas químicas cada vez más potentes para destruir al enemigo. Después del cloro vino el fosgeno, el cianuro de hidrógeno, el cloruro de difenilarsina, el cloruro de cianógeno y el sulfuro de bis (2-cloroetilo), también conocido como gas mostaza.
En 1919, un año después de terminar la Primera Guerra Mundial, Haber recibió el Premio Nobel de Química por su trabajo sobre la síntesis de amoníaco. Sin duda, un premio controvertido porque, por un lado ayudó a alimentar a la humanidad, pero por otro abrió las puertas para la exterminación con gas de millones de su propia gente veinticinco años después.