• 20/08/2009 02:00

¿Dónde quedó el pudor jurídico?

Esta es una pregunta que tácitamente deja planteada el Dr. José S. Muñóz, abogado con un prestigio bien ganado, en un escrito publicado ...

Esta es una pregunta que tácitamente deja planteada el Dr. José S. Muñóz, abogado con un prestigio bien ganado, en un escrito publicado hace poco, donde denuncia la no impresión, tal como señala la Ley, de la Gaceta Oficial.

Le corresponde a los profesionales de esta materia profundizar en un asunto que nos atañe a todos. Pero sobre esta premisa es preciso plantear algunas inquietudes, porque no solo hay que hurgar sobre la alusión citada por Muñóz sobre el desapego de quienes están inmersos en ese mundo, a un elemento tan imprescindible a la hora de hablar de la ética que debe orientar al justamente cuestionado Órgano Judicial de nuestro país.

La ciudadanía sensata, aquella que no se deja omnubilar por la pasión político-partidista o condicionar por los mezquinos intereses de clases, soporta con estupor la impunidad santificada por las autoridades, a la burla y al ultraje a que han sido sometidas la Constitución y la Ley escrita, o no escrita, en el caso de un candidato a alcalde que pisoteó los derechos ciudadanos jactándose de la monstruosidad perpetrada. Una postulación viciada desde el momento mismo en que mintió, al declarar su aspiración ilegítima, porque había renunciado a la ciudadanía, para acogerse a su condición de estadounidense, no admite ninguna explicación para perfeccionar dicha candidatura, como lo acepta hasta el más lego en cuestiones jurídicas.

La vacilante atención que mereció el caso por los encargados del correcto acatamiento de la Ley, y lo peor, la condenable sumisión de quienes tenían bajo su responsabilidad dirimir tan fácil entuerto, solo por la politización o la falta de coraje profesional, corrobora el acertado concepto del Dr. César Quintero, cuando sentenció que hay gente “que algunos días amanece sin el menor pudor jurídico”.

Si los encumbrados árbitros de la contienda electoral fueran huérfanos de un salario digno y elevado, podría sospecharse que la falta de ingestión alimenticia acicatea la conducta malsana al extremo de caer a tan ínfimos niveles. Pero no es el caso, porque aquí no hubo el recurso del poderoso “Don Dinero” , padre de la venalidad. En esto parece haber un fondo realmente asqueroso e inimaginable como causal.

Quisiera reclamar ese pudor jurídico a los sectores que van desde los gremios abogadiles, sociedades cívicas, entes de transparencia y grupos profesionales preocupados por el adecentamiento integral de la sociedad, quienes guardan silencio frente al funesto precedente que se le muestra a las nuevas generaciones. Se les está transmitiendo el mensaje de que aquí ha sido destruido el Estado de Derecho y, de ahora en adelante, cualquiera puede ser candidato a puesto de elección popular sin ser ciudadano panameño ni estar en cabal cumplimiento de las normas constitucionales vigentes, y vitorear públicamente el desprecio a la nacionalidad panameña.

Aún queda tiempo y espacio para que las apelaciones de los ciudadanos que, como decía Martí, tienen en sí el decoro del cual carecen muchos elementos que viven sin dignidad, surtan el efecto esperado y laven la afrenta ocasionada por el cinismo de individuos sin honor. Este pueblo no es merecedor de tanto bochorno. Alguien dijo que de humanos es errar, pero de bestias perseverar en el error. Y para borrar la infamia, aquellos magistrados que reconsideren el justo reclamo de quienes demandan enderezar lo torcido, vale tener presente la sana recomendación de nuestro inmortal poeta Ricardo Miró cuando decía: “Hombre, no seas abyecto; tiende hacia arriba, sube. Si no puedes ser águila ni paloma, sé nube”.

*Periodista.opinion@laestrella.com.pa

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